Mucho se ha escrito los últimos días del gran maestro Luis García Berlanga, paisano de quien escribe y cineasta de primera. No voy a glosar sus méritos hoy, que de todos son conocidos. Simplemente quiero buscar un hueco en mi blog para dedicar unas líneas emocionadas a quien tantas veces me ha hecho reir (normalmente de mi mismo y mis aledaños) y pensar.
Unas cortas líneas de despedida y admiración de alguién que se podría definir a sí mismo como berlanguiano, en un alarde de egolatría, por cierto, a mayor gloria del imperio austrohúngaro.