Búsqueda de anhelos, un maravilloso pasado, no es consuelo; y tu silueta en mi mente ya no descansa.
La recorres una y otra vez con energía renovada. A base de danza savia de manzana, sidra que comienza en el vals del ocaso, y acaba en el swing pepita de mañana.
No eres el mejor de mis recuerdos, eres mi ser más puro, vivo y etéreo. Mi condena eterna, mi despertar brusco, cada vez que me acuesto y duermo.
¿Qué será de ti? ¿Qué bailarás ahora? Te echo tanto de menos que si fuese gota de lluvia y tú mi océano, caería sobre ti cómo los rayos del sol en el desierto.
Sonríes, me sigues y con tu mirada muestras mi sonrojo. Deslizas tu melena hasta que me acarician tus cabellos. Te abrazo, te protejo, te acerco la calma y entre mis brazos siempre duermes, con la cabeza apoyada en mi garganta.
Me atrapas en tus sueños de playa, espuma y desnudos cuerpos. Me acerco, te seduzco, con ojos azules de luna descalza y palabras tiernas de verde fresco, bosque de lavanda.
Te ocultas entre mis obligaciones y apareces con el tiempo justo, en mitad de mi descanso; frente a los latidos de un corazón, que bombea acelerado; cuanto más te acercas, y brota con fuertes tallos, lo que de tinta negra por la larga ausencia, se había emborronado.
Libre eres, vuela alto cometa se rompió el sedal… y a mí ya nada te sujeta.
Ya no correteas, entre mis dedos… cómo cuando eras paciente y obnubilada, pendiente de mi charla, tanto… que hasta te mecías entre mis palabras, de descanso y lógica apasionada.
Aunque ya no te veo, aunque emprendiste la marcha, aunque ya no zozobra el barco, te rehogo con mis lágrimas. Ellas te buscan y se acumulan tanto y tanto, tanto y tanto, que construirán como salina una montaña, que deseque el mar hasta que aflores de mañana.
Hasta que resucites con el empeño de los entusiastas profetas, que te salvaron del ahogo, cómo la mar a las sirenas o el océano al volcán, por el calor de la montaña. Chema GarcíaSuscríbete aquí