Todo esto podría interpretarse como una locura transitoria, como el efecto alienante de mirar tantas revistas y páginas web de decoración. Cual Quijote por su casa, desde hace poco me estaría creyendo una decoradora andante, que tiene que ganarle la batalla a los rincones vacíos y a las paredes sin gracia.
Sin negar totalmente la interpretación anterior, opino, no obstante, que lo que me ocurre con mi casa forma parte de un fenómeno más amplio que, de pronto, está revolucionando mi vida. Desde hace algunas semanas, de hecho, todo parece buscar su lugar.
Mi cuerpo lo busca, poco a poco, deslizándose silenciosamente por entre sus posibilidades, tapándose los ojos al cruzar los ríos de los malos recuerdos, jugando a atravesar un bosque lleno de peligros y sorpresas, para terminar encontrando los claros de luz.
Mi creatividad lo busca, llevada por la brisa, fresca como una ola recién nacida, impaciente como el animal que espera algo bueno, que se relame y agita su cola, que otea en el horizonte el aroma de lo que se acerca, con las fosas nasales repletas del perfume de la libertad.
Mi corazón lo busca, revolviendo entre el amor, entre los buenos propósitos, escogiendo las maneras de quererse y de querer, de cuidarse y de cuidar, procurando desterrar las brumas de la confusión y la culpa para salir a navegar por el mar de la vida llena de vida, por el mar del amor lleno de amor.
Así, poco a poco, cada cosa se coloca en su lugar.Encantada.