Revista Literatura

Broche final.

Publicado el 26 agosto 2011 por Marga @MdCala
Relato publicado en Sexto Continente (final de página). Mi agradecimiento a Miguel Ángel de Rus.
Hacía seis meses que tenía la reserva confirmada de su crucero nocturno por el Sena. Volver a París, ahora sin hijos, era una de esas promesas que habían sellado muchos años atrás, bajo las sábanas de aquel encantador hotel francés. Broche final.

Esta vez sería ella quien se encargara de que todo estuviera listo para la celebración de su vigésimo quinto aniversario de bodas. Las de Plata. Las que tanto esfuerzo de pareja costaba y a las que sólo los elegidos llegaban.

 

Era -había sido- una afortunada y sentía que debía festejarlo por todo lo alto, pues rara era la mujer que disfrutara -como ella- de veinticinco años de luces y tan sólo unos escasos lapsus de sombras. Su marido era un hombre excepcional y le debía ese homenaje. Se lo debían mutuamente.

 

Laura, pilar y apoyo de Pablo, le había estado ofreciendo fuerzas, ánimo y coraje en toda su carrera empresarial durante la que tantas penurias compartieran, y a la que tantas veces maldijeran. Sin embargo, el arquitecto al que amaba más que a su vida necesitaba crear su propio negocio y concentrarse en su trabajo al máximo, robándole con ello a su mujer y a los chicos el tiempo que no debía. Ella siempre lo aceptó, comprendió y alentó hacia el éxito. Y el éxito, al fin, llegó.

 

Ocurrió sólo un año antes de ratificar por internet aquella romántica reserva: la empresa de Pablo no daba abasto con la cartera de clientes que había conseguido reunir, y las cuentas personales de su marido y sus dos socios olvidaban para siempre los indefectibles números rojos. Esto, la prosperidad actual de su familia, parecía ser la felicidad absoluta, y aunque constatarlo como realidad le procuraba siempre escalofríos, Laura se concentraba en planear con su esposo todo aquello que los años, el trabajo, el cansancio y los niños no habían permitido con anterioridad.

 

Un aniversario de bodas cenando y degustando un carísimo Chardonnay, a bordo de uno de les Bateaux Parisiens se antojaba nostálgico y perfecto. Habría música suave en directo, flores en la coqueta mesita circular, y -posteriormente- toda la intimidad deseada en una suite de Le Méridien, el mismo hotel que ya ocuparan cuando llevaron a sus hijos al Parque Disney…

 

Y el día llegó.

 

Ya abandonando Charles de Gaulle, Laura fue sintiendo ese escalofrío que intentaba, a veces sin éxito, desechar; ese estremecimiento cruel que no la abandonaría hasta ocupar, aquella misma noche de aniversario, una de las mesitas de mantel blanco y cuidada cristalería del gran barco parisino. Ya acomodada y admirando el iluminado río, se encontró mejor, casi feliz. Y con un discreto gesto, llamó la atención del garçon.


-S’il vous plaît?


Tal y como había prometido a su esposo un mes antes en el hospital, cuando la Felicidad creía haber cumplido con ellos, la señora de Pablo Álvarez festejaría el aniversario de plata por los dos, y la Ciudad de la Luz pondría el justo broche final a su fantástica historia de amor…

 


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