Blogonovela: Confesiones de una Esposa Extranjera. Parte XIX

Publicado el 01 noviembre 2013 por Historias De La India @HistoriasIndia

Desesperanza

Pasé la hoja a la última página de la copia del diario de Gauri sin entender lo que sucedió aquella noche. Acaso…¿era Rohit hijo de Vikas? Me concentré en recordar  el rostro de Vikas, su mirada, su sonrisa. Era difícil determinarlo, después de todo, algunos sobrinos se parecían a sus tíos ¿no? Y Nalini, esa mujer tan dura, tan fría y obstinadamente conservadora, un guardián de  tradiciones…¿pudo permitirse un desliz con su cuñado?

Esa noche Rohit tardaría en llegar del hospital, me levanté de la cama y quemé las copias de las páginas del diario en la hornilla de la cocina. Ahora menos que nunca quería que descubriese que ese diario existía. Adoraba a su madre y la pureza que representaba. Me senté en la mesa del comedor a meditar frente a una taza de té. Parecía que había llegado a este país muchos años atrás y vivir en Delhi había sido la mejor decisión para ambos. Era difícil describir un país tan vasto y tan diverso como la India. Para mí era imposible definirlo como un país “espiritual”, como otros lo consideraban, ya que eso significaba ignorar la miseria que lo inundaba. Tampoco podía definirlo como asqueroso o desagradable, ya que implicaba desconocer la belleza que lo rodeaba. India, al igual que otros países, ofrecía múltiples caras.

En ocasiones olía a excremento de vaca y otras veces a carbón en brasas. Los aromas impregnaban cada esquina de la ciudad  como los insectos que nos visitaban antes de las lluvias. El monzón llegaba a Kerala durante el mes de Junio y se extendía a lo largo de todo el subcontinente impulsado por una masa de aire que rebotaba alrededor del país orquestada por las corrientes marinas y los vientos de los Himalayas. Los periódicos predecían su llegada y debatían sobre su intensidad cada año, cautivando la esperanza de millones de granjeros mientras la ciudad completa, cada mañana, escudriñaba los cielos, a la espera de que las nubes inundasen el firmamento y la brisa estimulase los corazones de los Delihenses.*

La vieja Delhi era mi rincón favorito de la ciudad ya que representaba la fantasía de cualquier Occidental que soñaba con venir a India: callejones estrechos, pasadizos abarrotados, multitudes apretujadas, rebaños de vacas y antiguos edificios con delicadas celosías esculpidas sobre piedra. El progreso tecnológico se veía reflejado en un atajo de cables desordenados que colgaban sobre nuestras cabezas, líneas telefónicas que se columpiaban como plantas enredaderas y torres repetidoras de telefonía móvil que competían con los minaretes de las mezquitas que perfilaban su sombra contra el lienzo del atardecer.

Cada esquina de la vieja Delhi escondía una sorpresa inesperada: una pelea de micos; un dhobi* lavando ropa sobre una superficie de loza; una mujer enfundada en su burca balanceándose estoicamente sobre una bicicleta o el magnífico jardín de una mansión del siglo XVIII.

El ambiente laboral en mi trabajo no era muy diferente al de mi cultura. La oficina estaba compuesta por un variopinto grupo de empleados que enfrentaban a diario los dilemas morales de cualquier sociedad. El jefe de redacción coqueteaba con la secretaria de recursos humanos mientras ella se debatía entre la lealtad hacía su prometido y sus necesidades económicas. La directora de proyectos era una mujer desenfadada que lucía faldas ajustadas y se rumoraba que tenía varios amantes. Sunil ahorraba cada rupia para una suntuosa boda y Lata, mi querida Lata me preocupaba. Había florecido una linda amistad entre ambas al cabo de pocos meses pero en los últimos días la notaba demacrada y llegaba tarde todas las mañanas. Acostumbrábamos a tomar una taza de té en el pasillo y yo solía escuchar con atención sus angustias e ilusión de casarse con su novio Arun por amor. Sus padres se oponían a la relación ya que Arun era mucho mayor que Lata y se había divorciado dejando dos hijos, sin embargo, Lata hacía caso omiso a los consejos de familiares y amigos, estaba enamorada y Arun era su primer amor. Los últimos días Arun había dejado de contestar sus llamadas y Lata lucía más preocupada de lo normal.

Esa mañana Lata no llegó. A media mañana la llamé a su teléfono móvil y no obtuve respuesta. Por alguna extraña razón tenía un mal presentimiento, Lata nunca faltaba a su trabajo. Le envié un mensaje a su celular preguntándole si algo andaba mal y continué trabajando tratando de concentrarme en la redacción de un artículo. Una hora después recibí su respuesta: “Camila, necesito tu ayuda, llámame”. De inmediato marqué su número sin vacilar.

—Hola Lata…¿qué sucede? ¿Estas bien?

Hubo un breve silencio y diez segundos después contestó con un hilo de voz—No…estoy muy mal…

—¿A qué te refieres?

—Estoy sangrando mucho, siento que voy a morir…

Me quedé sin aliento y casi dejé caer el teléfono.

—¿Donde estás Lata? ¿Qué te pasó?

—Estoy en el departamento de una amiga.

—Dime la dirección—anoté rápidamente sus indicaciones en una libreta y sin perder el tiempo tomé un taxi hacia ese domicilio.

El auto se detuvo frente a un edificio de seis pisos color arena. Le pagué al taxista sin esperar el cambio y me aproximé a la entrada para tomar un elevador. Al llegar al tercer nivel golpeé varias veces la puerta. Lata salió a mi encuentro. Sus labios no tenían color y estaban agrietados. Parecía una aparición.

—Pasa adelante

El departamento estaba muy oscuro ya que todas las cortinas estaban corridas. Una fragancia alimonada de cera para muebles se elevaba entre el polvo. Un fuerte olor a naftalina impregnaba el aire. Una polvorienta alfombra de Cachemira colgaba de la pared, representando el árbol de la vida en sutiles tonos de rojo y dorado.

—Siéntate Lata—le dije en tono autoritario. Ella bajó la vista y tomó asiento

—Cuéntame todo por favor…¿qué ha sucedido?

Lata me ofreció un café y lo rechacé. Se sentó en una poltrona desvencijada y comenzó a sollozar.

—Es Arun…

—¿Arun? ¿Qué hizo Arun?

—Nada…fui yo…he sido tan estúpida—rompió a llorar desconsoladamente. Esperé que se calmara. A cada sollozo temblaba y tomaba mis manos.

—Estuvimos juntos Camila, le entregué mi amor y quedé embarazada…

—¿Estas embarazada?—abrí los ojos perpleja.

—Ya no

—¿Cómo que ya no?

—Aborté hace un mes

—¿Cómo? ¿Hace un mes?—cada vez entendía menos

Lata se levantó y buscó un pañuelo.

—Así es—dijo secándose las lágrimas

—¿Tu familia lo sabe?

—No, jamás, ¡mi padre me mataría!

—¿Como abortaste? ¿qué hiciste?

—En principio tomé papaya verde con pimienta pero no funcionó. Unos dias más tarde probé con polvo de henna y tampoco dió resultado. Llamé a una amiga y me sugirió ir con una curandera de su villa. La  mujer me dió un paquete de hierbas medicinales para colocarlas en mi vagina pero no sucedió nada. La misma mujer me recetó tomar un brebaje de raíces de betel endulzadas con azúcar morena. El sabor era amargo y casi de inmediato comencé a sentir dolores en el abdomen. A los pocos días comencé a sentirme peor…llamé a mi hermana mayor…ella está casada y tiene experiencia…pero por temor a la reacción de mis padres no quiso ayudarme…

Me arremoliné en el sillón y apoyé mi cabeza en un codo.

—Presentía que algo raro sucedía—dije—te noté descompuesta y demacrada todos estos días.

—Llamé a otra amiga que está casada y el año pasado abortó una niña intencionalmente—Lata volteó para ver mi expresión y yo le hice un ademán para que continuara—fui a esa clínica clandestina. La enfermera me dió una bata blanca y pidió que removiese toda mi ropa interior en un baño que apestaba. El doctor me hizo un ultrasonido y un examen pélvico—Lata miraba al suelo cuando hablaba—el diagnóstico fue que el aborto no se había completado y tenía una infección.

Lata hacía largas pausas mientras narraba el relato y el sudor empapaba sus mejillas.

—Y…¿qué hicieron?

—Ese doctor sugirió que debía someterme a un procedimiento quirúrgico para evacuar los restos dentro de mi organismo—en la medida que relataba su desdicha poco a poco se iba tranquilizando.

—Y…¿Arun lo sabe?

—Lo he llamado, le he dejado miles de mensajes diciéndole que estaba esperando un hijo suyo y no aparece…no quise que el embarazo avanzara, debía tomar una decisión…no tenía dinero y tuve que pedir prestado a varias personas. También le mentí a mi madre y le pedí dinero hasta que logré reunir las seis mil rupias que necesitaba—ambas manos cubrían su rostro—al terminar la operación me dejaron en la camilla más de hora y media. Sentía que halucinaba.

—¿Cómo te sientes hoy?

—Tengo varias dias sintiendo dolores abdominales y sigo sangrando…

Arrugué el rostro y la miré fijamente

—Lata…lo que sientes no es normal…algo no anda bien.

—No, no… ya me pasará—dijo sacudiendo sus manos

—Lata, no puedo permitir que permanezcas aquí. Necesitas atención médica.—tomé el celular y le marqué a Rohit.

—¡No Camila!—gritó Lata arrebatándome el teléfono hasta aterrizar en el suelo—¡no puedo someterme a la verguenza pública! ¿No lo entiendes? Sería el fin para mi familia y el hazmerreír de todos. Mi padre no lo soportaría, jamás podría mirarle a los ojos.

Lata se levantó repentinamente dejando en el asiento un charco de sangre. Caminó tambaleándose hasta la habitación y se desplomó al llegar a la cama.

—¡Lata!—grité desesperada pero no hubo respuesta. Cogí el teléfono y reinstalé la batería que se había zafado con el golpe. Marqué de nuevo el número de Rohit pero no había respuesta.

—!Vamos maldita sea Rohit contesta!

Volteé el cuerpo de Lata y trataba de revivirla humedeciendo su rostro con un paño húmedo. Finalmente mi teléfono timbró.

—¿Camila?

—¿Rohit?—contesté gritando

—¿Qué pasa?

—Es Lata…mi compañera de trabajo…creo que está muy mal…está sangrando…no responde…está inconsciente…¡no sé que hacer!

—¡Cálmate Camila! ¿donde estas?

—En un departamento…no sé…

—Bien…dame la dirección…enviaré una ambulancia.

Los minutos se hicieron eternos, parecía que habían pasado muchas horas hasta que llegaron los paramédicos. Llegamos al hospital y Rohit nos recibió. Le conté lo sucedido y la ingresaron de inmediato a la sala de Emergencias.

—¿Sabes los números de contacto de su familia?—preguntó Rohit

—Los puedo investigar llamando a la oficina…pero…ella no quiere que se enteren…

Rohit me dedicó una mirada glacial

—Camila…estamos hablado de la vida de esta chica, no se trata de una fiesta de pijamas o confesiones de mujeres. Su familia debe estar aquí.

Me avergoncé de sólo pensar que pudiese sucederle algo a Lata

—Claro que si—dije bajando la vista y de inmediato llamé a la oficina.

Su familia llegó dos horas más tarde. Me senté en una butaca del hospital mientras a lo lejos observaba a mi esposo hablar con los padres de Lata. Su madre lloraba y su padre movía la cabeza de un lado a otro. Había otras personas acompañándolos que trataban de consolar a la desdichada pareja. Las trompas de falopio de Lata se habían infectado debido a la insalubridad durante el procedimiento quirúrgico. Solo quedaba esperar.

Los médicos que la atendieron salieron un tiempo después y le notificaron que Lata se encontraba bien pero nunca más podría tener hijos.

Durante el camino a casa Rohit no habló. Al llegar a nuestro departamento cenamos algo ligero y nos acostamos.

—¿Sucede  algo?—pregunté en la habitación. Rohit giró su cuerpo dándome la espalda por primera vez—¿Rohit?

Se volteó con la mirada iracunda

—¿Y después de esta noche todavía te parece que no sucede nada?

—¿Eh? ¿A qué te refieres?

—Camila…¡esa chica casi muere!

—Lo sé Rohit y también sabes que está respirando gracias a mi—dije en tono calmado

—¿Cómo es posible que mantuviera a escondidas de su familia su relación con un hombre casado?

—Arun no es casado…es divorciado, dos cosas muy diferentes.

—¿Arun? y encima ¡lo conoces!—dijo Rohit incorporándose

—Claro que no lo conozco, ¡sólo sé lo que Lata me ha contado!

—¿Y porque no le aconsejaste a tu amiga que fuese sincera con sus padres?… pero ¡claro que no! ¡después de todo tú eres la amiga “extranjera”, con la mentalidad tan abieeerta e ideas libertinas! ¡A ti pueden contarte todas sus ideas estúpidas y siempre serás taaan comprensiva!

—¡Oye! ¡Un momento! ¿Qué carajos insinúas? ¿Que soy su alcahueta?

—No sé si eres o no su alcahueta Camila…¡sólo se que sabías que esa chica andaba en malos pasos!

—¿Malos pasos? ¿qué diablos te pasa? ¿entonces tú también andabas en “malos pasos” cuando me conociste?

—¡Es diferente!

—¿Diferente? ¿Porqué va a ser diferente?

—¡Por que soy hombre!—gritó

—¡Oh!…¡que bien!…¡finalmente tu machismo se pone al descubierto!

—¿Porqué no terminas de entender que mi cultura es diferente?

—¿Si?  ¿y cuales son las grandes diferencias Rohit?

—¡Muchas!

—¿Estas seguro? ¡pues yo no veo tantas diferencias!  ¡los problemas son exactamente los mismos que toda maldita cultura con la gran diferencia que ustedes se empeñan en esconder lo que sienten verdaderamente! ¡En mi oficina hay hombres casados que persiguen mujeres solteras, hay mujeres casadas que han tenido un amante! ¡y qué carajos! el mundo sigue girando ¿no?

—Camila, no me interesan los asuntos de los demás, todos tenemos problemas, todos cometemos errores, mi problema es hacerte entender lo que considero correcto y lo que no, y pienso que el hecho de escuchar los flirteos de esa chica te hacen cómplice de un comportamiento intolerable que sólo ha traído desgracia para esa familia…¿visto los ojos de ese padre? ¿escuchaste los sollozos de su madre?

—!Claro que lo vi! ¡lo escuché todo! ¿pero sabes porqué lloraban? ¡No lloraban por Lata! ¡Lloraban por que ahora deben enfrentar la verguenza de tener una hija impura!  ¡una hija sin honor! ¡Una hija que se convertirá en una maldita carga y nadie querrá casarse con ella! ¡Lata se jodió su vida y lo más seguro es que mañana o pasado se ahorque en su habitación! ¿sabes porqué? ¡Por tu maldita, retrógrada y estúpida cultura!

—Entonces si mi cultura es tan retrógrada ¿porqué te casaste conmigo?

—¡Porqué me enamoré de ti! ¡No de tu familia! ¡No de tu cultura! —dije poniendo los brazos en jarras—¡me enamoré de tu personalidad, del hombre tierno, del hombre comprensivo, del hombre decidido, del hombre que quería formar una familia sin importarle que yo fuese extranjera! ¿Y qué me encuentro? …Una suegra posesiva que me odia, una…

—¡Basta Camila¡ ¡No metas a mi madre en esto!

—¿Tu madre? ¡Oh si claro! ¡Tu santa madre!

—Camila…te pido por favor dejemos a mi madre fuera de esto.

Rohit salió de la habitación y yo lo seguí.

—Pues…¿sabes qué? Los santos en el cielo están completos y resulta que… ¡tu madre no es tan santa como piensas!

Rohit arrugó el ceño y puso los ojos en blanco

—¡No me mires así!—le grité—sé lo que digo y no estoy inventando…

—¿Si? ¿Y qué tanto sabes tú de mi madre?

Se sentó en el sillón del recibidor abriendo las piernas y apoyando sus brazos en las rodillas.

—¡Sé más de lo que tu sabes!

—Si claro, claro…

—He dicho que sé de lo que hablo…tu madre no es la perfecta ama de casa que aparenta…es tan humana como cualquiera y ha cometido también sus errores.

—Camila ¿qué insinuas?

—¡Estoy harta de que tu madre me haga sentir como una paria sabiendo que ella no es ninguna santa!

—¿Sabes que Camila? ¡Me harté de tus estupideces!—dijo Rohit levantándose y regresando a la habitación.

—¿Estupideces? ¿crees que hablo estupideces?—decía en tono retador mientras lo seguía

—Pienso que hablas sin sentido, que te sientes herida y necesitas lastimarme y lo haces hablando sandeces de mi madre por que sabes que me duele.

—¡Tú no eres hijo de tu padre!—grité con todas mis fuerzas

Rohit se detuvo en seco y se volteó lentamente. Fijó su mirada en mi rostro mientras sus ojos se ponían vidriosos. Era una mirada de odio.

Entré al baño tirando la puerta. ¿Qué me estaba pasando? ¿Había enloquecido? Me senté en el borde del sanitario tratando de digerir el gran error que había cometido e intentando sopesar las implicaciones que ello traería consigo. ¿En qué estaba pensando para soltarle semejante afirmación a Rohit? Ni siquiera tenía pruebas y aunque había leído el bendito diario no había quedado claro lo que Gauri había visto. Sentí un peso grande en los brazos y en las piernas y mi cabeza daba vueltas. La puerta del baño se abrió y Rohit se sentó sobre los azulejos exactamente frente a mí. No podía mirarle a la cara. Si todo acababa era sólo mi culpa.

—¿Puedes contarme a qué te refieres?—murmuró pausadamente revolviendo su melena perezosamente con la mano.

Le conté todo desde el principio. Mis clases de hindi en el barrio Musulmán, la tarde que entré a la casa de Vikas y descubrí el diario y por último el contenido del diario.

—¿Donde están las copias?

—Las quemé…

—¡Qué conveniente!—dijo Rohit sarcásticamente

—Lo hice justamente ayer…para no herirte…aunque no me creas.

Volvimos a nuestra rutina al día siguiente y Rohit sólo me hablaba lo necesario. Me dolía mucho su indiferencia pero aprendí a sobrellevar la situación. Lata no volvió nunca al trabajo. Sus padres se la llevaron a su villa de origen en el norte de Bihar. Al poco tiempo supe que se había casado con un agricultor de la región en un matrimonio concertado. Todos sus sueños y esperanzas se había diluído en el mar de las tradiciones…

GLOSARIO DE TERMINOS:

*Delihenses: nativos de la ciudad de Nueva Delhi

*Dhobi: lavandero.

Continuará…

Historia de Ficción original de:

Lorena Mena

Ilustraciónes:

Lorena Mena

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