Buraco

Publicado el 01 agosto 2018 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970
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Me quedó un buraco en el pecho del misil que me mandaste.

Que puntería la tuya desestabilizar tanto mi mañana cuando yo estaba súper pancha, lejos, distante, segura, firme, amurallada, cobijada en la pseudo seguridad inmaterial que me dan los días grises.

Leí recién que el misil balístico intercontinental DF-5 desarrollado por los chinos recorre unos 13.000 km hasta dar en el blanco.

El tuyo no sé cómo se llama, pero sus megatones acaban de hacer explosión en mi pecho. Tanto que ha quedado un tsunami en el centro de mi ser, desplegando corrientes eléctricas y de destrucción masiva que salen por la punta de mis dedos.

Me pedís que te siga “amando” como hasta ahora. Y no puedo. No quiero. No quiero querer así, me resisto totalmente.  Porque eso es la media del amor. Y yo quiero amar en serio, sin censura, ni cortes comerciales.

Me hubiera encantado nacer para las medias tintas, ser más light, más desabrida, más tolerante con el ni fu ni fa, más abierta, más poliamor, más relajada; un yogui extraviado en las calles de un conurbano lleno de vendedores ambulantes, indigentes y manifestaciones docentes.

Ganaste. Necesitabas que todos los titulares hablen de vos. Touché. El misil dió en el blanco. Los noticieros y los diarios locales no hacen más que hablar de eso. Eso que está caliente, candente, en llamas, incendiando palabras una detrás de otra creando llamaradas descomunales en todas las gamas del rojo.

Me declaro incompetente para devolver el golpe, para actuar con astucia, para ser más inteligente, más ordenada, más precavida. Me declaro habitante de la frontera de una zona de guerra, de rodillas, entregada a la violencia cósmica que viene desde la otra punta del planeta. Esa frontera que es un río, ese río que soy yo.

Recogeré los pedazos mañana, cuando con la valentía del nuevo día, me vuelva a bañar, a vestir, cuando vuelva a inspirar el aroma del día que viene con tu ausencia programada. Esa intermitencia diaria que se da luego de tu presencia contundente.

Nada que oír, nada que decir, nada que agregar.

Patricia Lohin

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