Estoy con Bono (con el adinerado carpetovetónico, no con el de U2): tampoco estimo necesaria en España una ley de libertad religiosa; porque veo que, efectivamente, las religiones y la religión disfrutan en este país de una libertad que acaso pueda considerarse libertinaje: tal es su desenfreno apostólico, apologético, apocalíptico, sicalíptico, proselitista, elitista, mediático…
En España, Señor Bono, lo que hace falta no es libertad religiosa –porque ya la tenemos: todo dios puede gozarla o atormentarse bajo el marchamo de la religión que guste- sino libertad de conciencia, para que todo el mundo pueda hacer lo que plazca a su conciencia, sea esta religiosa o no.
La libertad de conciencia garantiza que se respeten tanto el espacio religioso como el laico.
La libertad religiosa, en cambio, privilegia de algún modo el espacio religioso sobre el laico.
¿El huevo? ¿La gallina?
Arrancándose por soleares, el maravilloso Bono continúa con su prédica, a favor de la presencia pública de los crucifijos, que –asegura- no hacen daño a nadie. Este cruzado de la reconquista espiritual de Occidente, este golfo (“Gran porción de mar que se interna en la tierra entre dos cabos”: DRAE) del océano de la fe que se adentra en estas impías, rojas y masonazas tierras, confunde libertad religiosa con libertad de conciencia, atribuyéndole a aquélla rasgos que no tiene y pertenecen a ésta.
Yo creo que la gallina.
Amos, anda, Bonito.
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