Hoy he tenido un día de chiens de France. Ya me había resignado a marchitarme sutilmente en este cuartucho charro, creo que ya había comprendido que la excentricidad que ahora se convirtió en moda y el espíritu de cool girl no van conmigo.
Y me resigné a ser una tía común, que piensa cosas ñoñas, mantiene comportamientos excéntricos y es oyente asidua de los scorpions que da voces y saltos cuando escucha rock you like a hurricane . Pero está claro que cuando el diablo de arriba se viste de Prada, procura que tu día sea el más infeliz posible.
Siento haber sido la persona más fracasada que puebla la Pontificia. Pero supongo que a cualquiera puede sonarle tarde el despertador; casi perder una pashmina regalo de su santa madre por el camino a la facultad; entrar en sprint al edificio con un calor sofocante y un resbalón inminente; saber cinco segundos después que la clase no había empezado aún; tener ganas de darse cabezazos contra la pared; descubrir que has sacado la nota más baja de todo el sistema numérico que jamás habías conocido en persona en el instituto; tener que enfrentarte a esta calificación que te sonríe mientras te dice: "si te hubieras acordado de hacer un click para borrar tu estúpido careto del documento, yo estaría felizmente casada con un señor uno a mi izquierda."; pensar que has empleado veinte horas de tu feliz fin de semana en el santísimo trabajo y que ya te las puedes pasar por el forro; querer darse cabezazos contra la pared de nuevo; correr hacia el portal porque llegas tarde de nuevo; y con un elegante balanceo de muñeca perder el equilibrio y hacer que el móvil resbale sinuosamente hacia el piso, oyendo cómo cae y doliéndote los trescientos euros que gastaste para que su funeral sea tan insignificante, cuando siempre pensaste que acabaría siendo pasto de los chachos... Welcome to my life. Al menos antes guardaba el consuelo de que no podía ir peor, hasta que la maldita ley de Murphy asesinó vilmente mis expectativas. Solo espero que al menos, esta noche no sueñe con los nazgul, porque ya, era lo que me faltaba.
Ana Esther