Blog 133: Medio camino entre un Salón del Manga y el otro

Publicado el 15 abril 2015 por Baurk @d3rbaurk

Hace seis meses, recuerdo las ganas que tenia y las conversaciones con mi amigo, realizando planes y haciendo cábalas y cálculos de a los lugares que iríamos, sobre todo, a los sitios que iríamos a comer. Faltaba poco más de una semana para subirnos al tren, rumbo de Barcelona, en busca del Salón del Manga. Recuerdo gratamente el primer año, en el que me lio para ir y donde fuimos muy a la aventura, sin saber muy bien dónde íbamos en realidad ni que nos encontraríamos. Dormimos prácticamente en un zulo, bueno, sin prácticamente, ya que la habitación daba para una litera, una mesilla de noche y un escueto armario. Pagamos mucho la novatada, pero como se  suele decir, de todo se aprende y los preparativos para el siguiente año, que fue ahora ya, el pasado año, ya se hicieron otros cálculos, buscando un sitio más digno para dormir y buscando nuevos sitios para comer, entre otros aspectos, que os contare.Lo primero, es la nueva localización de la habitación, curiosamente, más cerca de la Plaza de España, donde se celebra el Salón del Manga, a menos de dos minutos y con un gran precio, ya que apenas días después del anuncio del Salón del Manga, ya teníamos la reserva del hostal. Algo inteligente que hicimos, fue adquirir un bono de metro, para movernos sin cansarnos, ya que lo que parece que está cerca, al final esta más lejos. Nada mas llegamos a Barcelona, fuimos a dejar las maletas, fuimos a dar una pequeña vuelta por el Salón del Manga mientras nos preparaban la habitación. El siguiente paso fue buscar un sitio donde desayunar y como el primer año nos quedamos con las ganas, buscamos un Dunkin’ Donuts, así que fuimos hacia Les Rambles, donde hay uno que encontré mediante una App de mi móvil.

Creo que dimos en el blanco. Resulta ser, que la ubicación del Dunkin’ Donuts es curiosa y estratégica, ya que está en la esquina de la entrada al mítico mercado de La Boqueria y a escasos metros de un Starbucks, con lo cual, el plan era sencillísimo, coger unos donuts e ir a comerlos al Starbucks con los cafés de allí, obviamente. No tenemos iPhone, yo no soy fan de Apple, pero al final, todos los caminos llevan al mismo sitio y más adelante lo entenderéis. Terminado el breakfast, paseamos por La Boqueria, aunque sin hambre, porque nos pusimos finos, nos dieron ganas de, no de comer, sino de deleitarnos con todos los productos allí presentes.

Cebados ya y con ganas de darnos más gustazos, paseamos para bajar el ágape mañanero hasta el Salón del Manga y empezamos las compras, ya que si algo hemos aprendido, es que el primer día, al haber menos gente, se puede comprar producto bueno a buen precio, si regateas un poco, sobre todo. La excelencia, llegaría esa misma noche. Buscando un sitio para cenar, en el centro comercial que hay en la propia Plaza de España, que es una antigua plaza de toros, reconvertida, decidimos al final, optar por lo más lógico, comer en un restaurante japonés y fue acertado. No es solo por la comida, que fue excelente o el trato, que fue exquisito, sino también por la curiosidad. No es que fuéramos curiosos en las vertientes de la palabra, sino que en la mesa de al lado, se sentaron el embajador de Japón en España y varias personalidades más del país nipón. Fue curioso, ¿verdad?

Bueno, el hecho de tener tan cerca al embajador nipón, estando allí nosotros por el Salón del Manga, fue algo interesante, aunque no fue lo único curioso que nos depararía este viaje. Ya en el segundo día, teníamos el dilema de ir a comer, bueno, tampoco dilema, solo era encontrarlo e ir, ya que la intención era ir a un Subway. Nos montamos en el metro y dejamos que nos llevara, ya que en la misma línea, hay uno de estos pintorescos restaurantes de bocadillos. Lo más curioso de todo, fue a la salida del metro, ya que salimos y nos dimos, literalmente de bruces con la tienda Apple. Simplemente entre por curiosidad y por el postureo, ya que al haber estado en el Starbucks, era casi una obligación, entrar, ya que no tengo un producto de esta compañía frutera.

Hecho curioso todo ello, ya que lo que iba a ser una visita al Salón del Manga, derivo casi inconscientemente en una visita parcial por Barcelona y su gastronomía de comida rápida. Cerramos todo este festín, con lo que llamaríamos una tradición, que se instauro solo 365 días antes, que era comer en el  Kentucky Fried Chicken.

Pasado ya la mitad de un año, desde que fuimos y faltando otra mitad para volver a ir, las ganas se acumulan, ciertamente. Los planes, ya son otros, nada tiene que ver con el ideario original. Ha quedado en un segundo plano, prácticamente, el Salón del Manga o más bien, lo hemos dejado como una mera excusa para escaparnos unos días y desconectar. ¿A alguno le ha pasado algo así, tener un viaje recurrente con amigos y que se distancia de la idea original?