Por Ferraz bajan las aguas
revueltas. Ni uno, ni dos, serán tres… y no precisamente las hijas de Elena,
sino los posibles candidatos a primarias para ocupar el puesto de Secretario
General del partido y candidato a la Presidencia del Gobierno de España.
Lo que sucede es que de los 3
sólo dos, y si me apuran uno (o una, mejor dicho) tiene posibilidades de
llevarse tan codiciado tesoro. Todos sabemos quién pasará sin pena ni gloria,
aunque haya revolucionado a la militancia. En una ocasión, Ana María Matute
dijo que la vida era muy sabía y siempre pasaba factura, y nunca se quedaba con
nada. Si esa frase siempre es acertadísima, en esta ocasión, más todavía. Las tropelías
cometidas por cierto personajillo son más que evidentes: creyéndose alto,
guapo, con porte y estilo, creía que iba a arrasar, y que a los barones los iba
a controlar. Lo que desconocía, y tampoco fue capaz de controlar, es que no hay
dos películas que terminen igual. Él creía que la suya iba a tener un final
feliz, y ya se veía con complejo de Cesar Augusto, pero realmente en lo que se
convirtió fue en Nerón, y el mismo, voluntaria o involuntaria prendió la mecha que
hizo arde su casa, y con las llamas, su carrera política.
Es evidente quien va a ocupar el
trono, aunque pase la mayor parte del tiempo en el AVE, yendo y viniendo a
Sevilla.
España necesita una regeneración
política alejada por completo de los populismos baratos, con olor a fritanga y
fanfarria que ya sabemos en qué dirección miran.
Pero se necesita que los partidos
constitucionalistas sean partidos unidos, consolidados, firmes, y sobre todo,
unidos, en los grandes problemas del Estado, y de la Unión. Las siglas políticas son una cosa,
pero la unidad de los partidos ante los grandes desafíos actuales es otra muy
distinta. Ahí no caben fisuras ni tonterías, ni está nueva política falsa y de postureo populista, con olor rancio que algunos están llevando.
Ojalá esta fin de semana en La
Caja Mágica de Madrid se reconstruya quien se tenga que reconstruir porque
España les necesita dentro de la mesura, el orden, el constitucionalismo, y la
ley. Ellos saben que se les necesita, y ha llegado el momento de que alguien
coja hijo y aguja definitivamente, pero desde estos valores. Lo que carecía de
decencia, de respeto, y de seriedad era lo que estaba ocurriendo en la época del
emperador Nerón de Ferraz (eso sí, supongo que se creía más alto y guapo que el
propio Nerón Claudio César Augusto Germánico). ¿Para qué le ha servido? Para
cavarse su propia tumba.