La parte en pequeña y cursiva del principio, pertenece a la anterior actualización, para enlazar :)
Charlie no es (sólo) nombre de chico— No te preocupes. Si viste bien podrá compensar su falta de habla… —Fleur lanzó una sonora risita.
— No seas cruel —Fleur solía tener ese humor.
— Estaba de broma, cariño. Si tú quieres que la recibamos con los brazos abiertos, así lo haremos.
— Esa es mi chica. Eso me gusta más.
— No le des más vueltas a lo de la vecinita, ¿vale? Pensemos en nosotros, mejor. ¿Quieres que quedemos mañana para comer?
— Tengo entrenamiento de fútbol. Cuando empiece el curso tendré que emplearme a fondo y… creo que preferiré ir a casa y descansar.
— De acuerdo, me iré de compras con las chicas, entonces.
— ¿No te importa?
— En absoluto. Quiero seguir siendo la novia del mejor delantero del equipo este año también… —Logan sonrió de medio lado al escuchar hablar a Fleur— Buenas noches, cariño.
— Buenas noches, Flee.
****
Al día siguiente, cuando Logan volvía del entrenamiento de fútbol a medio día, se encontró de frente a Charlie, que se disponía a entrar en casa cargada de dos cajas, posiblemente llenas de cosas que aún quedaban por trasladar, y como si de un acto reflejo se tratase, se aproximó a ayudarla.
Charlie se volvió a Logan, puso su mano derecha en el lado izquierdo del pecho de él. Sonrió de nuevo, mucho más intensamente, al notar que los pálpitos del corazón de Logan se habían acelerado con aquel contacto. Él pensó que Charlie tenía muchas sonrisas diferentes que hablaban por ella. Sintió un escalofrío cuando ella puso la mano sobre su cuerpo. Fue una sensación muy agradable.
— De nada —dijo, entendiendo que ella, con aquel gesto, le estaba dando las gracias por ayudarla.
Charlie abrió la puerta de casa y le hizo un gesto para que pasara. Él accedió al vestíbulo algo tímido. La casa de sus vecinas estaba totalmente remodelada y la decoración no tenía nada que ver con la de la Señora Rodríguez. Olía a sándalo y a frutas y se escuchaba, de fondo, música rock antigua. Charlie guió a Logan hasta la cocina y él, al principio sin saber qué hacer, se quedó ahí plantado, mientras ella rebuscaba algo en la envera. Cuando Charlie se percató de que seguía de pie, le hizo un gesto con el ceño fruncido para que se sentara en una de los taburetes de la encimera, sonriendo después cuando él obedeció.
Logan se sintió a gusto allí con ella, a la par que nervioso. Se preguntaba dónde estaría la doctora McPherson, pero no lo hizo durante mucho tiempo, porque se centró en Charlie y en el bailecito que estaba haciendo delante de la nevera, dejándose llevar por la música que sonaba desde el caro y gran equipo del salón. Sonriendo, como atontado, con cada no de sus movimientos, daba igual lo que estuviera haciendo. Daban ganas de abrazarla, y eso que tan sólo hacía un día que se conocían.
— Flan —dijo él, sonriendo. Charlie asintió “sé que es un flan, no soy tonta. Quiero que lo pruebes”. Charlie señaló el flan y después se llevó la mano derecha al pecho. Tenía las manos preciosas también: los dedos finos y las uñas cuidadas y pintadas de rojo chillón— Lo has hecho tú —dedujo él. Con aquella interpretación de su gesto, Charlie aplaudió— Lo probaré, entonces —y lo único que le pareció más dulce que Charlie en ese momento, tras coger un trozo con una cucharilla y llevárselo a la boca, fue ese flan— Está delicioso.
Charlie volvió a sonreír. Abrió mucho los ojos y arrugó la frente. Estaba contenta. Era realmente expresiva, y a la vez tan natural y tan diferente a todo el mundo…
— Aquí la gente de nuestra edad no cocina, ¿sabes? —dijo entonces— A las chicas les da miedo romperse las uñas… y a los chicos mancharse —Charlie puso cara de incredulidad— Sí, se piensan que… por ser… ricos —de repente Logan enmudeció, dándose cuenta de que estaba hablando como alguien ajeno a esa gente que estaba describiendo y, sin embargo era uno más.
No era uno más solamente. Era el líder de toda esa gente, el más normal porque hacía lo que todos hacían y vivía como todos vivían.
Charlie percibió cómo la mirada azul y cristalina de Logan se ensombrecía de repente. Dejó de sonreír entonces. Si de algo había servido perder la capacidad del habla, había sido para acentuar todos sus sentidos. Cada cosa que tocaba, que olía, que veía, que escuchaba o que saboeraba era importante… y la sabía captar al detalle. Cuando perdióel habla, se dio cuenta de que con las personas le pasaba algo similar. Podía ver y notar, sentir cómo era la persona que tenía en frente, podía notar su más leve temblor o su más discreto escalofrío… y también su más pequeña preocupación.
Charlie miró a los lados de pronto, ante la atenta mirada de Logan, que sentía que no podía perderla de vista. La chica cogió una pizarra magnética de la nevera, y escribió en ella con un rotulador que había en un cajón.
“Tú no eres así”
No estaba preguntando. Era una afirmación.
— Pero yo no cocino —Charlie recuperó la sonrisa ante aquel comentario. Borró con un trapo lo que había escrito, y volvió a deslizar el rotulador.
“Ya, pero tú no eres así”
— ¿Sabes cómo es la gente de aquí?
“No, pero no me costará averiguarlo. Todos no son como tú”
— No, la verdad es qu no… —no se consideraba ningún santo, pero sí que era una de esas pocas personas de Rosales Row que se preguntaba, a veces, sobre qué había de emocionante en que, aunque el dinero no diera la felicidad, todos ellos tuvieran el poder suficiente para comprarla embotellada— Tú no eres como ellos tampoco —Charlie se encogió de hombros y volvió a escribir.
“Ya. Yo no puedo hablar”
— No es sólo por eso… —Logan sonrió, y Charlie sabía que tras esa sonrisa, él escondía algo que no se atevía a decir.
“Dime lo que piensas”
— No es bueno decir todo lo que uno piensa…
“¿Piensas algo malo de mí?”
— Por supuesto que no, claro que no. Me pareces una chica… fascinante, de verdad. Además, no te conozco, y… Bueno, pero sé que…
“Fascinante…”
— Exacto.
“…aunque sea muda”, añadió con el rotulador entonces.
— Estamos hablando, ¿no? La pizarrita nos ayudará a conocernos —Logan afiló media sonrisa, enternecido por la mirada de Charlie y la cara de niña que ponía al borrar y volver a escribir, una y otra vez.
“¿Quieres el primer consejo de amiga?”
— Por supuesto.
“Di siempre lo que piensas, porque cuando quieres decirlo y no puedes, estás jodido”
Logan soltó una carcajada y Charlie sonrió. No lograba sentirse nunca bien con los demás, pero con él, a pesar de haberle conocido el día anterior, parecía que había comenzado a fraguarse una interesante conextión. Una conexión que quizá la ayudaría a integrarse en el nuevo lugar al que acababa de llegar. Obviamente, ya sabía cómo eran allí: ricos, guapos, con éxito… no serían las personas más amigables del mundo. Sin embargo, Logan lo estaba siendo, y lo mejor es que era sincero, lo notaba en su forma de hablar. La voz de Logan estaba hecha para ser escuchada.
Charlie se percató de que Logan se había quedado mirándola fíjamente.
“¿Qué?”, escribió, rápido.
— Oh, nada, nada.
“Dímelo”, garabateó debajo.
— Seguramente… —está bien, iba a decir lo que pensaba, con todas las consecuencias— Si pudieras hablar, tu voz se parecería a la de un ángel.
Charlie abrió sus ojos verdes como platos y se ruborizó al instante. Dirigió la mirada desde Logan al suello, intentando ocultar la rojez de sus mejillas tras el pelo rubio. No siempre le decían aquellas cosas.
“¿Has escuchado hablar alguna vez a un ángel?”
— No, pero los veo escribir en pizarritas magnéticas de vez en cuando…
A Charlie las mandíbulas le dolían de sonreír.
“Me gusta la gente sincera”
— Y a mí.