El sitio del que vengo no está lejos del todo.
Se encuentra entre la Gloria y la Felicidad,
Jugaba de pequeño en un rio de asfalto
que daba a otros ríos que no daban al mar.
Crecí en una columna cogiendo una pelota,
entre cañas y barro aprendí a caminar.
En medio del estiércol me hice con un diploma,
después me uní a Bajel, comencé a navegar.
Oí que el Santo Bulto decía Impertinencias:
¡Es hora de atacar el barco del motín!
Hacer que salga el sol llenando de colores
algún bote de sopa y cuatro Marilyn.
Jacinto y Don Antonio también tienen la culpa
de juntar noche y día antes de regresar,
de llenarme la tripa comiendo en la basura,
de no poder dormir sin parar de sudar.
Andando por ciudades que se cruzan con otras
te cruzas con un tipo, que no se llama así.
Los hombres elegantes tienen nombre de calle,
las damas imponentes solo son maniquís.
Y sin en Madrid hay una aquí tenemos cuatro.
Un rio es un jardín, quemar es renacer.
El fuego es un amigo que avisa del verano.
Es fácil que haya excusa para querer volver.