Revista Literatura

Calentando la guerra más fría-5. Primera batalla

Publicado el 12 agosto 2013 por Xabelg
Calentando la guerra más fría-5. Primera batalla
Amaneció siendo viernes. Llegó la mañana del día en que todo iba a comenzar.
Nuria, en su pequeño cuartito, totalmente espartano, acorde con su personalidad, en el que sólo contaba con una cama sobre una plancha de madera y nada más, como único mobiliario,se despertó enseguida, levantándose de un salto, notando su cuerpo lleno de energía para enfrentarse a lo que fuera. Se estiró, bostezando escandalosamente, y salió del cuarto con la ropa en la mano, vistiéndose en el pasillo, como era su costumbre. No le importaba que nadie la viese en ropa interior, ni tampoco le importaría que le viesen desnuda, tenía lo mismo que tenían los demás, no creía que nadie fuese a asustarse por eso.
Se detuvo frente a la habitación de Asier, mientras se calzaba. Una vez más pensó en arrancar los cordones de las zapatillas deportivas y tirarlos. Se perdía mucho tiempo en atarlos y desatarlos. Mientras se peleaba con los cordones, la puerta se abrió, y salió Asier, que casi chocó contra ella. Ella se levantó y se dirigió a él:
-Hombre, has madrugado hoy, eh?
-Si, tengo documentación que repasar antes de... de que nos precinten el local por los líos que organizas.
-Ya estamos otra vez? Joder Asier, tú me conoces. Pensamos esto juntos, vinimos hasta aquí, y esperabas que tuviera los cojonazos de quedarme aquí plantada, jugando con los animalitos del campo mientras veo como todo se transforma en una mierda?
-Si , pero, liarte a hostias a la primera de cambio con las empresas e instituciones no creo que nos vaya a llevar a buen puerto.
-Llevarnos a buen puerto? Esto no va de nosotros, ni de esta pequeña Ong. Es todo el mundo. Sal ahí fuera, y míralos, coño! Viven en la calle, y el que no, no anda lejos de hacerlo. Están jodidos, trabajando casi todo el puto día por una miseria. Que vengan aquí y les demos una manta, y  de comer unos días, eso si que no les va a solucionar nada.
-Pues provocar disturbios no es lo mas constructivo del mundo me parece a mi. A donde lleva eso?
-Eso, Asier, es la única salida que tenemos ya. Vamos a tener que pelear por recuperar nuestras vidas, las que nos robaron junto con el voto, a todos nosotros. El momento de negociar hace ya mucho que pasó. Hay que ir a por los hijos de puta que nos pusieron en esta situación y obligarles como sea a cambiar de rumbo. No hay otro modo, hay que tomar ese camino.
-... No lo sé, Nuria. Me parece muy extremo. Puede que tengas razón, o no. Pero ahora mismo no soy capaz de verlo claro.
-Deja que lo haga, déjame hacer esto. Así podrás ver por ti mismo si llevo razón o si estoy equivocada.
-Veré los resultados, Nuria. Porque me voy a limitar a las actividades legales de la asociación. Sé que vas a hacer igualmente lo que te venga en gana, me guste a mi  o no. Pero mejor no me lo digas, no quiero saber que es exactamente lo que haces, ni cómo lo haces. Al menos todavía no.
-Muy bien, no te involucraré en nada de lo que haga fuera de estas paredes, no te preocupes. Bueno, me voy, tengo cosas por hacer.
Nuria se fue, dejando a Asier sin posibilidad de contestarle. Aunque tampoco pensaba hacerlo. Asier ya le estaba dando vueltas en su cabeza al asunto, intentando calibrar las consecuencias de los impulsivos actos de Nuria. Aunque era muy tranquilo, ella tenía la capacidad de inquietarle. Sencillamente, no quería que ella llegase demasiado lejos. No quería que le hiciesen algún daño, o que la encerrasen si algo iba mal. Notaba que últimamente estaba demasiado enardecida, lo de Cristina la había sulfurado aunque no quisiera admitirlo. Sólo él tenía la facultad de calmarla, casi desde que se conocieron, tiempo atrás. Aunque parecía más descontrolada que nunca, no deseaba dejarla sola. Antes o después iban a tener que hablar. Entró en el despacho, y se sumergió entre los ficheros.
Cayó la noche, al fin llegó la noche deseada por Nuria. Estaba pletórica, tanto que cualquiera diría que iba a asistir a una fiesta, en lugar de reventar un local de alterne.
Se reunió con el equipo que había seleccionado, subiendo a las furgonetas en las que ya tenía el material correspondiente para la ocasión, que incluía porras de goma, que eran menos aparatosas que los bates de madera que inicialmente pensaba llevar. Contaban también con esposas para inmovilizar a quien se opusiera a sus intenciones. Nuria les dio walkies a los conductores, y repartió pasamontañas para todos, explicándoles que debian usarlos en todo momento:
-Nuestra mayor arma es el anonimato, poneoslos, y no dejéis que os vean la cara en ningún momento. Aunque nunca volvamos por allí, es mejor actuar sin ser identificados.
Nuria estaba completamente equipada, y con ganas de entrar en acción, tenía ganas de estrenar un nuevo juguete que había conseguido, una defensa eléctrica del tamaño de un mando a distancia, a ver que tal le resultaba.
Mientras marchaban hacia el lugar designado, Nuria notaba su cuerpo tensarse, como si de un natural mecanismo de defensa se tratase, preparando su cuerpo para lo que fuese que le esperaba allí. Ya se había vestido para la ocasión, de negro, como todos los que participasen en la expedición, con unos pantalones multibolsillos en los que poder guardar de todo, especialmente objetos contundentes. Sus pesadas botas con puntera de acero serían inadecuadas para emprender la huida llegado el caso. Pero eran perfectas para la lucha, un golpe bien colocado, y el cabrón que tuviera delante no volvería a levantarse. No, no iba a huir, iba a aguantar hasta el final.
De camino, les recordó a todos que tuviesen la máxima precaución, y rapidez, tenía que ser un ataque relámpago. Tenía que ser entrar, coger a las chicas, y largarse antes de que pudieran reaccionar, no podía convertirse en un debate sobre quien tenía derecho a que, y quien no, como haría Asier. Recalcó que aplastaran toda oposición sin contemplaciones.
Ya estaban llegando,podían divisar el aparcamiento del Olimpo. Se calzaron los pasamontañas, excepto los conductores, que lo harían con el vehículo parado. Sólo había dos coches en el aparcamiento. Salieron rápidamente de las furgonetas, y les pincharon las ruedas a los dos.
Irrumpieron en el local, el cual no era muy grande. Era un tugurio con poca luz, un olor dulzón que invadía las fosas nasales, y aderezado con una machacona y hortera música que repugnaría a cualquiera con un mínimo de gusto. Al fondo, se veían unas cortinas de imitación de piel de leopardo. Aquel sitio era un homenaje al mal gusto. En la barra, sólo había tres personas, el camarero, un hombrecillo calvo y muy delgado, con expresión triste. Un cliente que aparentaba unos setenta años con el pelo totalmente blanco, y un gran bigote, y el dueño del negocio, al que ya conocían, tras haberle hecho un pequeño seguimiento. Un apestoso gordo cejijunto, y muy alto, de pelo negro rizado, con malos modos, y mala educación.
Al ver tan poca gente allí, Nuria se sintió un poco defraudada, pero ya que estaba allí, no iba a echarse atrás. Enseguida se hizo notar, dando instrucciones a su gente:
-Cuatro conmigo aquí. El resto, a la parte de atrás a por las chicas. Rápido!
No necesitó volver a decirlo. Excepto cuatro, el resto, desaparecieron por entre las cortinas. Nuria, dio dos pasos hacia la barra, y habló para aquellos tres hombres que observaban la escena con curiosidad:
-A partir de hoy, no os vais a lucrar más de la esclavitud. Nos llevamos a las chicas!
El dueño, la miró de arriba a abajo durante unos segundos, como quien mira un objeto que va a comprar, y le dijo, riendo:
-Que te vas a llevar tu, pequeña?
Dos segundos después de haber pronunciado estas palabras, salía su gente con seis chicas ligeras de ropa. Nuria vio la escena, y les dijo:
-Salid de aquí. A los vehículos, ya!
Las sacaron del local con suma rapidez. De repente, el dueño, empezó a tomarse en serio lo que se le decía. Visiblemente irritado, se levantó del taburete con lentitud. Nuria, vio clara la señal, y alzó la voz para su gente:
-Ocupaos de los otros. Neutralizadlos, ahora!
Las otras cuatro actuaron con rapidez, y se echaron encima del camarero, y del jubilado, siendo incapaces de reaccionar. Cuando se dieron cuenta, ya estaban esposados a un barrote que formaba parte de la barra del local, siendo despojados de sus teléfonos móviles.
El dueño, viendo la escena, se enfureció aún más, que se acercó a Nuria con aviesas intenciones, mascullando maldiciones:
-Zorras de mierda, no me vais a joder el chollo, os vais a arrepentir!
No había reparado en que Nuria ocultaba en la manga de la chaqueta su porra extensible, que desplegó rápidamente, y lanzó un golpe precipitado que sólo dio  al aire. El dueño, aprovechando el momento, agarró con fuerza las manos de Nuria, haciéndole soltar la porra.
-Te vas a enterar, mala zorra, os voy a tener aquí y os la van a meter por todos los agujeros hasta que sangréis. Sois todas unas zorras de mierda!
Le estaba haciendo daño de verdad en las manos, pero Nuria ya no pensaba, empezaba a hervir, como si su sangre fuese lava. Movió la pierna, y le encajo una patada en sus partes con todas sus fuerzas. El hombre la soltó de inmediato, aullando de dolor, arrodillándose en el suelo, y llevando sus manos a la parte dolorida.
-Retiraos! Decidles a los de fuera que vayan preparando la marcha!
Cuando las vio desaparecer por la puerta, Nuria recogió y guardó en uno de sus bolsillos la porra extensible que se le había caído, sin perder de vista al que la había atacado, que aún se agarraba sus partes. Sacaba algo de un bolsillo trasero, las nudilleras, que se encajó en la mano, mientras se le volvía a acercar.
-Así que todas somos unas zorras, eh? Di buenas noches, y dile adiós a tu mandíbula, mierdoso hijo
de puta !
Le calzó un puñetazo con tal fuerza que al hombre le vibró todo su gordo cuerpo, le registró y le quitó el móvil. Se giró hacia los otros dos, que estaban visiblemente asustados. Cada uno de ellos, creía ser el siguiente. Nuria se acercó al camarero, y le soltó una descarga con la defensa eléctrica, dejando al hombre, tirado, tras una pequeña convulsión, pareció satisfecha de la eficacia del cacharro. Mientras el putero más viejo, lloraba de miedo, además de otras cosas, a juzgar por el amarillento reguero que había en el suelo, proveniente de sus mojados pantalones.
Nuria sacó un spray, y una plantilla, dejando bien visible en la blanca pared una especie de sol rojo, como un recuerdo gráfico de tan peculiar visita. Cuando terminó, volvió a acercarse al cliente  y le habló:
-Escucha, putero de mierda, a los que os beneficiáis de la explotación sexual, os va a costar dinero y sangre a partir de ahora. Díselo a los otros hijos de puta cuando despierten. Has entendido, montón de mierda
-S-si....no me haga nada...
Nuria le ignoró, y se dirigió hacia el dueño del local, que estaba despertando, ya de rodillas en el suelo. Era un cabrón fuerte.
-Ah, veo que quieres más, pues nada, ahí tienes otra ración.
Le calzó una gran patada en la cara, rompiéndole la nariz en el proceso. Acto seguido, se dirigió hacia la salida, mientras avisaba por el Walkie.
-Estoy a punto de salir, id arrancando, vamos a terminar la operación, nos largamos. Vendad los ojos a las chicas, y tenedlas vigiladas. Destrozad los móviles incautados... Habéis estado muy bien, ha sido un éxito.

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