Lo primero que se necesitaba era dinero para sufragar los gastos del personal saharaui y del mantenimiento anual del bibliobús. Para ello los alumnos del San Narciso aportan 30 céntimos a la semana de sus pagas lo que supone 3000 euros al año.
Lo segundo es conseguir un autobús y reformarlo. Después de muchas puertas cerradas como las del Instituto Cervantes y los Ministerios del Estado Español, se abrió una de forma instantánea, la del Gobierno Vasco. El Lehendakari donó el autobús. Claro que aún faltaba otra parte, la reforma para convertirlo en una biblioteca con ruedas. En ese momento otro grupo de personas unieron esfuerzos y lo hicieron: Los Amigos del Pueblo Saharaui del País Vasco.
Se tenía el dinero para sufragar gastos, el bibliobús, y faltaba otra parte importante: los libros. Dos personas se volcaron en el trabajo de realizar un proyecto lector completo y maravilloso: Merche Caballud y Carmen Carramiñana, ambas Premio Nacional de la Lectura por sus grupos de lectura “Leer Juntos”.
Se pidió ayuda a las editoriales más importantes de nuestro país cuya respuesta fue, con completa generosidad, SÍ (excepto una. Siempre hay quien cierra los ojos y el corazón, ¿verdad?).
Editoriales como: SM, Anaya, Edelvives, Everest, Kalandraka, Kókinos, Ekaré, Media Vaca…
Sí, todo iba en camino y de inmediato recibió la aprobación de los Ministerios de Educación y Cultura del Gobierno Saharaui y de su delegado en España. Encontrando su acomodo en un generoso plan educativo de la Universidad de Alicante.
El bubisher (significa ave que trae la buena suerte en el Sáhara), ya es una realidad desde este otoño.
Pero, como muchos proyectos, seguirá creciendo gracias al trabajo de los voluntarios que vayan allí a dar parte de sus vacaciones yendo a las escuelas saharauis a llevar libros, historias, y sueños a un pueblo que necesita la cultura para sobrevivir en la tierra más inhóspita del planeta.
TÚ puedes ayudar, quizás no seas uno de los que vaya en el Bubisher, pero sí puedes difundirlo haciendo copias y poniéndolas en tu centro de cultura, colegio, biblioteca o instituto.
Así, nadie que haya pensado o querido participar quedará sin poder hacerlo. Yendo a los campamentos a llevar el bibliobús y los libros a las aulas, o colaborando desde el colegio recogiendo libros, o de cualquier otra forma.