Buuuuffffff

Publicado el 22 julio 2010 por Hada

14:30, arrancamos el coche,

Cajero automático. Reciclaje de plásticos y papel. Echar gasolina. Poner rumbo hacia Adeje, en pleno sur de la isla, por diversas carreteras secundarias y hasta terciarias en algunos tramos.

Llegada a Adeje una hora antes de nuestra cita. Dar una vuelta a las 4 de la tarde, con un solajero tremendo no es buena idea. Aparco en la sombra de un árbol, justo frente a la entrada del centro comercial en donde hemos quedado.

Nos aburrimos y decidimos entrar en el supermercado. ¡Qué fresquito más bueno el del aire acondicionado! Me animo a pillar un carro y al final compramos cositas varias.

Le mando un mensaje al vendedor "online" con el que hemos quedado. Me llama. Hablamos. Parece de nuestra quinta y muy agradable. Se retrasa un poco. Colocada ya la compra, una vez dentro del coche de nuevo, jugamos al "veo veo" para pasar el tiempo.

Llega el comprador. Nos bajamos y presentamos. ¡Genial, ha traído la conejera artesanal con él! Resulta ser nacido en Barcelona. Lo dicho: es muy agradable. Pagamos los 20 euros que pide y nos ayuda a colocarla entre el maletero y el asiento de atrás. Ruedan los botes de yogur líquido y las botellas de agua. Nos despedimos.

Rumbo a casa.

Descargamos y subimos la conejera, colocamos la compra, bebemos algo y de nuevo al coche. Ponemos rumbo hacia la única tienda de muebles, electrodomésticos y electrónica que hay cerca de casa. No tienen monitores de ordenador. Tendrían que pedirlos y tardarían un par de días en llegar. La futura moradora de tan mona conejera nos ha demostrado su extremo cariño comiéndose el cable de alimentación de uno de nuestros monitores. Cable que no se puede cambiar puesto que va inserto en la carcasa del propio monitor. Nos dirigimos hacia Icod, la ciudad más grande que nos queda más próxima.

Vueltas y más vueltas en el coche y ni una tienda de informática. Opto por ir hacia un famoso centro comercial de La Orotava y es que, como suele pasar, la primera idea suele ser la más factible y mejor. De nuevo carretera y mucho tráfico.

Es la segunda vez en mi vida que voy a dicho templo del consumismo más atroz. Sé que parece casi incompatible ser mujer y disponer de un potente sentido de la orientación, pero ese es mi caso y doy a la primera con el camino carrecto de acceso al aparcamiento.

¡Horror! ¿Acaso estamos en Navidades? Legiones de gentes pueblan el lugar. ¿No hay crisis?

Por fortuna aparco en el lugar ideal. Como si lo hubiese hecho adrede, nos resta muy poquito hasta llegar a la zona de venta de aparatos electrónicos.

Mi amor de vidas prefiere decidirse por un monitor LCD con TV y TDT de una marca que no conozco. Yo prefiero otro sin TDT de una famosa casa holandesa. Pero como es para él y se lo compra con su dinerito, nada más que decir por mi parte.

Una vez en el coche, se le antojan ciertas papas bravas que sólo venden en una determinada cadena de supermercados. Tomo, otra vez, rumbo hacia Icod. Aparco y me encamino a por las papas. También aquí rebosa de homínidos supuestamente inteligentes. Saludo a una antigua dependienta de la panadería que queda más cercana a casa (8 kms). Al final a las papas se le suman pan y apio. Pago, subo las escaleras y me monto en mi vampus-móvil. Por fin nos dirigimos hacia nuestro exilio verde.

Llegamos a eso de las 21:15 horas. La noche ya se adivina. Cae la niebla y el termómetro marca 13 grados: ¡maravilloso! Le dejo instalando su nuevo monitor mientras me cambio, ideo una cena que ni me apetece de lo cansada que me siento, veo a los perros, llamo por teléfono y hago varias cositas más.

Continúa trasteando en su supermegaextrahipermonitor. Cesa en su empeño para bajarle la cena a los perros. Preparo una ensalada.

Decido sumergirme un poco por la red para relajarme un tanto. Me pica el brazo izquierdo. Me rasco. Me duele. ¡Leñe, olvidé untarme de protector solar con protección 70 antes de salir! El antebrazo al que más le da el sol al conducir aparece quemado y la zona de la muñeca repleta de prurito alérgico. Esto de ser medio vampira es lo que tiene. Al rascarme, encima me he medio despellejado. Me largo a la ducha.

Cenamos cuando ya el día está a punto de morir y de nacer una futura jornada. No me apetece comer. Un poco de fruta, una galleta china de la suerte que dice que me ha llegado el momento ideal para hacer nuevos amigos y poco más.

Me tumbo en el sofá ante la caja boba. Me quedo frita más allá de la medianoche con la tele encendida: ¡no hay mejor receta contra el insomnio!

05:30, me despiertan ruidos diversos. Todavía no se ha dormido. Me levanto medio zombi y al ir hacia el baño veo que éstá cambiando mi monitor por el suyo. "¿Qué estás haciendo, loquito?", le pregunto. Sonríe poniendo cara de no haber roto ni medio plato, como esos peluches de perros, con orejas largas, un tanto cabizbajos: "es que no sé qué le pasa a la configuración de pantalla, pero los colores no van bien y no me vale para los juegos, así que me quedo el tuyo viejo de tubo hasta que compre otro"...

Tras horas de ardua investigación, concluye en que nuestras trajetas de video son muy viejitas para semejante soporte. Así que, ahora mismo, a mis 07:50 horas -una vez despierta ya me es muy difícil retomar el descanso- me hallo contándote todo esto mientras mis ojos descansan sobre un ultramoderno monitor de 22 pulgadas. Eso sí, ya hemos enviado media docena de correos electrónicos a otros tantos vendedores online de viejos monitores que los ofrecen por 20, 30 ó 40 euros.

Así son ellos y yo, ya me dirás tú, soy una verdadera santa...¿O no?

PD: Hace media hora que mi amor de vidas está roncando.