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bestiario conquense

Publicado el 19 septiembre 2013 por Maslama

bestiario conquense
EL DOCEJO tiene una sola ala y un solo ojo; su cabeza acaba en unos labios humanos en vez de pico; se alimenta de telas de araña y bebe sólo agua del Júcar, incluso la del Huécar le hace daño, conociéndose gran mortandad en esa hoz cuando se equivoca. En primavera y en verano anida bajo la toza de los pinos y, a últimos de otoño, emigra a las iglesias de la Manchuela, por Montilla, Campillo de Altobuey y Villanueva de la Jara.
si se presta atención, en algunas noches de agosto, se les puede descubrir con cierta sonrisa en su boca humana, escuchando a los contertulios de las hoces. A veces, baja hasta el parque de San Julián, donde hay conciertos, ya que es muy amante de la música; elige siempre el mismo tejado para escuchar, éste suele ser el del antiguo hotel Iberia. Allí permanece somnoliento hasta altas horas de la madrugada, lanzando grandes eructos para despertar a las gentes.
menos conocido es EL CABRICHOCHO, cordero de color azul de la familia del cabrón, cuya piel es muy buscada por los nigromantes conquenses para volar; de ahí proviene el famoso «pellejo mágico», aparato rústico volador que puede contemplarse la noche del 21 de septiembre, San Mateo, si es clara, sobrevolando las hoces y peregrinando por los cerros en busca de cedoria y galanga, para lograr el elixir que alarga la vida y retarda la vejez, según fórmula de Paracelso.
el Cabrichocho vive entre Majadas y la Ciudad Encantada, se alimenta de resina y mariposas sabias; es bisexual, andrógino-animal. Su debilidad es la serrana conquense, a la que persigue con ahínco y sin desmayo y por la que puede dejarse prender. Su deseo es tal que generación tras generación de Cabrichochos han aprendido un sonido lastimero simulando palabras humanas, que dice: «Ven, vida mía, ven.»
la trampa del brujo conquense es fácil: presentarle una doncella serrana desnuda, o una vieja sin refajo y maloliente; eso le despierta más el instinto; el Cabrichocho se deja prender y llora ya sin presentar lucha, hasta su degollamiento. Una vez despellejado, la piel debe secarse siete noches seguidas a la luz de la luna; en esas siete noches, los brujos de las hoces organizan grandes bacanales en los pinares de Sotos y Mariana.
(Raúl Torres, Cuenca mágica)
ronronea: naia

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