Espero que mi hija no respire hoy demasiado en el colegio. En una ciudad que parece la sala de fumadores de un aeropuerto, esta seguramente sea la preocupación número uno entre los padres expatriados en Pekín.
El sábado por la noche alcanzamos los 886 microgramos de contaminación, de acuerdo con los datos que facilita la embajada de Estados Unidos en China. Para dar una idea de lo que significa: el tope de esta escala, que se basa en el Índice de la Calidad del Aire que utiliza la agencia medioambiental de EEUU, llega hasta 500. En este punto, considerado muy peligroso para toda la población, la recomendación es quedarse en casa.
¿Qué hacer, entonces, con esa astronómica cifra de 886, el
índice de contaminación más alto del que se tiene constancia? Respirar
en una cámara de gas, como se dice estos días en Weibo, el Twitter chino. Vivir con la mascarilla
incrustada, aunque se te empañen las gafas y te pique (¡insoportablemente!) la
nariz. Poner al máximo los purificadores de aire en casa (si los tienes, que no
es el caso). La nube tóxica me pilló por
sorpresa patinando en el lago Houhoi, un clásico en invierno, junto con otros
tantos pequineses despistados.
Mi hija, volviendo al inicio de este post, está la mar de contenta ante esta situación. Cuando el índice pasa de 250, los profesores no dejan que los niños salgan al patio y, en su lugar, los enchufan a la tele durante el recreo. De modo que hoy volverán a ver “Buscando a Nemo” o “Toy Story” en su edición 1, 2, 3 o todas juntas. Disney no da abasto para tanta contaminación.
Entre los adultos con recursos, este es un motivo de peso para largarse a otro lado o volver al país de origen. Para los demás –la inmensa mayoría– supongo que simplemente significa morir antes de tiempo. Legiones de obreros, guardias de seguridad, vendedores ambulantes, vigilantes de tráfico, soldados o aparcacoches viven en esta nube apestosa donde, para más inri, hace un frío que pela. Para ellos, comprar un purificador de aire para el dormitorio es tan extravagante como para mí viajar en mi propio jet.