Ya está en antena la segunda y definitiva parte del dossier que el portal Cinearchivo a dedicado al gran director estadounidense John Frankenheimer (ESPECIAL JOHN FRANKENHEIMER PARTE II: 1973-2000). Si la primera abarcaba su etapa de esplendor autoral y ya embocaba hacia la decadencia, que no era artística sino únicamente económica, aquí ya comienzan a hacerse notar las dificultades vitales/profesionales del autor y su progresivo descenso en el escalafón de los proyectos. Una caída que solo sería frenada por un brillante regreso a la televisión (o a la HBO, como se prefiera) con el rotundo drama centrado el cruento motín de la cárcel de Attica: Contra el muro. Un triunfo personal que le facilitaría el regreso a la primera línea cristalizado con esa musculosa muestra de actioner al viejo estilo que fue Ronin.
Para la ocasión me hago cargo de dos títulos bien diferentes y completamente divergentes en cuanto a medios, ambiciones y resultados: Profecía maldita y La espada del samurai.
FichaFilm.asp?IdPelicula=21&IdPerson=15894 Profecía maldita
FichaFilm.asp?IdPelicula=22&IdPerson=15894 El reto del samurai
Profecía maldita fue un intento desesperado por parte de Frankenheimer de buscar la taquilla por el método de apuntarse a la corriente dominante en el horror americano: el regreso de las bestias que impulsó el atronador éxito de Spielberg con Tiburón. Un retorno a la serie-b, tanto desde postulados absolutamente modestos como desde la altura de los más estrepitosos presupuestos, que mezclaba terror y preocupaciones (o así) ecologistas. Aquí se inscribe esta película fallida por completo, que desperdicia un buen inicia y un imponente despliegue de medio en un combinado cojitranco que nunca logra hacer funcionar las preocupaciones sociales del autor y las necesidades del género puro y duro, funcionando intermitentemente y despeñándose en un tercio final lamentable.
La espada del samurai nace de objetivos similares, la explotación tardía de la moda marcial con el lejano eco del memorable Yakuza de Pollack. Por desgracia la película llegó a destiempo y ya no interesó a nadie, lo cual resulta verdaderamente lastimoso (aunque comprensible) porque se trata del mejor intento del director en toda una década. Una buena película que supera la pobreza de su base en virtud a una manera sobria y elegante de entender el género y a la inteligencia con la que incorpora estilemas, tanto visuales como temáticos, del chambara y los utiliza para elevar, principalmente desde la puesta en escena y la pura narración, ese material cercano al derribo.