¿Pueden sustituir una relación humana significativa?
La bolsa de agua caliente es simplemente el concepto más estúpido y peligroso que ha concebido la humanidad, salvando quizá la practica de cubrir la cama con brasas ardientes y algún que otro rolo prendido fuego. Es básicamente una bolsa llena de agua hirviendo que nos llevamos a la cama. A dormir. Y la aplastamos todo lo que podemos. Digo, la gente que se quejaba de la peligrosidad del SUN tanto que lo hicieron prohibir, ¿no les dio para echarse una prohibidita con estas calderas de dormitorio?
SUN- el Bin Laden de la calentada de agua
Esto no ha declinado las ventas de las bolsas de agua caliente en tiempos de calefacción central y aire acondicionado por lo que el equipo de Hipopótamos Corruptos (yo y dos de mis otras personalidades, pero no las más interesantes) nos dimos a la tarea de investigar que hay detrás de esta fascinación por la quemadura. Lo que descubrimos nos dejó boquiabiertos.
El principal uso de la bolsa de agua caliente es como sustituto afectivo. Los que están pensando "bueno, tapoco es tan horrible como el día que me voltié el banco de la plaza" notarán que no hemos utilizado el término sexual en ningún momento, eso no nos hubiera resultado impresionante en lo más mínimo, solo hubiéramos preguntado "¿donde se le hace el agujero?", no, la gente, utiliza a la bolsa de agua caliente como una relación afectiva más.
Una encuesta realizada por una universidad importante (La misma que testeó el té chino del doctor ming) pone a las bolsas de agua caliente en el número uno de "objetos con los que irías de compras si la gente no te viera raro por el shopping" en un grupo de estudio femenino, mientras que en el grupo de estudio masculino "objetos con los que te tomarías una cerveza un viernes de enero" quedó en segundo lugar precedido únicamente por "una segunda cerveza".
Bolsa de agua caliente- El amigo que no te vendió a un traficante de esclavos para comprar pasta base
Las razones para este afecto desmedido por las bolsas de agua caliente no es claro, pero podría deberse al afecto que los uruguayos sienten por las cosas calientes como el mate, la sopa o el calendario de la revista H; o quizá un instinto paternal no satisfecho por nuestros hijos normales que no levantan temperaturas mayores a los cuarenta grados por más tiza que les trituremos en la mamadera. A esta altura son simples conjeturas, pero una cosa es clara. Ahora ya sabés para quien era ese buzo de lana que no tenía pies ni brazos que tu mamá insistía que era tu regalo de navidad del año pasado