Arte: Pino Daeni
Verano detrás de las ventanas.
Avanza la noche y el insomnio llama a mi puerta.
Lo acepto con resignación, y me dejo arrastrar hacia la calle mientras cubro mi torso con una camisa.
Afuera, bajo las luminarias de la costanera, bandadas de muchachos apuran su paso hacia el centro nocturno. En la plazoleta quedan algunos vestigios de la feria que fue durante el día.
Una pareja camina silenciosa de la mano. Sin decir nada, él la besa prolongada y solemnemente, mientras le sujeta la nuca con la mano. Luego se separan y sin mirarse siguen cada uno por su lado.
Algo me empuja a bajar a la playa. Largos escalones me transportan hacia la fría humedad de la arena que penetra por las plantas de mis pies.
Cuento algunas estrellas acariciando el cielo con el dedo índice, como si ese manto negro fuera tu piel blanca y las estrellas tus lunares. Creo ver el contorno de tu figura pasar a mi lado, escapás varios pasos delante de mí y tus susurros se hunden en la noche sin sombras.
Vuelvo a mi casa. Los demás duermen ajenos a mis desvelos puntuales.
Me deshago de la ropa y dejo la camisa sobre el respaldo de una silla. Mi cuerpo se hunde en el colchón y yo hundo mi alma en el libro rojo que aguarda sobre la mesa de luz.
El sueño acude sigilosamente, besa mis pupilas y derriba mis ojos; mientras mis dedos se aflojan, dejo caer un suspiro sobre la almohada.
Creo que duermo, aunque escucho tu susurro suave que recita el final del libro. Me incorporo apenas, apoyando el codo sobre la cama y la cabeza sobre mi mano. Mis labios forman una sonrisa. Veo tu figura que se deja abrazar por mi camisa y el movimiento de tus labios acariciando cada palabra.
Sobre el final, la última oración y tu beso alquimista sobre mis labios felices. A lo lejos, los acordes de una guitarra y una canción conocida, acunan las pocas horas que separan la noche del amanecer.
La mañana se presenta tardía y madura. Desperezo mi existencia y la cubro con mi camisa. Intuyo tu perfume que me envuelve. Te busco y encuentro tus caricias escondidas en las hojas de mi libro, y en la última página un pelo tuyo, casi imperceptible, subrayando la palabra mar.
Vivo el día mientras espero tu regreso vestida de noche, lista para sembrar eclipses y rocíos, cuando el sueño al fin afloje la mano que sostiene tu recuerdo.
P.D.: Hoy estoy festejando mi post número mil. Es decir mil veces y más que me he sentado a escribir, a soñar, a armar historias y hacer catarsis con las palabras. Acto hermoso si lo hay, al menos para mí.
Estas no son mis palabras, no todas al menos. Son las palabras de los soñadores empedernidos y desvelados crónicos que deambulan por ahí. Grandes saboreadores de la vida, del hoy, pero también degustadores de recuerdos que encienden la chispa de sus pequeños grandes actos.
Gracias por este maravilloso regalo.