Canción de otoño

(I)

Y despertarte con el compás de los delgados huesos de madera contra la ventana, el viento los agita nerviosos. Allí fuera, la niebla, casi eterna, distrae la atención y juega a ocultarse a sí misma. Los blanquecinos y salpicados ángulos del vidrio sugieren temperaturas que contraen mercurios. El astro, ya pálido, luce lejano, abriéndose paso entre algodones sombríos. Las hojas, juguetonas, se desprenden de sus padres y afrontan el temido descenso, Inundan superficies. Las tintan de apocado rojizo. El caminar de los niños sobre ellas adornan el instante con musicalidad perfecta. A lo lejos, vastos mantos húmedos se desmoronan sobre las vacías calles, y ellas, se doblan sobre el suelo.

 (II)

Observas desde dentro esa belleza enmarcada, la sientes. Y aunque añoras los días cálidos, aceptas lo que llegará: Días de frío y agua. Días para quedarte en casa. Hacer de ella un pequeño refugio, un lugar en el que protegerte de esta atmósfera gris que nos rodeará hasta entrada la primavera. Combatir esa tristeza ficticia que es supuesta en esta época, que no es sino una trivialidad de los que no saben vivir.

 Coges aire.

 Y sin saber muy bien por qué, y aunque se pudiera esperar lo contrario, es en esos momentos en los que te apetece, por encima de todo, escuchar música tranquila.

            Y desconectar.

Canción de otoño

Your eyes are so green – Farewell Milwaukee

 

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