BIOCENTRISMO
Si la antigüedad griega pensaba en la fatalidad del hombre, teniendo que arrancar de la naturaleza su sustento, la visión judeocristiana, preñada de optimismo, veía el mundo como el gran regalo de Dios. El Renacimiento captó una nueva visión, no necesariamente contrapuesta, complementaria, más cercana: la naturaleza, siendo don del cielo, constituye además el disfrute del hombre. Pero durante los siglos XVII y XVIII se abrió una brecha en el pensamiento: el mundo es la mina de los recursos inagotables para que la humanidad goce y disfrute (utilitarismo: máximo placer, mínimo dolor). Con el romanticismo del siglo XIX se da otro giro de tuerca: el hombre es el gran esquilmador de la naturaleza. Entramos de lleno en lo que se ha venido a llamar el biocentrismo o ecocentrismo.
Pero, en realidad, ¿de qué se trata? ¿Qué es lo que subyace bajo una visión idílica de la naturaleza? En mi opinión, un pesimismo antropológico. Ya no es que el hombre sea lobo para sus congéneres (Hobbes; 1651), es que además es una máquina de destrucción del planeta (Arne Næss; 1970).
La raíz de la pregunta formulada es el gran problema ambiental. Es acertado preguntarse por el “bien” del planeta, que es nuestro hogar. Lo que no me parece tan convincente es alguna de las respuestas que se dan. El biocentrismo o ecocentrismo, tal y como está siendo formulado, supone, en mi opinión, un desdén formal del hombre: un bicho incompatible con el planeta. Y esto está calando entre los biólogos. Es patente que el mundo, tal y como está, es poco sostenible, y es pertinente preguntarnos por el futuro de nuestro ecosistema. Pero resulta más que dudoso entender que la Tierra pueda “vivir” sin el hombre, aunque el hombre no pueda hacerlo sin ella. Y no por una razón biológica que sería plausible; sino, más bien, porque se desenfoca el problema del desarrollo, que no es meramente técnico, sino educativo, o yendo más a fondo, ético. En efecto, si se entiende el desarrollo como tener más en lugar de ser más, el conflicto está servido. Naturalmente que nadie desea bajar en calidad de vida: la sociedad desarrollada nos ha llevado a unos niveles de educación, salud, ocio, etc., inimaginables.
Ahora bien, que la Naturaleza ha existido durante millones de años sin el hombre es un hecho obvio: hemos venido a este mundo “a través de ella”. Pero una vez aquí, somos nosotros los encargados de custodiarla. Dicho de otro modo, un universo sin nadie que lo pueda contemplar es un absurdo. Una naturaleza sin un ser inteligente que lo pueda admirar, disfrutar y “trabajar” es un “dispendio”, desde el punto de vista filosófico, por carecer de sentido. Por ello, se puede concluir que no puede haber una respuesta satisfactoria al problema ambiental, si no se tiene en cuenta que lo principal es la ecología humana: defender al hombre y protegerlo del peligro de destrucción de sí mismo, que es también la raíz del problema de la destrucción del medio ambiente.
Pedro López
Biólogo. Grupo de Estudios de Actualidad