Cape cod…

Publicado el 09 diciembre 2021 por Mtevico

Capítulo uno
Las hojas del calendario tenían todas la década de los cincuenta del siglo pasado y podéis creerme, cuando os digo que ese verano fue con mucho para nosotros, que tuvimos la suerte de vivirlo, el mejor de todos los que siguieron.
Nuestras vidas se cruzaron, por un corto espacio de tiempo en el que las fuerzas del cielo y la tierra, se confabularon para unir nuestros destinos, en unas semanas que perpetuaríamos como mágicas todos nosotros.
Si algo de bueno tienen las pequeñas comunidades ajenas al bullicio de la gran ciudad, es la cercanía entre sus habitantes.
Los veraneantes ,se fusionan con los habituales del pueblo, sin tener en cuenta las prevenciones sociales, ni edad, ni religión.
Su estacionamiento es temporal y el buen clima deja de lado los remilgos para juntarlos todos como moscas en una taza de miel…
No temen las opiniones ni creencias de los demás porque, no hay otra, que coexistir con el respeto mutuo que exige la convivencia.

Aún ahora, pasados muchos otros veranos, todavía en el recuerdo, puedo sentir la arena de las dunas bajo mis pies descalzos…


La jarra de limonada reposaba desde hacía diez largos minutos sobre la mesita auxiliar de la terraza, mientras Georgia, recostada en una de las dos mecedoras del porche de madera, parece querer atravesar con su mirada el vidrio helado y resbaladizo, por las gotas de líquido dulce y pegajoso que se deslizan hasta el plato.
Su boca tiene pintada la sonrisa rojo bermellón de todas las tardes, y los zapatos aguardan el instante de probar la altura del tacón, mientras que en su memoria se abren paso los recuerdos quebrados y lejanos de un pasado siempre presente.
Las notas del tango surgen del destartalado gramófono. Como casi cada crepúsculo, la transportan de nuevo al trasatlántico que la trajo a este continente.
Los buenos y malos recuerdos se ahogan en la partitura sensual y los aromas de azul y sal de la travesía se hacen cómplices de la brisa del atardecer en Cape Cod, para depositarla en los brazos de su querido Jack, la última noche, en el salón de baile.
La música termina, ella lentamente se suelta de su cálido abrazo y su mirada se apaga de nuevo. Deja escapar una sonrisa melancólica y sin proponérselo, un ahogado suspiro, que le recuerda a sí misma que no está en el lujoso salón de baile, sino en el tramo final del camino de sus días… en el sopor de este largo estío y rodeada de fantasmas que cansados de esperar, la reclaman para sí.


Desde la senda que bordea la playa, una animada niña, Roberta, avanza hacia ella , mientras le dedica una sonrisa.
Georgia, espera su visita como viene ocurriendo todas las tardes de las últimas dos semanas, la niña posee una frescura y vitalidad contagiosas. Disfruta de cada minuto que pasa en su compañía, compartiendo limonada y sombra en el porche.
Casi siempre, sus conversaciones giran por deseo de Roberta en torno a su pasado, que por lejano y exótico a la pequeña, le resulta fascinante .

  • Cuéntame cosas de cuando eras joven- Le suele decir con los ojos graciosamente entornados y la boca llena a rebosar del bizcocho de arándanos de Marta.

Son buenas amigas;Roberta de apenas doce veranos y ella… que olvidó pasar de los sesenta y se resiste a recordar la fecha de su cumpleaños.
Roberta, la saluda alzando la mano, comenzando una corta carrera hacia la casa, hasta que algo de su alrededor,distrae su atención y le hace desviarse del camino.
Georgia, de improviso, se sintió alerta. Después de dedicarle un gracioso gesto, la silueta de la niña se había disuelto entre la arena de las dunas, y todavía no había reaparecido por el recodo, que delimitaba su propiedad. Se levantó con torpeza, sacudiendo la aguja del gira discos lo que provocó en la voz enlatada de Gardel, una machacona letanía sin sentido.
Había rallado el disco.- ¡ Mierda !- maldijo su artrosis. Maldijo los tacones y la poca luz del atardecer, mientras llamaba a voces a Roberta, avanzando por el jardín hacia la playa.

  • ¿Qué ocurre Gia ?- Dijo Marta, apareciendo en el porche, estrujando sus enharinadas manos en el delantal.
  • ¡Tienes que ir hasta el camino Marta!.Algo le ha ocurrido a la pequeña Roberta, ha desaparecido entre las dunas , hace ya varios minutos que no la veo y esta oscureciendo rápidamente.
  • Se habrá tropezado con alguien, los críos ya se sabe… ahora mismo salgo a buscarla. Usted entre en la casa por favor, no lleva calzado adecuado para corretear por la playa y podría lastimarse. Marta la rodeó los hombros en actitud afectuosa y firmemente la condujo hacia el interior del porche, desde allí se podía ver el final del jardín y efectivamente el camino de acceso por la playa estaba desierto.
    Capítulo dos
    Dieciocho años dan para mucho, incluso para olvidar un pasaje de la historia que no interese mantener vivo, pero esta opción no invalida los hechos, y que alguien emplee todo su interés en recordarlos. Transcurría el verano de 1941, Europa estaba en guerra con Alemania, los nazis controlaban Austria, Polonia, Checoslovaquia, Holanda, Bélgica, Francia, Dinamarca y Noruega. Italia era por fin su aliada. España y Suecia, parecían neutrales.
    Las esperanzas de Churchil, se centraban en la RAF, los EEUU y la Unión Soviética; Churchill, había mantenido más encuentros con Stalin que Roosevelt, y consideraba que algunos asuntos eran demasiado sofisticados para los norteamericanos.
    Sabía que las suyas, eran pobres y limitadas esperanzas.
    De momento, la Luftwaffe parecía llevarles siempre la delantera, se anticipaba a las acciones de los Aliados. La práctica del vuelo en formación, resulto nefasta para los bombarderos de la RAF. La teoría era que si volaban en formación cerrada, se deberían cubrir unos a otros en el combate, y derribar fácilmente a los enemigos, pero en verdad, las incursiones de los cazas alemanes les arrebataban un número cada vez mayor de aviones y de vidas.
    Al primer ministro sólo se le ocurrían dos posibilidades; o bien que los Servicios de Inteligencia nazis estuviesen infravalorados, o bien, el sistema de radar alemán era mucho más perfecto que el de los Aliados. En el aeródromo Ted, intentaba girar de nuevo la hélice del pequeño aeroplano, después se dirigió al piloto .
  • Ya está Peter, puedes accionar la válvula y el contacto cuando quieras.
  • ¡Allá vamos!.
    El joven aviador, se inclinó hacia delante en la carlinga, para encender los interruptores, al tiempo que dirigía una afectuosa sonrisa a la fotografía que presidía la cabina.
    Era el último vuelo de reconocimiento de Peter en las próximas dos semanas, quería estar al lado de su joven esposa cuando diese a luz a su primer hijo. Ambos, eran muy inexpertos en biberones y el jefe de su unidad ya le había firmado el permiso.
    Sofía no sabía nada, le iba a dar una sorpresa…
    Sintió como por debajo de su muñeca, la palanca de control que abría la válvula del combustible, se desplazaba y soltaba un bufido sordo. Cuando el motor se crispó y expulsó gasolina, en ese instante, supo que algo marchaba mal.
    Una sacudida, le empujó bruscamente hacia atrás y hacia fuera del asiento. El ruido y el calor de una intensa deflagración le rodeó y anuló todos los sentidos. En cuestión de segundos, las llamas devoraron la bonita fotografía mientras el pequeño aparato, se inclinaba sobre el morro herido de muerte.
    -“ Nunca tantos han debido tanto a tan pocos”… Ted coreó con sorna, la frase insignia de la RAF, favorita de Churchil. – Mientras su rostro, se transformaba en una horrible mueca de odio a todos y cada uno de los ingleses con los que se veía obligado a compartir su trabajo y su vida personal a diario.
    Su tapadera había sido impecable.
    Nadie hasta hoy, sospechaba de Ted Hunter , un tranquilo y eficiente mecánico que odiaba a muerte a los alemanes.
    Nada más lejos de la verdad. Ted en realidad, daría con placer su vida por el Tercer Reich.

El era digno representante de la raza aria. Le venía de familia, su padre fue uno de los que provocó el sospechoso incendio en el Reichstag (el Parlamento alemán), el 28 de febrero de 1933.
-“Si viviese ahora se sentiría orgulloso de su hijo”.
Con este pensamiento cruzó como un diablo la pista del solitario aeródromo y se dirigió a la pequeña oficina donde transmitiría con eficacia el éxito del sabotaje a su contacto en la Alemania nazi.
Capítulo tres
Lo primero que llamó su atención , fueron las risas. Apenas un murmullo, pero claramente reconocibles. Roberta decidió apartarse del camino y adentrarse en las dunas. Allí, detrás de una suave elevación estaban los dos. Las toallas, extendidas, una junto a la otra y tumbado sobre ellas, su hermano, parecía susurrarle algo muy divertido a Elisa, puesto que ella no cesaba de sonreírle y atusarse muy coqueta el cabello.
Roberta sólo tenía doce años, pero estaba al cabo de la calle de los juegos amorosos de las parejas en Cape Cod .
Solía acudir con Mia y Charlize, algunas tardes a curiosear, en las inmediaciones del antiguo Hotel Royal.

Por los destartalados ventanales algunas parejas de jóvenes atrevidos del pueblo, se colaban entre los raídos cortinajes de la gran sala de baile para estar a solas.
Roberta imaginaba los bailes de salón como en los relatos de su amiga Georgia Dawson.
Podía recrear la pista central, brillantemente iluminada por enormes arañas de cristal, suspendidas del artesonado del techo.
La extraordinaria escalinata de mármol travertino, decorada con centros de porcelana victoriana repletos de flores .
Exóticas palmeras rodeando el tragaluz de vidrio emplomado y los colores del sol derramando bellísimos reflejos en el suelo.
Las hermosas mujeres, vestidas con suaves sedas y muselinas que les aportaban una imagen etérea y seductora; calzadas con increíbles zapatos de elevado tacón, trazando bellas figuras con sus parejas de baile. La música cautivando los sentidos y los perfumes y las flores proporcionando una atmósfera de …
La voz de Marta la sacó del ensimismamiento. Seguramente Georgia, la habría visto como se adentraba en las dunas y se preocupaba por ella.
Roberta adoraba a Marta, pero detestaba a su hija Elisa. No sabía si porqué pasaba los inviernos en Boston estudiando en una escuela muy prestigiosa, o porque cuando regresaba a Cape Cod por vacaciones, a su hermano parecía que le picasen un centenar de hormigas, no cesaba de buscarla, seguirla por todas partes y hablar de ella constantemente, en definitiva, le resultaba exasperante.
Pensó en la posibilidad de permanecer escondida, observando un rato más, pero se decidió al fin, a salir al encuentro de Marta, para

no delatar su presencia. Siempre podría sacar algún provecho de su descubrimiento más adelante.

  • Estoy aquí Marta – dijo jadeando por el esfuerzo de la carrera, he creído ver un cachorro perdido, pero no he logrado alcanzarle- ¿Has hecho limonada? Tengo una sed espantosa.
    Se situó nuevamente en el camino y en un instante ya estaba en el porche de la casa, le dedicó una caricia al juguetón Rethriever, cuando el animal intuía su presencia olisqueando el aire, y se dejó caer en la mecedora al tiempo que se proveía de una considerable porción de bizcocho de chocolate.
    Mientras Georgia le servia limonada ,la niña le espetó directamente. -¿ Georgia, conociste también a mamá en Inglaterra, antes de instalarte en Cape Cod? . Dime, ¿ salíais con los mismos chicos en el colegio?.
    Georgia, viendo a la pequeña a su lado, comenzaba a relajarse, disfrutando de la brisa del atardecer… y de como derramaba el aroma de los lirios y narcisos del jardín entre ambas .Respiró hondo y dedicó una estudiada pantomima a su interlocutora. En vez de responderle a esas cuestiones, Gia se dejó llevar de nuevo por la nostalgia, comenzando otro relato de estación, cuando era solamente una joven estudiante de arte, de la prestigiosa Owestry School en Shropshire, al oeste de Midland.
    Una vetusta institución para señoritas, rodeada de las verdes montañas y valles, del país de Gales.
    La cálida voz de Georgia, transformaba los recuerdos en apasionantes narraciones que detenían el tiempo y transportaba a quien la escuchase, al lugar donde solamente subsistía en su memoria.
    -Entre las alumnas, se esperaba con expectación la celebración de «Halloween» – comenzaba su relato-. Yo, había aceptado la invitación de Jack para ir a la fiesta de máscaras que se celebraba en el salón de conciertos del Ayuntamiento.
    Él pasaría a recogerme a las siete, y yo, apenas había comido nada en todo el día, por lo ajustado del corpiño. Hubiese resultado una tragedia que por un almuerzo rutinario, no me cupiese el vestido. Estaba nerviosa, temía que le retuviesen en la base y no se presentara a tiempo para el primer baile.
    Mi disfraz era de un magnífico color lavanda, las dobles capas de gasa se ceñían y alzaban formando un remolino en cada giro de mi

cuerpo, mi cabello estaba peinado suelto, creando ondas y enmarcando mi rostro de 20 años.
La música entretejía las promesas de amor y felicidad para toda nuestra vida, un futuro resplandeciente para una joven pareja.
“Hasta que la muerte nos separe”.- Georgia ahogó un suspiro entre los pliegues de su pashmina de lana continuando con su ensoñación.-
Fue esa noche cuando Jack me pidió que me casará con él. Llevaba puesto un disfraz de “Chaplin” y todavía recuerdo su expresión al recibir mi respuesta. Fue magia, Roberta, pura magia de enamorados…

  • ¿Y cuando conociste a Marta?¿ Se parecía a Elisa?- Instaba Roberta olvidando su primera pregunta.
  • No que va, a Marta y a Frank, les conocí más tarde, una vez casados e instalados en una preciosa casita con huerto, en la Base de Operaciones Aeronáuticas del Plan de Entrenamiento Aéreo, de la Commonwealth.
    A ellos, les trasladaron aquí después que a nosotros. Muy pronto, nos hicimos buenos amigos, compartimos verduras y esperanzas…
    Fuimos parte de uno de los muchos efectivos que vinieron a este país, al igual que miles de civiles que habían escapado de países ocupados por los nazis en el continente europeo. Sólo que nosotros lo hicimos para formar a los nuevos pilotos que nos darían la victoria. Georgia recordó que ella, Marta y Elisa vivían en la misma propiedad desde que Frank Tobbler y Jack Dawson, perecieron en aquella maniobra disuasoria en el año 1941. Los dos hombres volaban juntos siempre que el trabajo de instructores se lo permitía, y el trágico accidente súbitamente, arrebató la vida de los jóvenes pilotos al mismo tiempo.
    Aunque Jack era el oficial de mayor rango, la camaradería entre ambos era permanente y sus esposas decidieron también unir sus destinos para así suavizar el dolor de la ausencia.
  • Todo había sido terriblemente injusto.– pensaba Georgia en voz alta – Jack había sospechado un fracaso en las operaciones tácticas por espionaje. Encontraron un mensaje cifrado en una de las dependencias del hangar y retuvieron a todos los mecánicos para ser interrogados. Después, él y Frank decidieron sobrevolar el perímetro de la zona de la supuesta injerencia y así poder sorprenderles, pero en lugar de eso, fueron abatidos y nunca más regresaron a la base.
  • Mi papá también habla de los aeroplanos de la Guerra, dice que él conocía sus tripas mejor que nadie, que era el único que podia hacerlos volar tan sólo, con una lata de gasolina y una llave inglesa.
  • Eso parece, querida niña.- Continuó Georgia – A tus padres no les conocí hasta que un verano decidieron visitar nuestro pequeño pueblo. Tú solamente eras un bebé gordito y llorón que no cesaba de gatear por la playa y le encantaba jugar con Dawn. Después de ese verano volvistéis a Boston y no fue hasta hace dos años que tus padres compraron la antigua propiedad de Philippa Müller y desde entonces, podemos gozar de vuestra compañía todo el año…
  • ¡Vaya!-interrumpió Roberta- Por fin aparece Elisa. Estoy hambrienta y deseando probar el roastbeef de Marta, mami dice; que el mejor de Inglaterra no puede ni compararse con el suyo.
  • Fay tiene razón, vamos, pasemos dentro y ayudemos a la cocinera con los preparativos de la cena. ¿ Avisaste a todos los demás invitados para que acudiesen a las ocho?
  • Ya lo creo, Georgia puedo preguntarte algo- ¿ Tu sabes porqué mi hermano encuentra tan atractiva a Elisa? No es que sea fea, pero es que no comprendo como a los chicos les gusta estar con ella. ¡Imagino lo difícil que debe resultarle jugar bien a fútbol o montar en bici con esos pechos tan enormes!
    Georgia, no pudo evitar una gran sonrisa al oír ese comentario inocente… Impostando la voz le reprendió con dulzura.
    -Veamos… ¿ Si eso es lo que a ti te preocupa?, que no se entere Marta, mejor será que vayamos dentro y comiences a pensar en la suculenta cena que nos espera.
    Capítulo cuatro Como si le hubiesen aplicado un resorte, la tibia y habitual personalidad de Fay, mostrada durante la velada, desapareció en un instante. Apenas terminada la cena, la espléndida dama dejó escapar una fugaz mirada hacia el extremo de la mesa, mientras su conversación, seguía siendo suave y cordial, sus ojos fulguraron con una extrema pasión contenida.
  • “Cuanta intensidad de sentimientos.- Se sorprendía Georgia con su propia idea, al tiempo que se disponía a servir el jerez.- No sería extraño que los pensamientos de esta serena mujer, excediesen de su propia naturaleza “.
  • ¡ Evidentemente ¡.- Enfatizaba en su perorata Bob Cunnigan-. Nunca podremos estar seguros de hablar con verdaderos patriotas, muchos somos los que hemos sufrido esta guerra, pero lejos de Inglaterra cualquiera puede mostrarse como un héroe.
  • Bien.- Atajó Marta.- ¿Que les parece si tomamos el jerez en el porche?. Hace una noche especialmente hermosa.
    La velada transcurrió sin incidentes y casi se había olvidado de su apreciación cuando ya en la cocina, mientras las dos amigas,

secaban y recogían la vajilla, Marta le confesó su consternación por el hecho de que tanto Bob como Fay, jamás hablasen abiertamente sobre su condición, ni su anterior vida en Inglaterra.
Ambas sabían por Roberta, que los abuelos maternos de la niña, eran judíos, pero sus padres nunca hacían referencia a ello, es más, si surgía la conversación, se limitaban a asentir y cambiar de tema.

  • No me extrañaría nada que el simpático Bob, fuese un antiguo nazi de las SS. – Le confesó Marta, mientras sus expertas manos, colocaban en la centenaria vitrina Chippendale de caoba, la última de las copas de cristal Grinsell & Sons.
  • No digas barbaridades Marta, sabes de sobra que los padres de Fay son judíos italianos y que ella y su hijo vivieron en Dover hasta que conocieron a Bob; se casaron en Inglaterra y luego se instalaron aquí. ¿ Crees posible que un nazi accediese a formar una familia con una viuda judía y su hijo?.
  • Por descontado. De este modo obtener su mejor tapadera, para poder pasar desapercibido a los agentes del Mossad que les persiguen, para someterlos a los juicios de Nuremberg.
  • Creo que desbordas fantasía Marta, te olvidas que Bob es un activista defensor del Plan Marshall, y que con éstas ideas podrías ofender gravemente a Roberta y a sus padres, si se apercibiesen de lo que piensas.
  • Ya. O quizás nos sirvan a nosotras para estar prevenidas, por si de imprevisto, nos atacan los miembros de Odessa.

Sentenciando la frase, Marta se dirigió a su cuarto, dejando a su interlocutora, inmersa en una inquietante idea.
Minutos más tarde, sentada ante el espejo del tocador, ya en su habitación, Georgia intentaba encontrar una razón para explicar la extraña actitud de Fay en la cena. Ciertamente, la madre de Roberta siempre mostraba una personalidad dulce, pero ausente y parca en palabras, que no dejaba ahondar en sus recónditos pensamientos.
Fuera la noche se había transformado. El viento proveniente del océano, barría los arriates y batía las contraventanas. El columpio del jardín se mecía en una cantinela sonora de avíos oxidados, mientras las ramas de los olmos del límite de la propiedad de Georgia, se alargaban hacía el cielo amenazante , como los descarnados dedos de una bruja, golpeando en la oscuridad de la playa.
Georgia desvió su mirada hacia el norte.
El faro iluminado le devolvía la serenidad, necesitaba tranquilizarse y orientar sus pensamientos. No pudo explicarse el estremecimiento que la poseyó, creándole una desazón y un fatídico presentimiento.


Lejos de lo que le era habitual, Roberta se mostró callada en el regreso a casa, dejó que su familia pensase que estaba adormilada, pero la realidad era distinta. También ella se había dado cuenta del respingo que afectó a su madre en la cena, y desde luego, no era la primera vez que le notaba involuntariamente alterada, en contra de su habitual impasibilidad.
Tuvo miedo que alguien más se hubiese percatado, quizás Georgia, y éste pensamiento la inquietaba. Debería preguntar a su madre, pero temía que su respuesta fuese vaga y en lugar de tranquilizarla, le despertase más inseguridad.
Se imaginaba, que sus padres le quisieran ocultar un terrible secreto, o que ya no desearan permanecer unidos. Cada posibilidad era peor que la anterior y decidió poner fin a este misterio. Como decía Marta,” la verdad es el camino más corto” .
Y decidió buscarla.
Capítulo cinco
Al amanecer, ya se había instalado de nuevo el verano en el cabo.
La colonia de pescadores resplandecía con sus suaves tonos pastel renovados por la lluvia de la noche pasada.
El aire salado y limpio, invitaba a pasear y los aromas a café y bollos recién hechos que emanaban del animado establecimiento de

Amelie, proporcionaban un ambiente festivo en la concurrida calle principal.
Elisa saludó con la mano al administrador del ayuntamiento Aaron Keller,-un buen hombre pensó- que llevaba sirviendo a los intereses del pueblo desde hacía varios años.
Después se fascinó viendo los preparativos en el malecón, de los expertos pescadores que estaban disponiendo sus aparejos y se percató , como echaba de menos estas acciones tan habituales, en el día a día de su estancia en Boston.
Había quedado en encontrarse con Patrick , para desayunar en el café, y después salir a dar un paseo por los terrenos pantanosos y diseminados de arándanos de Rail Trail hasta el mediodía, donde se sentarían en un bonito restaurante de la costa de Sandwich para tomar el plato preferido de Elisa,una sopa fría de almejas del estuario.
Le encantaba el plan que habían trazado, y por descontado Patrick, lograría abundante material para fotografíar; desde las plantas y aves migratorias, hasta las espectaculares Morrenas Glaciares tan abundantes en la zona.
Su novio, trabajaba duro y estudiaba todas las publicaciones que podía conseguir para mejorar sus conocimientos. Sabía de objetivos, tiempo de exposición y tratamiento de la luz.Siempre andaba en busca de la mejor instantánea, la que le facilitaría realizar su sueño; llamar la atención de la prestigiosa publicación National Geografic y abrirle los caminos del éxito y la independencia.
Elisa y Patrick, soñaban con vivir en un pequeño apartamento en Boston, como cualquier pareja de jóvenes, anhelaban disfrutar intensamente de su amor y de las excelencias de la vida social y

cultural en una gran ciudad. Aunque adoraban su pintoresca villa marinera, deseaban cambiar su monótona vida en el pueblo por otra mucho más excitante.
Esta mañana, no podían sospechar, lo cerca que estaban de hacerlo.
Mientras tanto Roberta, se despertó feliz precisamente por todo lo contrario.
Se recreó en su familiar habitación, inundada por la luz del sol, de esta cálida mañana de verano. Le gustaba Cape Cod, y su vida en esta pequeña ciudad de pescadores, donde se sentía rodeada de amigos y protegida por sus padres.

  • ¡ Oh, No.!- por un instante se acordó del incidente de la pasada noche y sintió como si una enorme losa le cayese encima .
    No recordaba haber tenido nunca antes esta iquietud.
    Los adultos eran demasiado imprevisibles, de repente le mostraban una cara de la vida que no le satisfacía lo más mínimo, más bien le aterraba.
    Sin embargo, su naturaleza le impedía lamentarse sin tomar cartas en el asunto.
    No iba a permanecer impasible, mientras su entorno como lo conocía hasta hoy, se desmoronaba.
    Recordó su determinación de anoche, tenía que actuar rapidamente. Hablaría con Georgia. Buscaría la verdad y solucionaría el problema.
    Georgia había pasado por tantas cosas…Sabría como actuar. Decidida a no perder ni un minuto , se aseó y se vistió como lo hacía habitualmente, un short y una camiseta.
    Buscó sus zapatillas de lona del día anterior, pero no estaban en el armario. Pensó que su madre las habría recogido para lavar y se le ocurrió tomar prestadas las suyas.
    Su madre y ella usaban la misma talla de pie y eso siempre fue motivo de bromas, la llamaba “mi patito pies grandes”, mientras le hacía cosquillas… No podia dejar que su familia, se disolviese No lo permitiría.
    Salió al rellano y vio como la puerta de la habitación estaba entornada. De la planta inferior, provenían los aromas de la cocina y las voces de su madre y del servicio, se sucedían en murmullos e indicaciones, propias de una mañana como tantas otras en su casa.
    Avanzó por el pasillo y entró en la alcoba de sus padres.

Capítulo seis
El bueno de Bob, había elegido el momento más desapacible del día, para hacerse a la mar. El verano parecía no saber escoger fecha este año para reaparecer, el invierno le estaba ganando la carrera por dos cuerpos mínimo.- eran los pensamientos del hombre que luchaba por permanecer erguido sobre sus pies -. El intenso oleaje y el viento de levante, se confabulaban para no dejarle prosperar.
El barco parecía una cáscara de cacahuete, se le despellejaba la pintura en cada embate y las velas replegadas en sus palos, no cesaban de sacudirse el temporal con amenazantes aullidos.
El patron de la nave, hacía lo que podia, que no era mucho, para mantener la embarcación a flote, necesitaba llegar al límite de la ensenada con la playa del este , el sitio concertado de antemano con su contacto, y desde luego precisaba hacerlo antes del amanecer y por supuesto sin dejarse la piel en ello.
Maldijo entre dientes, mientras sujetaba por enésima vez el Foque, tantos remilgos y precauciones que se tomaba la Organización, lo creía innecesario. Su tapadera había funcionado los ultimos veinte años y no encontraba razón alguna, para que dejase de hacerlo, considerando las habituales premisas.
Sujetando con fuerza el timón, estaba consiguiendo dirigirse sin mayores consecuencias al punto de encuentro, dentro del horario previsto. Deseaba creer que el mensaje que hoy entregaría iba a ser definitivo.
Una enorme masa de agua se presento de improviso, rugiendo por popa, imposibilitandole elevarse sobre ella, por la fuerza del embate y la sorpresa del ataque.

Se encontró entre dos masas de agua en movimientos opuestos, recibiéndola en los flancos del barco, los menos preparados estructuralmente, para reprimir el embate, al tiempo que el pánico le imposibilitaba maniobrar correctamente.
En otra época, hubiese capeado…Un escalofrío le recorrió , al sentir en carne propia,el enorme quejido del barco, al ser sepultado por una “solitaria gigante”, la más peligrosa de las olas embravecidas.
Dawn.