Ojos llorando estrellas
Seducir conseguí una noche
al más preciado de los pactos
que enamorado pueda sellar.
Prometí yo la fidelidad de mi amor.
A cambio, entregado me fue un don:
trasladar y guardar
el fulgor de una estrella
allí donde yo más deseara.
Y elegí la estrella más eterna.
Y quise darle vida
en los ojos de mis sueños,
tus ojos, mi amada.
Pues en esa alquimia,
mezcla de ilusión en tu mirada
y la magia de aquel fulgor,
puedo yo sublimar un néctar
que en tu ausencia
muda mi ánimo de semblanza
y en tu presencia
conduce mi alegría a la ebriedad.
Antiguas letras recuperadas en señal de gratitud a unos ojos estrellados.
Ultimamente ando y duermo con las emociones a flor de piel. Las mudanzas suponen desempolvar objetos (incluso escritos) capaces de rememorar remotos recuerdos. Releyendo algunos de esos escritos encontré el poema anterior. Habían unos cuantos más, pero me fijé especialmente en el anterior. Me evocaba con nitidez la vivencia y los sentimientos del día que lo inspiró. Un día en que ciertos ojos, con su mirada, besaron los mios: un día perfecto, un día de silencio.
Desdichadamente los días perfectos también nos sugieren sus contrarios. Tenemos que aprender a convivir con nuestra propia memoria: los ruidos de dias nefastos y el silencio de días perfectos.
Ojos verdes, miel en su centro, llorando estrellas.
Ojos estrellados reflejando centelleantes luceros.
…
Agrias lineas en los labios.
Dulces besos sin boca.
…
Lágrimas amargas recorriendo surcos de rabia.
Gotas saladas desatando chispas de alegría.
…
Agotadoras reminiscencias que algún día dejaremos de recordar.
Suaves memorias que nunca olvidaremos.
…
El estruendo de ruidos disonantes.
La calma de silencios armoniosos.
…
Días nefastos para el recuerdo.
Un día demasiado perfecto para el olvido.
No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos. (O. K. Bernhardt)
Un día perfecto según Lou Reed