El local es una casa tradicional de la zona, sobria pero acogedora y decorada con buen gusto. El único defecto que encuentro es precisamente su ubicación, ya que se encuentra en medio de la carretera y sin posibilidad práctica de ver nada o dar un paseo por los alrededores sin coger el coche; lo cual, después de un menú tan largo, se agradecería bastante.
En cuanto a la comida, queríamos conocer bien su propuesta e íbamos a todo trapo (que para eso trabajamos todo el año), así que escogimos el menú largo “tradición y modernidad” a 80 euros. Había otras dos posiilidades de menú a 45 y a 55 euros, así como a la carta.
Antes de comenzar nos invitaron a un aperitivo, un chupito de foie, suave y fresco que nos sirvió de introducción a los snacks del propio menú, que se inició con el bocadillo caliente de quesos asturianos, las croquetas del compango y un cocktail de ron con manzana. El bocadillo, una delicia, consistió en unas finísimas y crujientes láminas de pasta algo especiada que escondían una crema de quesos muy agradable, muy buenas e intensas las pequeñas croquetas, y muy inteligente el acompañamiento del fresquísimo cockctail que acompañaba de maravilla a ambos aperitivos.






Seguimos con un hígado de salmonete envuelto en algas. Un derechazo de mar, para amantes de los sabores fuertes, de esos que te obligan a cambiar la copa para que el vino te sepa a algo.

Otro de los destacados fue el Centollo, cabeza y pata. Un vasito con las patas vino a preceder a un chorrito del jugo que nos sirvieron sobre las mismas. Buen producto muy fresco.
Después llegó el bonito en verde, musgo y costra. De nuevo producto sin más con unas algas que yo no hubiese añadido, ya que camuflaban el sabor del pescado.
Otra vez producto con el salmonete, esencias y patata. Soy un amante de la especie, pero este no me emocionó. Aunque impecable en su frescura, estaba recio, demasiado firme y ligeramente seco. Echo de menos algo de la melosidad en la textura, fruto tal vez de la técnica de cocción que he visto en algunos restaurantes gallegos de nivel similar (Solla, Vieira...). A lo mejor la alternativa a lograr esos puntos sea no complicarse la vida y hacer el lomo vuelta y vuelta que está buenísimo. En cualquier caso quede claro que no estaba malo, pero soy más exigente dada la fama, nivel y precio del restaurante.


Y hasta aquí la oferta salada (gracias a Dios) que combinamos con un Collet Blanc de Blancs que estuvo a la altura de todo. Recordaba la bodega de los comentarios de Joan (De Vinis), y no lo dudé. Algo caliente al inicio, por lo que tuvimos que esperar a que bajara su temperatura y diera lo mejor de sí. Fresco, complejo, envolvente, bien estructurado, perfecto para el menú, e incluso aguantó la fabada.

A continuación llegó el plato más "inteligente" de toda la jornada, la manzana 100% (estudio de manzana). Aromas, texturas y sabores de la fruta en diferentes formatos: espuma, láminas, seca y un delicioso helado. Refrescaba muchísimo y preparaba el cuerpo para seguir, en palabras de mi novia "ahora parece que no hemos comido nada".



La cuenta: 180 euros (2 personas). Al margen de que unos platos me gustasen mas que otros, el conjunto es una experiencia sensorial que vale la pena, mas allá de ir a comer a un restaurante. Un precio alto, pero no caro en relación con lo ofrecido.
Casa GerardoCtra. As-19 km 9985887797