Bienvenido a casa

Mi barrio nunca sale en la tele, ni en las revistas, pero es mi barrio y a mí me gusta. Mi madre dice que no sabe cómo puedo vivir aquí, con tanta ropa tendida en los balcones y tanta litrona en la calle, pero claro, como ella no se las bebe no puede entender lo ricas que están. A mí lo de la ropa tendida me gusta mucho, porque le da otro color a la calle, y cuando hace viento parece que las camisas y las sábanas bailan un vals. Tampoco le gusta mi barrio porque las campanas de la iglesia suenan mucho, y a deshora. Dice que así no puede ir a misa de siete, porque no hay. Yo le digo que da igual, que vaya a misa de tres, después de comer, o a misa de cinco, antes de merendar, pero ella no quiere, que no le gusta, y que no le parece normal. Mi madre tiene un concepto extraño de la palabra normal. Para ella lo normal es lo que hace ella, y la gente como ella. Por eso a mi madre no le parece normal mi barrio, porque no es como el suyo y arruga siempre la nariz, en un gesto muy gracioso, cuando oye a la india de la esquina gritar el precio de las margaritas. Yo le compro muchas veces, las tiene baratas. Mi barrio no es bonito, pero es mi barrio, y me gusta, aunque mi madre no venga a verme, y es verdad que a veces hay demasiadas litronas por el suelo, pero la ropa baila en las cuerdas de tender, las flores de la india son bonitas, en el estanco hay tráfico de monopatines y aquí no se muere nadie. Bueno sí, claro que muere gente, pero como no les conozco no pasa nada.