Revista Literatura

Cansar a la prudencia

Publicado el 15 febrero 2012 por Marga @MdCala

 

Aunque no soy políticamente correcta, sí me tengo por prudente a la hora de manifestar mis opiniones. Cada vez más, gracias a errores pasados y olvidados. Pero ayer fue un día de ésos en que la prudencia se te cansa. Se te agota.

 

Por mejor predisposición que tuviera, que la tuve, algunos me regalaron desde bien temprano la amargura de sus palabras soeces, sus anglo-desilusiones, sus frustraciones y su apatía acostumbrada. Y todo -simplemente- porque era San Valentín, y hay quien no se corta lo más mínimo en su faceta de cascarrabias. “¿Eres feliz? Pues intentemos que lo seas algo  menos… ¡caramba!” Cansar a la prudencia.

 

Hablo del sempiterno aguafiestas. Del amargado profesional. Es ese individuo (o individua) que utiliza la Red para manifestar sus quejas constantes, sus contra-deseos ante la celebración del momento, sus decepciones y sus contradicciones personales. Rara vez tiene un mensaje positivo que ofrecer, porque su visión del mundo suele ser absolutamente pesimista y ve al que no piensa como él, tal que tierno infante que aún cree en los Reyes Magos (sic)…

 

Celebrar -lo que sea- es amar la vida. Festejarla. Alegrarte por haber amanecido vivo. Felicitarte por estar aquí y poder contarlo. Tener ilusión, ganas, esperanza, generosidad, curiosidad y energía. Sentirte bien contigo y con los demás. Eso es celebrar, y para ello no se necesita un pedrusco en un dedo, ni un viaje al Caribe, ni siquiera una cena de lujo. Se necesita tener deseos, una mente joven y optimista… y desterrar la envidia.

 

Ayer fue San Valentín y es una fiesta realmente controvertida en cuanto a por qué  y por qué no… pero es que quien cuestiona esta fiesta (inofensiva, por demás), también lo hace con la Navidad, con la Nochevieja, con Los Reyes Magos, con Papá Noël, con los cumpleaños, los Santos, San Fermín, la Semana Santa, la Feria, el Rocío, el Carnaval, las ceremonias nupciales (civiles y eclesiásticas),  los aniversarios, las reuniones de antiguos amigos, los actos de presentación, los eventos, las catas de vino y hasta con las actuaciones gratuitas del Parque del Alamillo… El amargado profesional protesta por todo y ante todos. Nada para él como la tediosa rutina que no le señala su situación. ¿Acaso vas a enriquecer aún más a los “grandes almacenes”? te recordará una y otra vez, como su excusa-bandera favorita…

 

Y lo más triste de todo es que probablemente el aguafiestas reniega de todas esas manifestaciones de sociabilidad y alegría, porque no se siente incluido en ellas por el motivo que sea (sentimental o económico), y es incapaz de desear lo mejor al que sí se dispone a pasar un buen rato, intentando por el contrario transmitir toda esa energía negativa acumulada, en forma de ausencias, mensajes, comentarios, fotos o carteles ofensivos y malsonantes.

 

La prudencia, a veces, se cansa y dice basta.  Vive y deja vivir, aguafiestas. Vive y deja vivir…

 


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