Comentar, a estas alturas de la historia de la literatura, esta magnífica obra de Boris Vian puede que no tenga sentido. Lo tiene para el que no la ha leído y quiera conocer cómo hace 71 años el autor sorprendió al mundo e incluso tuvo que pagar una multa a posteriori por la "inmoralidad" de esta novela. Sin desgranar nada del argumento sí podemos afirmar que estamos ante un ejercicio de valentía no sólo por la época en la que se editó sino por la temática sobre la que versa.
A nivel estilístico pues se puede concluir que Bukowski copió esta forma de escribir con las tripas, ese odio visceral y esa forma de presentar un texto sin lijar, sin aditivos y lleno de vida. Se lee fácilmente, te hace odiar al protagonista y en parte hasta se le entiende. Lo mejor es el sabor amargo que deja en la lengua una novela que ya tardas en leer.