Revista Diario

Capítulo 1: Nunca salgas de compras con tus hijos

Publicado el 30 mayo 2012 por Drajomeini @DoctoraJomeini
Capítulo 1: Nunca salgas de compras con tus hijos Estoy pensando seriamente en escribir un libro titulado: "Instrucciones para sobrevivir a la vida con hijos". Seguro que era un best-seller. Y uno de los capítulos principales se titularía: "Nunca salgas de compras con tus hijos". La última vez que salí de "choping" con mis hijos se escondieron en el interior de uno de esos colgadores de camisetas redondos que hay en Zara y, por más que yo les llamaba, no respondían. Estaba ya casi a punto de llamar a la policía por si los habían raptado - un poco también por pena a los pobres secuestradores que no sabían la que les caía encima - cuando salieron de entre las camisetas a 2.99 euros, partidos de risa, como si no hubieran estado a punto de terminar con la salud de mis coronarias. Ha pasado un año desde entonces, así que me dije que ya era hora de reintentarlo. Lavado de coco previo, por supuesto. - ¿Qué es lo que no tenéis que hacer? - les pregunto. - Escondernos - responden a coro. - ¿Qué es lo que va a hacer mamá si os separáis un segundo de mí? - Estrangularnos.  Perfecto. Lección aprendida. Aventurémonos, pues. Como me parecía un poco "heavy" empezar por ir de "choping" puro y duro, lo que hice fue llevármelos al Alcampo a hacer una mini-compra. Todo iba como la seda: - Mamá, quiero Nocilla. - Y yo, quiero helado de chocolate. - Mira por donde, hijos, yo quiero un Porsche Carrera, pero tampoco puedo tenerlo. Vamos, lo normal. Tanto que me confié. En Alcampo hay unos cajeros donde tú misma pasas los productos, así que me fui hacia ellos confiada en que mis dos angelitos se portaran tan bien como se estaban portando. Etiqueto el primer producto. Estoy buscando el código de barras del segundo cuando en la pantalla aparece: - Producto no identificado en la bandeja de embolsado. Retírelo, por favor.  Pasmada, miro a la bandeja del embolsado y veo que el Terro ha decidido que aquel era el lugar ideal para sentarse.  - Terro, ¿quieres hacer el favor de levantarte de ahí? El aparatito de marras no me deja volver hacia atrás. Cuando lo consigo, empieza a marcar como un loco. - Revista de decoración x 39 - dice la pantalla. ¿Cuándo he puesto yo 39 revistas de decoración en la cesta? Ni para empapelar la casa entera, vamos. En esto, veo que Susanita pasa la revista - la única que yo había cogido - una y otra vez por el lector de código de barras.  - Mira, mamá, pita cuando yo lo paso. ¿Verdad que es gracioso? No la estrangulo porque Dios es grande. ¿Cómo borro yo ahora de la cuenta las 38 revistas? Remedio rápido. Vuelvo a empezar. Cancelo. Pongo la bolsa.  - Producto no identificado en el área de embolsado. No me lo puedo creer. El Terro, muy eficiente él, ha decidido "ayudarme" poniendo los productos directamente en el área de embolsado. Cancelo. Vuelvo a empezar. Uno de los productos no pasa. Empiezo a teclear el código de barras cuando una mini-mano se interpone y marca tres números. -¡¡¡¡ SUSANITA!!!!- el rugido hace que el señor del cajero de al lado levante la ceja. - El teléfono de casa - explica mi hija. - No. No. No. NO. NOOOOO - me sale, ya desesperada - Esto no es para marcar el teléfono de casa. AL PRÓXIMO QUE TOQUE ALGO, LE CORTO LA MANO. El del cajero de al lado, menea, inquisidoramente, la cabeza. Me dan ganas de cortarle algo a él también.  Al final, después de treinta minutos, consigo pasar las seis cosas que llevo por el código de barras. Y salir, viva, del supermercado.  Instrucciones para sobrevivir a la vida con hijos: "Nunca salgas de compras con tus hijos". Y, si no te queda más remedio, nunca uses los cajeros automáticos. 
El dibujo que ilustra estas líneas es de mi hija Susanita, primera lectora de este post, quien tras mearse -literalmente -de risa decidió plasmarlo para el recuerdo. 

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