Revista Literatura

Brinca-charcos.

Publicado el 02 septiembre 2011 por Roman_v

Brinca-charcos.
Cuando era pequeño solía tener unas botas de plástico para brincar en los charcos cuando acababa la lluvia… mi madre les llamaba brinca-charcos o algo así, pero al final terminó por tirarlas en vista de que su hijo daba mucha lata y no podía controlarlo.
Yo era uno de esos niños inquietos a los que no les costaba divertirse con cualquier cosa, la soledad no era impedimento ni me generaba algún faltante, así pues, yo amaba caminar bajo la lluvia y brincar en cada charco, sentir el viento frío y seguir sin suéter, sin nada más sino la ropa simple y esas botas rojas. A veces puedo ver aún a ese niño, con su cabello algo crecido y notoriamente ensortijado, con su carita inescrutable y esos ojos tan vacios, sin sonrisa, como si nada nunca pudiese despertarle. Y sin embargo… sin embargo era lo más cercano a sentir felicidades, porque al menos quedaba ante él la calma, la ausencia de todo, de emociones, pero también de algún problema o un peligro. Algunas veces me he preguntado cundo fue que comenzó a llover, si desde el inicio de la noche o apenas cuando atardecía.
Quisiera cerrar los ojos y olvidarlo todo, olvidarme de mi nombre y de mis propios pensamientos, olvidarme de las cosas y detalles, olvidar… que soy incapaz de sentir de forma similar al resto, que lo único que me queda es observar y aprender, intentar comprender y culparme, culparme por no poder atravesar el vidrio y dejar de sentirme tan ajeno a ellos, a todos. Realmente quisiera poder entender menos de las cosas y más de las personas y los sentimientos, pero pocas veces puedo sentir algo por mi mismo. Quizás y aún sigo siendo el mismo niño, aún brincando sobre los charcos pero sin poder mojarse, ajeno al agua en sus pies, pero con un cielo gris sobre su cabeza.
Recordar…. Yo no se porque es que las personas recuerdan y cargan por siempre su pasado como si pudiese servirles revivirlo en cada instante, yo la verdad preferiría borrarlo y nunca más pensar en ello, pero a veces, y de alguna forma, el pasado que he bloqueado se escapa y vuelve, es lamentable y un fastidio, porque solamente me recuerda que siempre he sido así, una persona que no puede definir una emoción profunda de una cosa pasajera a menos que la compare con alguien que lo sepa o que lo defina como si fuese una enciclopedia o quizás un diccionario, ¿Y quién soy yo? No lo se, pero hasta mi propia madre dice que yo no soy humano. No, realmente recordar no es algo que yo aprecie, y menos aún porque yo conozco mis propios errores y mis ya sabidas limitantes, es por eso que no necesito a nadie repitiéndome esas cosas, ni siquiera a mi mismo, porque es ya bastante difícil discutirme a mis adentros la ausencia de nada que no sea lo correcto o incorrecto.
Hoy llueve, pero quisiera que lloviera por siempre afuera y nunca dentro, porque desearía poder quitarme esas botas y sentirlo siempre, sonreír por un segundo pero no por compromiso, sino porque realmente algo pudiese causarme una sonrisa como pocas veces la he sentido, pero no, no sucederá eso, porque simplemente no hay nada para despertarme de este sueño interminable por más de dos segundos. Y sí, yo recuerdo muy bien a aquel pequeño, pero simplemente… no puedo evitar por mucho el despreciarlo, porque quizás y debía de sonreír, pero no puedo recordarlo de esa forma ni un momento, pero en cambio si puedo recordar todo lo que el pensaba en cada instante en cada cosa.
Sí, hay cosas en este mundo que nunca cambiarán. La misma pregunta, la misma respuesta, las mismas botas y la misma lluvia, el mismo chico a pesar del tiempo y tantos cambios. Una farsa, la mayor mentira que irónicamente debería ser la realidad más verdadera. Y soy de nuevo aquel mismo enano, aún con el cabello crecido y notoriamente ensortijado, con el rostro inescrutable que pareciera contemplar el infinito como si nada le importase, y aún ante todo, persisten los ojos tristes que no abarcan nada sino el vacio. No hay una manta ni un suéter para mí, solo breves instantes de calidez y más memorias como carga olvidablemente inolvidable.
Soy un brinca-charcos tras un grueso vidrio, incapaz de pasar a resguardarme como todos, incapaz de calentarme como el resto. Vivo mi vida por la voluntad de lo correcto, pero hacer lo correcto solo es un camino para no sentirse del todo miserable, y sin embargo… sin embargo siempre hará falta algún sentido, una razón de peso que valide un hecho y lo convierta en algo, pero claro, esas cosas se deciden más que nada por los sentimientos, y yo no siento nada sino aburrimiento.
Algunas veces me he preguntado cundo fue que comenzó a llover, si desde el inicio de la noche o apenas cuando atardecía. La verdad es que eso no lo se, pero a veces desearía que se detuviera adentro o que nunca terminase de llover afuera, porque al menos así… las cosas ya serían diferentes. Y sí, recordar es para idiotas, porque yo preferiría despertar y no saber de nada, ser nuevo en el mundo y comenzar de cero, porque así quizás… no tendría que mirar aquello que no siento con pleno conocimiento de las cosas, y podría despertar, despertar sin reírme de los demás cuando presionan insistiendo que no debería de burlarme, sino sentir aquello que no siento, porque sería entonces más emocional y podría preocuparme más por ello que por simplemente estar en calma buscando lo correcto. Y sí, soy solamente un brinca-charcos con sus botas rojas y solo eso, un brinca-charcos sin nada más que la lluvia dentro.
-Brinca-charcos-

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