Eagles, Hotel California, 1977
Algunas ventajas sí tienen las ignorancias: no duele el sufrimiento ajeno si nada se sabe de él o las veloces basuras espaciales, incandescentes por la fricción al penetrar en la atmósfera terrestre, cuando se desconoce su origen e identidad, son verdaderas estrellas fugaces, estrellas errantes y románticas que bendicen el amor de los enamorados, estrellas libres en el universo nocturno.
Lástima que, con la madurez, no ignoremos cómo se llama el último nombre de la vida.
Años y más años deleitándome con esta canción para que Rogelio, ahora que es mi secretario, ahora que le pago, me haya traducido la letra, sin pedirle yo que lo hiciese, y me la haya arruinado en parte con no sé muy bien qué asuntos de muertos que no saben que lo están cuando llegan al Hotel California y de él no pueden salir porque es algo del más allá, algo fantasmagórico, y de los hoteles del más allá no se sale así como así, inmortal la muerte.
-La madre que te parió, ciego, a ti te despido yo cualquier día, o cualquier noche de las tuyas, ya lo verás por muy invidente que seas para lo que no te interesa.
-Pensé... Como esa amiga tuya, la políglota, hace tiempo que no viene por aquí...
-Ella solo me traduce lo que yo le pido, ni más ni menos.
-Tomo nota.
-Apunta, apunta. Voy a poner otra canción.
-¿Te traduzco la letra?
-Hazlo. Hazlo y date por despedido.