Me desperté muy temprano, igual era por los nervios, necesitaba
volver a la calle para ver si podía encontrar
a esa señora. Me asome por la ventana y vi que el día era precioso, las nubes habían
desaparecido y el sol brillaba con mucha
fuerza.
Hacia tiempo que no me sentía así, tenia ganas de
arreglarme, salir, hacia mucho tiempo que no me sentía con esa fuerza, estaba
ilusionada.
Me arregle y salí rápidamente, la forma en que me sentía hacia
que me fijara en la gente, que ya no me molestaba, al contrario, miraba sus
caras y me sentía tranquila y relajada.
El camino se me hizo corto, por las ganas que tenía de
llegar, de repente vi el patio en el que me había refugiado, el día anterior, los recuerdos volvieron a mi mente un poco
difuminados. Enfrente había un parque, en cual me pude sentar, para ver si podía
volver a ver a la señora pasar o salir de alguna casa. No estaba segura de
poder reconocerla, pero su cara envejecida aunque radiante, debía de ser
inconfundible.
Estuve media hora sentada, fijándome en toda la gente que
pasaba, pero nadie que se pareciera a ella. Ya que estaba allí empecé a pasear
un poco, ya que el día era muy bonito y yo estaba llena de ánimos, era una cosa
que hacia mucho tiempo que no tenía ganas de hacer.
Ya se hizo hora de comer y me volví a casa, pero pensaba
volver por la tarde, sobre la misma hora del día anterior, a ver si tenia
suerte y podía agradecerle el gesto tan bonito de apoyo que tuvo conmigo.
Cuando llegué a casa lo primero que hice fue ver la flor que
estaba en la mesa, como una cosa tan pequeña y envejecida, podía llamar tanto
la atención.
Comí rápidamente pensando en volver a salir, se hizo la hora
de volver a la calle, espere en el mismo sitio sentada, pero no tuve suerte.
Así estuve durante casi una semana, la señora no aparecía
por ningún lado, pero “en ese transcurso de tiempo mi vida cambio
radicalmente.”
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