Campeones del patetismo

Publicado el 23 febrero 2013 por Perropuka

Hinchas de Corinthians detenidos en Oruro-EFE

Tenía que morir alguien para que las autoridades se pongan a trabajar. Cuánto celo, cuánta diligencia, cuánta preocupación por el prójimo. Como viene ocurriendo cada vez que un bus se despeña, recién llueven los controles técnicos y de alcoholemia. Vamos, lo de siempre, se disimula mientras pase la indignación generalizada. Operativos ridículos como el ver a un viceministro subido a un autobús exhortando personalmente a los pasajeros a que denuncien cualquier irregularidad del conductor. 
Estos días, es impresionante el despliegue de la policía en varios departamentos para capturar al asesino de una periodista. Muy equipados, muy encapuchados, muy profesionales. Esfuerzos meramente aparatosos, casi de película y, hasta cierto punto, risibles cuando se van descubriendo detalles que anunciaban la tragedia. Para empezar, los jefes policiales ya estaban enterados del calvario que sufría la víctima, esposa de un teniente, que una y otra vez se había quejado de los maltratos que éste le propinaba. Hasta por escrito según revelan algunos documentos. La Policía, tibiamente le había iniciado un expediente disciplinario al agresor para luego ser archivado. Extrañamente, pasado un tiempo igual lo ascendió de grado pese a los antecedentes. Hoy, con el asesinato consumado, lo dan de baja con ignominia. Patético. Y más todavía, escuchando al comandante máximo pidiéndole que se entregue como si fuera un padre preocupado por la suerte de su hijo. Lo preocupante es que nadie salga sancionado por la negligencia institucional, empeorada por la respuesta tardía tras conocerse el crimen (algunos hablan hasta de encubrimiento), dándole horas preciosas al criminal para ponerse a buen recaudo. Claro, corrida la sangre y silenciados los gritos, todos se rasgan las vestiduras. Todos coinciden en lo profesional, dedicada madre y excelente persona que era la víctima. Pasadas unas semanas, vuelta a la normalidad, al mismo circo monótono de la vida.  Entretanto, los abnegados parlamentarios nos han madrugado, cual panaderos eficientes, con una ley específica contra esta lacra de la violencia doméstica. Luego se les ocurrirá una ley para las mascotas abandonadas.
Tenía que morir alguien para darnos cuenta del latente riesgo que significa asistir a un partido de fútbol. No recuerdo que, vivencialmente hablando, alguien haya muerto violentamente dentro de un estadio boliviano. Pero el peligro rondaba constantemente.  Cada fin de semana se juega con fuego en las tribunas. Nos hemos acostumbrado tanto a los petardos y bengalas que ya forman parte del espectáculo. Solo hacía falta una chispa para tentar a la fatalidad. En todos los partidos, sin excepción, los hinchas hacen reventar sus petardos cuando su equipo ingresa o convierte un gol. Esto del “amor” al petardo es un fenómeno sociológico inexplicable: cualquier fiesta de vecino, así sea el 15 de la nena, es anunciada a todo el vecindario. Cuatro pelagatos que marchan joden la tranquilidad de toda una ciudad, atronando el cielo para darse notoriedad. Una recua de devotos, cargando su virgen o santo patrono, aparte de entorpecer la circulación vial, no tiene inconveniente en taladrarnos los oídos a su paso. Todos quieren darse importancia, no es raro despertar de madrugada por uno de estos artificios lanzados por algún imbécil. Cosas del subdesarrollo o del sincretismo cultural.
Volviendo al punto, la muerte de un adolescente de 14 años durante el encuentro entre San José y Corinthians por Copa Libertadores, ha despertado por fin la atención de nuestras autoridades gubernamentales y deportivas. Es terrible que una institución tan grande como el Corinthians lleve a gente indeseable a título de hinchas incondicionales. Ya en partidos anteriores sus torcedoreshan ocasionado diversos incidentes, la penúltima, el año pasado, en el partido frente a Boca Juniores por la final continental, donde alborotaron la Bombonera con sus bengalas que casi provocaron que se suspenda el partido. El miércoles pasado, hicieron lo mismo en el estadio de Oruro, lanzando directamente a la hinchada rival una bengala a manera de proyectil (la imagen de Tv. es elocuente) hiriendo en el ojo a un chaval infortunado, que murió camino del hospital.  Revisando los antecedentes de la docena de detenidos, se descubrió que algunos de estos viajaron incluso a la final intercontinental de Tokio de diciembre pasado. De lo cual se deduce que el club brasileño financia los viajes de hinchas privilegiados y de dudoso comportamiento.  A pesar de los rumores de una posible expulsión de la Copa, todo hace pensar que la Conmebol fallará en función del peso específico del club involucrado. No conviene al negocio una sanción ejemplar. Una multa módica será suficiente para salvar las apariencias. Los llantitos del ex jugador Denilson y de una presentadora en Brasil ante las cámaras no traerán consuelo a la familia del muchacho infortunado. Ni los esfuerzos repentinos de nuestras autoridades que se pusieron manos a la obra para instalar cámaras de seguridad en los estadios, cuando hace décadas que es algo normal en el resto del mundo. Ni aunque la policía se muestre tajante en las puertas de acceso revisando a cada hincha. Después de todo, ¿cómo explicar que a menudo el campo de juego se ve envuelto por el humo de los artificios lanzados?, ¿y qué decir de los petardos apuntados a los arqueros rivales que explotan muy cerca de ellos?...Tarde o temprano tenía que ocurrir.  Luego toca lamentarnos y soltar las condolencias de manual.