Boomerang

Creo que una de las cosas más chungas de esta vida es el resentimiento porque nos hace sacar lo peor de nosotros. Si ya dar lo mejor es complicado de por sí por muchas y diversas razones, cuando entra en juego la cara amarga de uno mismo, las situaciones que se producen son lamentables.
Con los años he visto cómo seres queridos han sufrido mucho y lo siguen haciendo por culpa del resentimiento ajeno o propio. He sido espectadora de las malas acciones de otros, cubiertas por ese resentimiento, y el resultado de estas ha sido lamentable. Lo peor de todo lo he encontrado en la utilización de los hijos para los propósitos rastreros de las personas. Esos niños que se usan para causar daño a la expareja y a los que se trata de lavar el coco o, cuanto menos, no se intenta minimizar el rencor que puedan tener hacia el progenitor que deja la casa cuando la pareja se rompe. He visto a nenes de amigas enfermar por ello y a estas no hacer nada por evitarlo, con tal de dañar a su exmarido, por ejemplo. Amigas que eran buena gente en apariencia y que han cambiado a causa de la inquina. Han dejado a sus ex sin casa (pese a haberla pagado a medias), sin dinero y sin el cariño de sus hijos porque, de pronto, de ser buenas personas han pasado a ser malas a sus ojos (creo que ellas no tienen espejos en sus casas para verse reflejadas). Quizás la vida devuelva lo que se hace por rencor como el boomerang que se arroja y, al cabo del tiempo, regresa. No lo sé.
Solo sé que es triste hacer daño a un hijo por esa hiel. No estoy descubriendo la pólvora, solo estoy reflexionando en voz alta ya que es Navidad y esta época invita a ello.