Cebados ya y con ganas de darnos más gustazos, paseamos para bajar el ágape mañanero hasta el Salón del Manga y empezamos las compras, ya que si algo hemos aprendido, es que el primer día, al haber menos gente, se puede comprar producto bueno a buen precio, si regateas un poco, sobre todo. La excelencia, llegaría esa misma noche. Buscando un sitio para cenar, en el centro comercial que hay en la propia Plaza de España, que es una antigua plaza de toros, reconvertida, decidimos al final, optar por lo más lógico, comer en un restaurante japonés y fue acertado. No es solo por la comida, que fue excelente o el trato, que fue exquisito, sino también por la curiosidad. No es que fuéramos curiosos en las vertientes de la palabra, sino que en la mesa de al lado, se sentaron el embajador de Japón en España y varias personalidades más del país nipón. Fue curioso, ¿verdad?
Bueno, el hecho de tener tan cerca al embajador nipón, estando allí nosotros por el Salón del Manga, fue algo interesante, aunque no fue lo único curioso que nos depararía este viaje. Ya en el segundo día, teníamos el dilema de ir a comer, bueno, tampoco dilema, solo era encontrarlo e ir, ya que la intención era ir a un Subway. Nos montamos en el metro y dejamos que nos llevara, ya que en la misma línea, hay uno de estos pintorescos restaurantes de bocadillos. Lo más curioso de todo, fue a la salida del metro, ya que salimos y nos dimos, literalmente de bruces con la tienda Apple. Simplemente entre por curiosidad y por el postureo, ya que al haber estado en el Starbucks, era casi una obligación, entrar, ya que no tengo un producto de esta compañía frutera.
Hecho curioso todo ello, ya que lo que iba a ser una visita al Salón del Manga, derivo casi inconscientemente en una visita parcial por Barcelona y su gastronomía de comida rápida. Cerramos todo este festín, con lo que llamaríamos una tradición, que se instauro solo 365 días antes, que era comer en el Kentucky Fried Chicken.
Pasado ya la mitad de un año, desde que fuimos y faltando otra mitad para volver a ir, las ganas se acumulan, ciertamente. Los planes, ya son otros, nada tiene que ver con el ideario original. Ha quedado en un segundo plano, prácticamente, el Salón del Manga o más bien, lo hemos dejado como una mera excusa para escaparnos unos días y desconectar. ¿A alguno le ha pasado algo así, tener un viaje recurrente con amigos y que se distancia de la idea original?