Hoy París se desperezó así, grisáceo y brumoso. Mientras tomaba el café en el balcón, con el frío en los huesos y el humo congelándose en las venas de la tráquea, sentí que la melancolía me besaba en la boca y en arcadas le devolvía un suspiro.
Pero la noche del viernes es mágica, la voz ronca al oído de la frustración levanta el pliegue de la falda, los bares alimentan gargantas ávidas de absentas coloreadas por el abandono, y le mete mano al sexo y a la soledad.Porque eso también es París, un abandono del cuerpo cada viernes, esperando la caricia del croissant caliente al despertar de un sábado llenito de quimeras y de sábanas arrugadas, y de días por compartir volviéndose a tatuar la piel.P.S. Gracias a ti, Nán. ;-)Imagen, E.M. Desde el balcón