Berlín: Ciudad Fragmentada

Publicado el 11 julio 2016 por Alba Coll

¡Hola de nuevo!

Si me habéis estado siguiendo estos días por las redes sociales ya sabréis que hemos estado de vacaciones por Alemania. Hemos ido y vuelto de Berlín en coche y hemos atravesado distintas ciudades por el camino. Ha sido una ruta muy bonita e interesante, de la que os quiero hablar detalladamente en distintos posts que iré publicando.

De momento, como ya habréis deducido por el título, os quiero hablar de Berlín. Principalmente porque es el motivo principal por el que empezamos el viaje, pero también porque me ha despertado sentimientos muy opuestos que quiero compartir con vosotros. Empecemos!

¿Qué esperaba de Berlín?

Respuesta rápida: Nada. Ahora vamos a por la respuesta larga.

Cada vez que preguntaba por Berlín me encontraba con respuestas muy dispares: "es espectacular", "es una mierda como un piano", "te va a encantar", "la vas a odiar o la vas a amar", "la encuentro interesante, pero...", "es el lugar dónde se tiene que estar si amas la cultura", "me encanta pero no puedo soportar vivir en ella", "la primera vez que fui la odié pero luego me encantó" y un larguísimo etcétera en el que no me voy a meter para no hartaros. Con este eclecticismo de opiniones una no puede formarse una idea preestablecida de lo que se va a encontrar, lo cual es para mí muy bueno, ya que me encanta ir a los sitios sin expectativas, y con Berlín no lo hubiera podido hacer aunque lo quisiera.

Primera impresión

Llegamos a Berlín en coche, y entrando por Friedrichstraße ya se respiraba caos. Yo continuaba intentando verlo todo bajo la objetividad que hasta el momento reinaba en mi opinión hacia la gran urbe, pero el pulso no duró mucho tiempo. Cuando por fin conseguimos aparcar y tuvimos que ir en metro al hostal ya empecé a hartarme de las dimensiones de la ciudad. Y todavía no había visto nada.

Por la tarde-noche fuimos a visitar Kreuzberg, zona que en todas partes consta como el barrio de moda y dónde se pueden comer Kebabs de puta madre (esto es cierto, no podéis ir a Berlín sin comer uno de ellos). Este barrio me chocó, esta vez en el buen sentido de la palabra. Si bien es cierto que nos resignamos a coger el metro tras pasar más de media hora andando e intentando encontrar civilización más allá de anchas zonas residenciales, los edificios que nos rodeaban vestían de una monumentalidad decadente que me flipó.

Es como si cogiésemos un edificio del centro de Viena o de París y lo dejáramos llenarse de polvo y suciedad por fuera, convirtiéndolo en residencias en el interior. Al mismo tiempo, romperíamos algunos de los cristales y llenaríamos las paredes bajas de Graffitis. Esto sería Kreuzberg. A todo esto le sumaríamos zonas con bares nocturnos de moda, mezclados con Kebabs y Kiosks de lo más tirados; estaciones de metro con cierto aspecto modernista, olor a pis y camellos intentándote vender hierba por las esquinas.

Al día siguiente fuimos a la zona más turística, y allí ya la cabeza me dio unos cuantos giros más. Es la ciudad más rara que he visitado jamás, eso os lo aseguro. Me dejó especialmente alucinada la zona del Nikolaiviertel. Se trata de un barrio que construyeron durante la época de la RDA para conmemorar el 750 aniversario de la ciudad. La iglesia que se erige es original, pero todos los edificios que pretenden asemejarse al medievo mezclan formas típicas de pueblecitos alemanes con el revestimiento de fachadas de barrio periférico.

A todo esto, la catedral no está muy lejos y desde uno de los lados se puede observar su cúpula descolorida al lado de un edificio moderno en construcción, cañerías azules en medio del paisaje urbano, un edificio monumental que parece abandonado y el río decorado con una sospechosa espuma. Cuando uno se intenta acercar hacia dicha catedral se da cuenta que sus gigantescas proporciones hacen que parezca mucho más cerca de lo que realmente está, por lo que el visitante tiene que caminar un buen rato por territorio prácticamente descampado, decorado con grúas y vallas que comparten paisaje con unas esculturas que quedarían muy monas en cualquier capital europea en la que no se construyeran mamotretos de hormigón a su alrededor.

Otros sectores que me llamaron especialmente la atención fueron la Alexanderplatz y la famosa West side Gallery. La primera plaza me recordó tremendamente a la zona del Fòrum de Barcelona (para los que no hayáis estado allí, se trata de una enorme zona a las afueras de la ciudad que pavimentaron de hormigón y en la que construyeron edificios enormes, y que ahora solamente se utiliza para festivales y conciertos al aire libre). Salvaremos las distancias: la Alexanderplatz está bastante más concurrida, pero dadas sus dimensiones tampoco te cruzas con demasiada gente. Digo que me recuerda al Fòrum porque todas las construcciones son mastodónticas y sin seguir ningún tipo de lógica.

Por ejemplo, la famosa torre de la televisión que es un símbolo de la ciudad, se encuentra al lado de otro monumental edificio gris sin dejar espacio para que el peatón pueda verla en condiciones.
Claro que pocos peatones va a haber en una ciudad que de tan dispersa y enorme solamente se puede recorrer en metro.

La West side Gallery en sí misma está muy bien, salvando las notas que que los turistas más catetos han ido dejando encima de los graffiti expuestos. Pero justo delante, dónde yo esperaba un parque que dotara de magnitud al muro, me encuentro con una fábrica abandonada, un concesionario de Mercedes Benz y un estadio de fútbol también a su nombre.

Seamos justos: toda ciudad está ligada a su historia

Leyendo el punto anterior cualquiera diría que me gustó esta ciudad. No os equivocáis, gustarme no sería la palabra. Lo que pasa es que no siempre se puede opinar blanco o negro, y Berlín es una ciudad que sería injusto tachar como horrenda y pasar página. No es una ciudad bonita, eso está claro, lo que sí que es una ciudad interesantísima de observar y analizar.

Si nos vamos a analizar un poco su historia, veremos que esta ciudad no solamente acabó la Segunda Guerra Mundial en escombros, sino que durante la Guerra Fría fue partida violentamente en dos. Después del gran conflicto bélico del siglo XX, Alemania fue tildada de perdedora y por lo tanto dividida entre los países vencedores: USA, Francia, Inglaterra y la URSS. Los tres primeros países, no contentos con entregar la capital germana a los rusos, negociaron quedarse con la mitad del territorio de la misma. El muro en esta ciudad no fue construido inmediatamente, pero con el tiempo la parte oriental decidió que lo mejor era levantar una frontera física para romper todo tipo de comunicación con la franja occidental.

Berlín quedó dividida en dos durante 28 años, creando así dos tejidos sociales y urbanísticos completamente distintos. Si a la incomunicación por las dos partes le sumamos que se trataba de dos estructuras de Estado opuestas (una capitalista y una comunista) nos encontramos como resultado un patchwork bastante complejo. Por una parte, la zona oriental no tenia un centro definido, como pasa generalmente en las ciudades comunistas; mientras que la zona occidental se caracterizaba por grandes avenidas y centros de comercio, como toda metrópolis capitalista.

En el momento de la caída del muro, se desmantelaron dos ciudades opuestas que debían atarse a la fuerza. Este reto se agudizó en el momento en que Berlín ganó a Bonn como proyecto de capital del país unificado, lo que obligaba a las instituciones a erigir sus edificios representativos en una ciudad de centro inexistente. De este modo se construyeron edificios representativos en medio de zonas que no fueron pensadas con este propósito, dando como resultado una mezcla muy mal homogeneizada y difícil de digerir.

¿Merece la pena visitar Berlín?

Como ya he dicho, me cuesta mucho tener una opinión clara al respecto, con lo que no puedo hacer una recomendación clara y generalizada. Creo que es una muy buena ciudad para aquellos a quiénes nos obsesiona entender el pasado. En Berlín se pueden aprender muchas cosas sobre la historia europea reciente, tanto si se visitan los museos como si se observa detenidamente su estructura como ciudad. Aunque no tuve demasiado tiempo para visitar la parte más alternativa, tengo entendido que es el centro cultural y artístico más bullicioso hoy en día, con lo que cualquiera que ame la cultura podría estar interesado en visitarla. No visitéis la ciudad si lo que esperáis es un lugar que descubrir paseando, tampoco si buscáis un sitio agradable y rebosante de belleza (para ello podéis ir a otras ciudades alemanas como Hamburg, Bremen o Leipzig, ya que seguro que las disfrutaréis mucho más). Berlín es incómoda, asfixiante y caótica. Personalmente, jamás escogería vivir allí.

Hasta aquí el artículo de hoy. ¿Que os ha parecido mi visión de la capital alemana? ¿tuvisteis una sensación similar al visitarla? ¿O sentisteis lo contrario a lo que he explicado? Dejad vuestro comentario, ya que tengo muchísimas ganas de conocer vuestras opiniones, sobretodo las contrarias. Me encantaría saber por qué tanta gente vuelve de Berlín entusiasmado, cuando yo salí de ella con una sensación incómoda y agridulce.