El Café Tortoni remite con su denominación a la cultura parisina del siglo XIX que se reunía en el Boulevard des Italiens; su propietario original, allá por 1858, fue un inmigrante de origen francés que seguramente no imaginó el destino de esplendor que aguardaba a su emprendimiento en la lejana Buenos Aires. Con la llegada del fin de siglo otro francés, Celestino Curutchet, le impuso al Tortoni su impronta de café cultural al reunir en sus mesas a los intelectuales y artistas de la época, atraídos por la peculiar personalidad del dueño de casa.
El subsuelo del local era utilizado como bodega, pero en el año 1926 la Agrupación de Gente de Artes y Letras solicitó a don Celestino que les permitiera emplear el espacio para reunirse en La Peña, quien accedió de buen grado. No era para menos: el director era Benito Quinquela Martín y el resto de los integrantes revestían la misma talla intelectual que el popular pintor argentino: basta con decir que Alfonsina Storni, José Ortega y Gasset y Jorge Luis Borges se encontraban entre ellos.
La tradición inagurada por La Peña continuó durante los años ´60, ya que un grupo de jóvenes que despuntaban en el mundo de las letras se encontraba cada viernes con figuras como Abelardo Castillo y Humberto Constantini para departir durante largas horas en el salón trasero, hoy dedicado a Eladia Blazquez. Porque el Tortoni también es sinónimo de tango: Carlos Gardel solía sentarse en una de las mesas junto a la ventana con sus amigos y en las paredes aún resuena el eco de su voz inolvidable.
El último sábado al mediodía, como si fuéramos turistas extranjeros, hicimos fila pacientemente en la vereda hasta conseguir una mesa donde instalarnos con la excusa del almuerzo, al solo efecto de perder la vista por el interior pleno de recuerdos invalorables del Tortoni. Una parte de la historia de Buenos Aires fue escrita entre las paredes y las mesas del café más antiguo de la capital, que integra con honores la lista de Bares Notables de la ciudad.
Ya en el año 1830 los libros se habían constituído como el único objeto del comercio, que adoptó el nombre de Librería del Colegio debido a su proximidad con el establecimiento educativo Nacional Buenos Aires, situado calle por medio en la vereda de enfrente. Con el paso del tiempo las figuras de la cultura de la época comenzaron a reunirse en la librería: Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Marcos Sastre, fueron pioneros en aquellas tertulias que con el tiempo habrían de incorporar a Victoria Ocampo, Arturo Jauretche, el infaltable Borges, Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares.
Para la década del ´80 el local había sido abandonado y le auguraban destino de fast food, pero Miguel Ávila encaró el desafío de recuperar el antiguo esplendor de la librería más antigua de la ciudad. La aventura demandó un año y en 1994 la Librería de Ávila abrió sus puertas y hoy cuenta con la friolera de 100.000 ejemplares, entre los que se pueden encontrar verdaderas joyas. También los libros usados hallan la manera de volver a circular: los hay para todos los gustos y bolsillos.
La visita a la Librería de Ávila resulta una parada obligada por su valor y ha sido declarada Patrimonio Histórico y de Interés Cultural de la ciudad. Artesanías y objetos de la época de la Colonia también se exhiben en los anaqueles; en breve inaugurarán un café en el primer piso, ámbito ideal donde sentarse a hojear ejemplares desde esa pintoresca esquina citadina.
Buenos Aires Design
Los locales se encuentran dedicados al diseño, construcción y decoración en los más diversos estilos para todos los ambientes hogareños. Sobresalen propuestas innovadoras y de indudable calidad, que pueden ser el punto de partida para embarcarse en la renovación de algún espacio de la casa que necesite de una nueva impronta.
A pocos pasos se encuentra la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, de tradicional perfil que resulta visible desde las terrazas iluminadas. Ya sea para proyectar futuras modificaciones hogareñas o sólo por el placer de recorrer el lugar, las primeras horas nocturnas resultan ideales para sentarse a degustar una copa de vino en el espacio iluminado del Buenos Aires Design.