Empezamos con un albariño casi mítico, el Pazo Piñeiro de Lusco, de la calurosa 2005, que vino con un amarillo pajizo dorado y una nariz que trajo recuerdos de otras zonas, mucho más al norte, hidrocarburos, frutos secos (pistacho y almendra), notas cítricas, plátano seco y orejones. Intenso y profundo. En boca atacaba algo dulce, pasando a un recorrido seco que dejaba cierta astringencia a su paso y con un final de refrescante acidez que pedía otro trago. Complejo y muy persistente. Tremendo vino. Ideal para una cena de verano.
Seguimos con un Borgoña genérico de la Cote-D'our elaborado por Francoise y Antoine Boubard en su añada 2006 que se presentó con un amarillo pajizo algo opaco y algo discreto en nariz, con notas de frutos secos y herbáceas, ceras y un ligero fondo lácteo. El impacto llega en boca, donde se muestra graso, con un larguísimo recorrido, y mucho más aromático, apareciendo en retronasal vainillas, crema tostada, pistachos y una complejidad superior. Muy largo. De mis favoritos de la jornada.
Pasamos a los tintos con un monovarietal de cepas viejas de la uva juan garcía, elaborado en Bodegas Entre Ríos en Arribes de Duero y cortesía de su productor, Bernardo Fariña, Mesopotamia 2005, a la vista se presentó con un picota bien cubierto y fino ribete teja.
Recién abierto parecía algo cerrado por lo que lo decantamos y dejamos airearse cerca de una hora manteniendo una temperatura de unos 18º c. Seguidamente mostró aromas de intensidad media con ciruelas maduras y algo de bayas, pan tostado, notas lácteas y un fondo mineral de carbón. Su potencia se desencadenó con más intensidad en boca, con un destacable tanino muy envolvente, pero sedoso, dulce y elegante. Amable. Muy redondo en boca y bien estructurado, tiene un buen paso que culmina en una fina y viva acidez. En retronasal vuelven a aparecer las frutas acompañadas de aromas más intensos de vainilla y caucho junto con las notas de carbón ya apreciadas en nariz. Persistencia media. En conjunto un tinto elegante, de buena factura, sin aristas y de un perfil muy clásico, adaptado al gusto tradicional en España. Quizás agradezca un tiempo más en botella.
Llegaron entonces los quesos, Brie de Meaux y otro que no recuerdo pero que era pura mantequilla fresca.
Y volvimos a Borgoña, ahora en tinto, con un Gran Cru 2002 elaborado por Domaine Arlaud en Charmes-Chambertin. La pinot noir, como es habitual, se presentó con un claro y traslúcido cereza ribete teja de capa baja, y con muchas notas animales de pieles y cueros que fueron dejando paso a moras y frutas del bosque con un fondo lácteo. Naríz algo salvaje, que se oponía a una boca algo más civilizada, de entrada golosa, tanino envolvente, algo de astringencia y una punta de acidez. Buena persistencia. Apunta excelentes maneras, pero creo que aun está por integrar. Para olvidarse de él algunos años.
Y para los quesos apareció también un Oporto de lujo, Quinta do Infantado Vintage 2000, su negro violáceo bien cubierto nos anticipaba una opulencia que contrastaba con una elegante y sutil nariz de higos maduros, almendras tostadas, pasando a violetas y mieles en copa agitada. Siguió sorprendiendo en boca por su ligereza pese a sus poderosos taninos y algo astringentes. Envolvente, con un recorrido interminable. Compleja retronasal de pasas, frutos secos, azucar de caña y jarabe, muy persistente, pero nada empalagoso, al contrario, fresco. Aunque mejorará con el tiempo, posiblemente el mejor Oporto que he probado.
Hubo tres incunables más, pero los dejo para otro dia, para no saturar.