El jueves el 3D Adrenalina terminó de instalar una vistosa marquesina como la de los cines de antes; dos días después se enteraban por el periódico que no podrían mantenerse abiertos ni hasta este fin de semana. Los de Adrenalina decidieron abrir esa noche del viernes. Como Scarlett O´hara lo pensarían mañana. Por teléfono confirmaron que solo ellos y un 3D en Alamar ofrecerían funciones luego de la prohibición vía nota periodística. El de Alamar se dispuso a esperar a que fueran las autoridades a cerrárselo. Un matrimonio de la barriada de Lawton estaba desesperado porque planearon la apertura de su 3D precisamente para el viernes del cierre y no pudieron siquiera recuperar una ínfima parte de la inversión.
La medida, era una guerra avisada. La razón, obviando la socorrida inexistencia del permiso para ejercer dicha actividad, está en la política cultural de la Revolución, según la cual se debe educar y cultivar a nuestro pueblo con espectáculos que eleven su sensibilidad y acervo cultural, etcétera, etcétera, etcétera. Dicho así, no parece tan terrible, pero es sospechoso que la televisión estatal y única, ofrece cada “productos” que uno se pregunta quién aprueba ciertos guiones y destina presupuesto para programas inolvidables por espantosos. Esa misma televisión nos tiene al tanto de las maravillas Made in Bollywood y hay cada enlatados, recuerdo uno sudcoreano que pretendía ser una comedia; debe ser que el humor nuestro no tiene que ver con ellos, lo cual explica que el noticiero de la televisión norcoreana me resulte hilarante; luego entonces la política cultural de la Revolución tiene diferentes unidades de medida.
Muchas personas con la aparición de estos cines particulares vio la posibilidad de recuperar el gusto por ir a ver una película más allá de la pantalla casera. Salvo el Chaplin, la Cinemateca y acaso algún otro cine del circuito de la calle 23, los muy mermados cines sobrevivientes en la debacle nacional exhiben su abandono con butacas raídas (cuidado con las alimañas), aire acondicionado deficiente (si todavía tienen), equipos de proyección y audio en mal estado, todo lo que hace de una visita al cine algo muy alejado de una experiencia placentera. Así que la recuperación del gusto, tendrá que esperar.
La perla, para el final. Una conversación de vecinas a propósito de ver a los alicaídos ya sin adrenalina que cantar, desmontando su marquesina. Una decía a la otra: –Sabes que pasa, que en algunos lugares de esos, le han puesto pornografía a los niños. La otra mujer asentía impresionada, pues la más joven, que llevaba la voz cantante, hablaba con mucho convencimiento. Pero no fue suficiente y remató confidencial refiriéndose a las salas de juego de computadoras en red: –De buena tinta me han dicho que los siquiátricos están llenos de muchachos loquitos por jugar esas cosas. Tanta bobería condensada me colmó la paciencia y en mi mejor modo de dije que no repitiera esas cosas sin fundamento, que parecía un argumento del gobierno para rodear de un ambiente malsano estos lugares. La mujer negaba con las manos y con la cabeza y se apuró a decir: –No no, ¿yo?, gobierno?, ¡qué gobierno si yo acabo de anotarme en el bombo por tercera vez!