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Capítulo 2
Un paseo por el monte.
Después de esa conversación de anoche, me desperté, me vestí y fui al comedor a desayunar. Mi tío estaba allí y estaba con una cara un poco mala.
-Tío ¿Qué te pasa?
-He estado toda la noche pensando en la preposición que te hice ayer y la contestación que me diste y puede ser que tengas razón. Pero si vendo esto tú te quedaras sin casa.
- Tranquilo tío, me las apañaré. Si tú pudiste crear fortuna de la nada, yo ya me las apañaré para crear fortuna pero yo quiero que seas feliz y que vivas tú sueño que es visitar esos países. Tema zanjado. Vamos a desayunar tranquilos, quiero que hagas esto. Yo mismo me encargaré de poner en venta este cortijo y buscarle un comprador.
Desayunamos muy tranquilos, y conversamos de cómo había sido mi último mes en Edimburgo.
Después de desayunar mi tío me dijo que tenía que bajar al pueblo y que si lo quería acompañar, yo dije que sí, obviamente. También me dijo que me presentaría a gente. Yo esperaba que hoy fuese el día en el que me presentase a esa mujer de los ojos preciosos.
Llegamos al pueblo y mi tío se fue al ayuntamiento porque quería comentarle la noticia al alcalde que era muy amigo suyo. Mientras yo, otra vez, volvía a estar solo en la plaza del pueblo y volvía otra vez a estar muy observado por las señoras que estaban limpiando la ropa en el lavador.
Decidí darme la vuelta para irme por una calle que tenía justo detrás para ver que había, fue cuando me giré, cuando tropecé con una mujer.
-Disculpe señora no era mi intención, es que soy nuevo en el pueblo y mi tío está ahora en el ayuntamiento reunido con el alcalde y no conozco nada de aquí. Tampoco me esperaba que estuviese usted ahí.
-Tranquilo, no pasa nada, ¿Señor?
-Raymond, Richard Raymond, sobrino de Alexander Hafly. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
-Con la Señorita María Pérez.
-Encantado de conocerla. ¿No le apetecería dar una vuelta por el pueblo y explicarme cosas sobre él ya que soy nuevo por aquí?
María y yo empezamos a dar esa vuelta por el pueblo. Era una mujer rubia, de piel blanca, con los mofletes siempre un poco sonrojados. Me descubrió muchas cosas del pueblo. Pero yo también descubrí una cosa. Era la bandolera que me atacó en el camino.
Mientras mi tío estaba en el ayuntamiento reunido con su amigo.
-Matías le prometo que no ha pasado nade entre su mujer y yo, se lo prometo. Si usted y yo somos amigos desde que yo llegué al pueblo, no sería capaz de traicionarlo.
-¿Y porque ayer estaban tan cariñosamente mi mujer y usted?-dijo el Señor Navarro.
-¿Pero cuando? Si yo ayer por la noche estaba en mi casa ayudando a mi sobrino a instalarse correctamente. Sería otro. Se lo prometo.
Yo continuaba con el paseo, María era una chica perfecta. Era culta, educada, simpática, graciosa… Todo lo que un hombre puede desear de una mujer. Pese a ser perfecta, no estaba del todo cómodo paseando con ella porque sabía que era una criminal y que era ella junto a sus compañeros los que me habían atacado en mi viaje hacia Calilla. Llego el momento de separarnos, prometimos que repetiríamos ese paseo.
Estaba en la plaza de la Iglesia, donde había acabado el paseo con la Señorita María, y una mujer vino corriendo hacia mi muy desesperada diciéndome:
-¿Es usted el sobrino del Señor Alexander Hafly?-Dijo la señora.
-Sí. ¿Pasa algo?
-Señor, lo siento mucho, no esperábamos que pasase eso, acompáñeme a la plaza mayor, me temo que su tío… Ya lo verá. Vamos-Dijo la señora.
Los dos salimos corriendo hacia la plaza Mayor, la expectación era máxima. Estaba la Guardia Civil y el que sería el médico del pueblo. Me invitaron a entrar, yo acepté porque algo estaba pasando con mi tío y no sabía lo que era, aunque me temía lo peor. Entre allí y tirado en el suelo con una bala en el pecho estaba mi tío Alexander. Yo me puse a llorar y a gritar. ¿Por qué tenía que haber sido él? Estaba en su momento de felicidad, iba a cumplir su sueño. ¿Toda la vida haciendo fortuna para esto? Después de un rato llorando, sin separarme del cuerpo de mi tío y todavía sin poder creerme que lo habían matado, le pregunté a uno de los Guardias si sabían quién lo había matado, me contesto que no porque en la habitación solo estaban el Señor alcalde y él. En ese momento me levante, fue el único momento en el que me separé de él, y dije que por las buenas o por las malas iba a encontrar al asesino de mi tío.
Pasó un mes de la muerte de mi tío, el entierro fue multitudinario, todo el pueblo fue a darle el último adiós a mi tío. Yo todavía estaba derrumbado, pero sabía que mi tío me ayudaría para ser fuerte. A partir de ahora me tenía que apresurar para poder encontrarle un comprador para este cortijo, era demasiado grande para mí solo. Aparte de eso no solo tenía que vender el cortijo sino que también mi tío me había dejado millones y millones de monedas de oro para mí solo. No lo iba a rechazar obviamente. A ver, era dinero, bueno mucho dinero, pero cuando me daba cuenta de su procedencia no era tan feliz.
Cuando vendiese esta casa me quería ir de Calilla, quería irme a París, la ciudad del amor. Después de un mes, me decidí que ya era hora de bajar a la plaza y hacer frente a todas aquellas personas que empezarían a hacerme preguntas inoportunas. Llegué a la plaza, mis expectativas no habían fallado, todo el mundo se acercó para preguntarme como estaba y saber que iba a hacer ahora. Entre tanta oscuridad por toda esa gente, vi una luz blanca, vi a la señorita María Pérez. Me fui hacia ella.
-Buenos días señorita Pérez. Veo que usted está hoy más radiante que nunca.
-Buenos días señor Raymond. Tutéeme, se lo ruego. No me diga esas cosas que al final me va a sonrojar- Contesto María.
-Cómo quieras María. Hace un buen día hoy ¿Verdad? El clima perfecto para acompañar a una bella dama a tomar un paseo por los alrededores de Calilla, ¿No le parece?
-Verdad es, hace un clima perfecto y como usted ha dicho dar un paseo hoy con buena compañía es lo mejor que puede esperar una mujer.-Contesto la señorita María ante tal preposición.
María y yo empezamos nuestro paseo. Caminamos un poco, hasta llegar a una explanada debajo de un árbol. Allí nos sentamos los dos.
-Ya llega el invierno y por estas tierras el frío no se nota mucho, pero se sabe por las hojas de los árboles que se notan que ya van a caer- Dijo María.
- En Edimburgo, por estas fechas ya llegan las primeras nevadas y hay muy poca vida por la calle. Pero esa ciudad es realmente encantadora. Pero bueno, no hablemos de mí, hablemos de ti. María, solo sé muy poco de ti, no sé a qué te dedicas, no sé si estas casada, donde vives, que esperas de la vida.
-Muchas cosas pero tenemos tiempo para hablar. Bueno yo también soy de fuera, soy de un pequeño pueblo de Andalucía. Me vine aquí pues como todos, a buscar fortuna, además amo la costa valenciana, es preciosa. La verdad que mis expectativas se han cumplido, soy dueña de uno de los viñedos más famosos de esta zona, la bodega Pérez. No estoy casada, ni tampoco comprometida con nadie, no creo en el amor.-Me contó María.
-¿Cómo que no crees en el amor?
-Lo que te voy a contar no se lo cuento a todo el mundo, solamente a la gente en la cual confío. Cuando era pequeña vivía en mi pueblo, era hija de un pastor, según todos los del pueblo muy honrado, pero eso solo era a partir de fuera de casa porque dentro a mi madre le pegaba e intento violarme a mí en reiteradas ocasiones. Por eso no creo en el amor. Porque casarse es solo un paripé y en ocasiones las mujeres se casan con los hombres por solvencia económica y realmente no les quieren.- Dijo María.
- Parece ser que los dos nos hemos criado con una figura paterna bastante mala, el mío nos abandonó a mí y a mi madre cuando yo nací. María, ¿Por qué me hiciste eso?
-¿El qué? No sé de qué me hablas.
-Venga, vamos, no mientas. Entre los tres bandoleros que me atacaron cuando iba en el carro me fijé en tus ojos y desde entonces día y noche no he parado de pensar en ellos. ¿Por qué me habéis atacado a mí?
Hubo una larga pausa hasta que María se decidió a contestar.
- Bueno veo que has sido astuto que los migueletes. Pertenezco a una banda de bandoleros en la cual luchamos por las injusticias. La gente del pueblo tiene una mala idea de nosotros y piensan que todos los asesinatos que ha habido en esta comarca han sido causados por nosotros, pero no es así la mayoría de las veces ha sido causado por los capitanes corruptos que dirigen el cuartel de este pueblo y como escusa muy fácil han dicho que han sido los bandoleros. Pero no es así. Estamos en contra de la gente rica corrupta, y nos enteramos de que iba a venir un alto cargo de la Comandancia de la Guardia Civil a Calilla a reunirse con el señor Rodríguez, el capitán de la Guardia Civil de este pueblo y un mafioso más. Pensábamos que era tu carro el carro en el que iba ese señor por eso te atacamos.
-Entonces ¿Llevas una doble vida?
- Si, aparte de ser la bodeguera más importante de la comarca, también soy una bandolera que actúa al margen de la ley. –Dijo María.
-Pero actuáis por buenas causas.-Proteste yo.
-Dejemos el tema, no quiero hablar de eso, no quiero que se entere nadie de esto, por favor prométeme que no se lo dirás a nadie.-Me dijo María.
-Prometido, seré una tumba, te lo prometo y si me necesitáis para algo no dudéis en decírmelo.
-No lo dudaremos. Sé que eres una buena persona. Un vecino del pueblo me ha dicho que quieres vender el cortijo de tu tío e irte a París. ¿Es eso verdad? Porque sería una lástima perder a un chico tan refinado y elegante como tú.
-¿Me estas tirando los tejos? No, de momento no pienso irme de aquí y después de conocerte, las posibilidades de irme disminuyen día a día.-Le conteste yo.
En ese momento llegó el segundo momento que más esperaba en mi estancia en Calilla, el beso con esa señorita. Lo conseguí.
-Tengo que irme, todavía tengo unos asuntos que aclarar relacionados de los viñedos, ya nos veremos.-Dijo María mientras se iba.
Era en ese momento la persona más feliz del mundo. Gracias a eso había decidido no vender el cortijo de mi tío y quedarme aquí. Pero la duda me volvía a asaltar. Si María no estaba casada ni comprometida, ¿Por qué se fue de esa forma cuando la besé? No sabía porque, ese pensamiento me estaba comiendo la cabeza.
Me fuí a la plaza mayor para retirar el cartel de venta del cortijo. Allí me encontré con Rafael, un chico que había conocido hace muchos años. Ya me acuerdo cuando lo conocí, fue la primera vez que hable con él y es una de las pocas personas que había hablado durante mis muchas vacaciones en Calilla. Nos pusimos a hablar, a recordar viejos tiempos… Él era el Duque de Castilla, o al menos eso decía porque mi tío me dijo, que él no vivía en ningún palacio y que eso era una tapadera para poder vivir felizmente así. Hablando, hablando se nos hizo muy tarde y yo me volví solo al cortijo en esa noche nublada.
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