[...] y era aquella penumbra
de los cuartos añiles encalados,
de los días del estío errante [...]
y no otra cosa que un cúmulo de tardes
las bicicletas tumbadascon prisa
en el apresurado deje del delirio
delhumo entre las gotas
y de los sueños colmando anaqueles vecinos,
ahítos los techos de temperatura,