Ella, entonces, como si bebiera un sorbito de champán, se perdía en los sonidos del silencio.
Revista Talentos
La chica yeyé se llamaba Anduriña. Siempre callaba cuando el borracho que mascullaba "yo soy aquel al que le gusta que suenen los ejes de mi carreta" le gritaba: "¡Cállate niña, no llores más!".
Ella, entonces, como si bebiera un sorbito de champán, se perdía en los sonidos del silencio.
Ella, entonces, como si bebiera un sorbito de champán, se perdía en los sonidos del silencio.