Calentando la guerra más fría-4. Plan de acción

Publicado el 10 agosto 2013 por Xabelg

Un mes después de haber hablado con Nuria de las actividades que llevaba a cabo, y las que pensaba realizar, Asier aún rumiaba sus palabras. Se sentía... ni siquiera sabía como se sentía, no acertaba a encontrar las palabras adecuadas. La conocía bien, y sabía de su propensión al conflicto, pero esto iba aún más allá, quizá demasiado para su gusto. Ese pequeño ejército que estaba montando, podía llegar a ser problemático, y aún más comandado por ella. Pensó en volver a intentar hablarlo, pero sabía que sería inútil. Ella era como un perro de presa, jamás desistía, y menos aún si veía a su alcance posibilidades reales de hacer algo como lo que se traía entre manos. Tan sólo esperaba que no se extralimitase demasiado, y acabasen todos en la cárcel. Se consolaba pensando en que, al menos, no tenía acceso a armas de fuego, lo que sería una horrible pesadilla para el. Se sentó en el pequeño despacho que él mismo había habilitado en el antiguo hotel consistente en un portátil, sobre una mesa, un armario-fichero, y un par de sillas, sin nada más. Trató de alejar sus pensamientos de las actividades de Nuria, y se concentró en repasar las cuentas de la asociación.
Mientras tanto, en el exterior, Nuria daba una vuelta, pensando en que ya tenía bastante personal, y lo suficientemente adiestrado como para hacer algo pronto. Ya estaba pensando en asestar un primer golpe de mano, un golpe que sirviera para decir al mundo que aquellos a los que la sociedad había excluido, no se habían vaporizado, que seguían existiendo, y que no pensaban renunciar a los derechos que les habían robado por la fuerza. Algo que dejara claro que iban a devolver todos los golpes recibidos.
De repente se le ocurrió un lugar en el que comenzar. El club Olimpo, un asqueroso tugurio, un prostíbulo ilegal que se enriquecía de la esclavitud. Si atacaba allí por sorpresa, mataría varios pájaros de un tiro. Liberaría a esas mujeres de su yugo, conseguiría más soldados para su causa, y dejaría un mensaje a todos los bravucones con dinero, que ninguno estaría a salvo jamás de la justa furia de los excluidos y explotados.
Ya estaba, lo había decidido, y había decidido que se haría en un plazo de dos días, que sería viernes, y el local estaría más lleno, lo que supondría un mayor impacto psicológico. Como de costumbre en ella, su estrategia no era otra que la del ataque frontal, y golpear hasta que cayera, a todo aquel que se le cruzara en su camino.
Para llevarlo a cabo, utilizaría dos de las tres furgonetas que la asociación había adquirido para desplazamientos. Esa misma tarde se proveería de unos cuantos utensilios ofensivos para distribuirlos entre los suyos. Ella llevaría encima sus objetos fetiche, sus inseparables nudilleras, y una porra extensible que le resultaría muy útil.
Cuando le contó a  Asier lo que estaba planeando, a éste casi le da una apoplejía, y la intentó disuadir de todas las formas de las que fue capaz, aún sabiendo que sus razonamientos no harían mella en ella, y que no depondría su actitud.
-Eso si que no, me oyes, Nuria? Es un delito, entiendes? DE-LI-TO, joder!
-De eso nada! Es un burdel ilegal, y lo sabes, no llamarán a la policía. Tienen mucho más que perder que nosotros. No nos dejaremos coger.
No había manera. Lo que había dicho era verdad, y lo sabía. Asier se quedó unos segundos intentando pensar algo coherente, pero estaba bloqueado, y horrorizado ante la magnitud de lo que Nuria pensaba hacer. Pestañeó, y le dijo:
-Haz lo que te dé la gana, como siempre haces, pero como pase algo, no te quejes  si acabas en una celda.
Se dio la vuelta y se marchó, dejándola allí. Entró en la oficina, derrumbandose sobre la silla, con la idea de que Nuria los conduciría a todos directamente hacia la catástrofe. Hasta hacía poco, había albergado la esperanza de que el cambio de entorno la tranquilizaría, pero no era así. Nuria no se tranquilizaba nunca, y nunca paraba, siempre estaba en tensión.
A Nuria no le sorprencía demasiado la oposición de Asier. Pero el la conocía, sería una tontería por su parte esperar a que se limitara a quedarse ahí, poniendo parches a un mundo que se ahogaba en su propia sangre. Que se jodiera si pensaba que la vida en el campo la iba a convertir en una Gandhi de la noche a la mañana, no podía olvidar lo que le había pasado a Cristina por actuar así, convirtiéndose en víctima de su propio pacifismo. Ella no era así, no iba a contentarse con paseos por el campo alrededor del caserón de su abuelo. Al final, él, como todos los demás,vería que ella tenía razón al actuar de ese modo.
Enseguida se olvido de Asier, y comenzó a organizar el equipo para la próxima incursión. Eligió a siete mujeres, más dos hombres que harían de conductores de las dos furgonetas, con capacidad de hasta diez ocupantes por vehículo. Por la naturaleza de la acción, no permitiría que entrara ninguno de los suyos al recinto. Llamó a los que había seleccionado y les habló sobre lo que iban a llevar a cabo:
-El viernes por la noche, comenzaremos a actuar por fin. Tenemos que ser rápidos y eficientes. Tendréis bates y porras de goma. Los conductores llevaréis un walkie cada uno, desde los que recibiréis mis instrucciones, estad atentos. Esto ya no es una práctica ni un juego, va en serio. Estad preparados para lo que sea.
Nuria ya estaba deseosa de que llegase el día señalado. El día en que la verdadera lucha iba a comenzar.