En uno de mis viajes en cierta compañía de bajo coste me la encontré. Me dio las buenas tardes con un fuerte acento inglés. Es alta, jaquetona, con una amplia sonrisa y con ganas de trabajar. En el viaje la pude ver varias veces sonriendo pero hubo un momento en el que se paró a pensar. Tras el mercadillo habitual de la compañía se sentó y se puso la cara entre las manos.
Me la imaginé pensando la respuesta de preguntas como estas. ¿Qué pasará si engordo un poco más y me despiden o me mandan a un mostrador a luchar con los clientes? ¿Por qué nadie me ha dicho nada del tinitus, la pérdida de audición y los problemas de circulación que tengo ya y que seguirán aumentando? ¿Por qué me metí a trabajar en un ataúd de 6 metros de ancho? ¿Qué puedo hacer para escapar de aquí? ¿Merece la pena cobrar lo que cobro para terminar sorda y tirada en un aeropuerto de tercera?
"Cabin crew, ten minutes for landing", ding. Y ella volvió a sonreír.