Revista Literatura

Capítulo 12 El Mundo Intermedio

Publicado el 10 febrero 2011 por Descalzo

Capítulo 12 El Mundo Intermedio




1

La biografía de Steiner sobre Erick el rojo, fue considerada un resumen de todas las teorías primitivas, animistas y mágicas que hacia fines del siglo XIX serían definitivamente reemplazadas por el método científico. Para el autor alemán, la base de la realidad eran los tres mundos, comunes a casi todas las doctrinas tradicionales: el cielo, la atmósfera y las profundidades de la tierra; en la obra, se refería a casos de levitación, curaciones milagrosas, casas embrujadas y describía algunos rituales de magia (que muchos llevarían a la práctica encontrándolos eficaces). También narraba en detalle viajes de la tierra al cielo, arrebatos divinos y otros eventos que el pensamiento científico había desechado y no eran dignos de figurar en un trabajo serio.

Al interrumpirse la edición oficial, algunas organizaciones druídicas realizaron copias clandestinas de las obras en oscuras imprentas anarquistas. Los grupos Ácratas protegieron a los sacerdotes guerreros, como varios siglos atrás lo habían hecho las cofradías de artesanos con los pocos Templarios que pudieron escapar a la matanza de Felipe el Hermoso.

Los druidas eran seres oscuros, callados, que adherían a cualquier forma de oposición al estado o al poder de los estamentos. Se los respetaba por ser los más osados y los más crueles en el momento de asesinar a los enemigos. Siempre que secuestraban a un jefe de policía o a un político, se los elegía para torturarlo, ya sea para conseguir información o hacerle pagar con los tormentos las vidas de los militantes muertos por la policía y el ejército.

En un folleto clandestino que circulaba dentro de las organizaciones anarquistas, los sacerdotes guerreros explicaban que la tortura era el equivalente a desbastar una piedra hasta lograr la forma de la escultura. En un suplicio creciente, llevaban la víctima hasta el borde de la muerte; en ese momento cortaban la cabeza y la reemplazaban por una esfera de oro, con brillantes en los ojos y los agujeros de la nariz, a la que sostenían a los cuellos cercenados por un sistema de correas. En el opúsculo, explicaban que aquel ritual procuraba la conversión profunda de la víctima, tanto en este mundo como en todos los que debía atravesar para completar su existencia cósmica.

La policía de entonces no prestaba atención a las sutilezas ideológicas, por lo que no significó mucho que junto a las obras de Bakunin y Kropotkin, se encontraran folletos como el citado, así como ejemplares gastados y subrayados de las obras de Steiner y Rudolf

Iniciado el siglo XX, en siete de las principales capitales de Europa, aparecieron colgando de los puentes, cadáveres de jefes militares a quienes antes de su muerte se había quebrado una de sus piernas y descalzado el pie derecho. Firmaba esos crímenes una organización anarquista llamada El Sol Celta; pocos supieron que esa forma de muerte era un ritual; que sus ejecutores eran sobrevivientes o descendientes de los guerreros que en el siglo anterior organizaran la resistencia del refugio de Erick el Rojo. En el sur de Italia los grupos de familias que se protegían unas a otras y que ya formaban las primeras organizaciones mafiosas, tomaron de los druidas esta modalidad al asesinar a sus enemigos.

2

Capítulo 12 El Mundo Intermedio


La noche en que Brenda escapó, llovía en el mundo intermedio, aunque la muchacha no sabía que había llegado a él. En sus plantas, sintió el frío de la hierba, y pensó en Magdalena; le costaba relacionarla con aquellos gigantescos pies que la tragaran y esperaba que en cualquier momento, la figura delgada y sonriente de la posadera corriera hacia ella.

A lo lejos continuaba la guerra y podía escuchar el ruido de la metralla y de las explosiones. Buscó refugio bajo unos árboles, hasta que de dejó de llover, las nubes se retiraron y asomó una luna pálida, llena, aplanada en los polos. Bajo la suave luz advirtió que se encontraba en la pequeña elevación de un prado rodeado por espesos bosques. Conocía cada detalle del refugio de Erick el Rojo; lo había recorrido diariamente durante un año, pisando cada centímetro del suelo con sus pies desnudos, pero ahora no podía precisar aquel lugar. Por un momento pensó que estaba en el extremo oeste de la Ciudad de las Descalzas; de ser así, a su derecha debía encontrarse la casa central y a su espalda el sendero que conducía a las montañas, el que intentaran tomar con Magdalena un momento antes de ser secuestradas; pero en ambos casos, el bosque se encogía y los árboles apiñados, formaban marañas de troncos y copas frondosas, como pequeñas selvas oscuras y apretadas.

Brenda se recostó en la hierba: el cansancio era excesivo; durmió y soñó con Eunizio, el joven que conociera la noche de su primera fiesta, a quien permitiera besar apasionadamente los empeines. En los días que siguieron, a través de ocasionales mensajeros, le había hecho llegar ardorosos poemas dedicados a sus plantas. Cuando supo que estaba por casarse, las misivas no disminuyeron; exigía que se entregara a su esposo y para él reservara los pies.

En el sueño, Brenda lo vio parado frente a ella; vestía una chaqueta de cuero, pantalón de montar y gruesas botas. Hablaba, pero una extraña música tapaba las palabras. De pronto, la ropa del joven aumentó de tamaño; las manos se ocultaron en las mangas de la chaqueta y el cuello de la camisa escondió su boca; en ese momento, la música cesó y Brenda pudo escucharlo.

… vivo en tu tobillo; allí hay ríos y mares, todo un territorio, una comarca. Tu tobillo es lo que los hombres llamaron el Paraíso, la isla de Mestre Juan, el Edén, el lugar donde se olvidan los dolores y cesan los nacimientos y las muertes…

Brenda dejó de oírlo: la ropa del muchacho cayó sobre la grama y desde los pliegues, surgió un Eunizio de pocos centímetros que, por los ademanes, seguía hablando sin cesar. Se transformó en una luciérnaga, voló junto a la pierna de la muchacha, la recorrió dos veces y entró por el tobillo derecho, donde destelló unos segundos hasta desaparecer.

3

Capítulo 12 El Mundo Intermedio


En el momento de escribir su discutida biografía, Steiner pertenecía a una rama heterodoxa de la Masonería que en el siglo XVII se separara de la Gran Logia de Londres. Los motivos del cisma se basaban en pequeños detalles del ritual que con el tiempo se convertirían en transformaciones radicales. En un principio, la nueva organización, pretendió recuperar el carácter operativo de la Orden y todos los miembros trabajaron jornadas completas como albañiles; el fin era construir una catedral del saber, una nueva enciclopedia en la piedra. Esto, produjo protestas y deserciones; los participantes de la Gran Logia de los Pies Brillantes, como se conociera el desprendimiento heterodoxo, provenían de estratos intelectuales y profesionales. No estaban preparados para afrontar trabajos pesados que, emulando las jornadas de los obreros de la Edad Media, se prolongaban hasta doce horas diarias. Viendo la imposibilidad de aplicar la medida, las autoridades de la Logia establecieron que cada miembro ordenado, colocara siete ladrillos en uno de los muros de la catedral. Para el resto de la obra, se reclutaron obreros residentes en los barrios más pobres de las ciudades, a quienes se inició como Aprendices.

Otra de las diferencias con la Masonería Tradicional, fue la aceptación de las mujeres con los mismos cargos que los hombres. La famosa epidemia de la llamada Peste Gris, que a principios del siglo XIX afectara tan sólo a los hombres, mató a muchos miembros de la logia en varias ciudades de Europa; de ese modo, las mujeres de la Orden fueron mayoría, ocuparon cargos importantes y lograron transformar los estatutos y el ritual.

Hacia 1880, el cargo de Venerable Maestro fue ocupado por Benita Garmendia, una hermosa joven de 25 años, portuguesa de nacimiento. Se presentaba en las tenidas con los cabellos sueltos, una túnica negra salpicada de perlas y exhibía con indiferencia su intensa y lejana belleza.

Desde su llegada, se estableció que la igualdad y la fraternidad preconizadas por los masones, sólo era aplicables a las relaciones entre mujeres y los hombres, de la Logia debían servir a las damas.

Benita presidía las reuniones descalza, cuidando que sus pies blancos, perfectos, asomaran debajo de las oscuras túnicas que lucía. En su presencia los hombres, sea cual fuere su cargo, debían permanecer de pie, en posición de escuadra, alineados en la columna occidental. Todos afirmaban que al ingresar, la Venerable Benita levitaba hasta el elevado domo del templo; allí desaparecía unos instantes, como sumergiéndose en la llama votiva, para luego descender al trono, adelantando las plantas y exigiendo las ofrendas de los devotos. Los hombres, entonces, debían arrastrarse boca abajo, sin ayuda de manos ni piernas; se deslizaban como gigantescos gusanos por la larga alfombra del salón, evitando la tumba de Hiram cubierta con una plancha de madera cuidadosamente pintada con motivos celestes y negros. Al llegar junto a Benita, depositaban de tres a siete cabalísticos besos en los desnudos empeines. La hermosa mujer recibía los ósculos, contemplando impávida el enorme ojo que desde el fondo del salón, representaba la mirada del Arquitecto del Universo.

En años posteriores, Jacques Dupont, autor de la Historia de la Francmasonería Ortodoxa e Irregular, al referirse en el quinto tomo de la obra a la Gran Logia de los Pies Brillantes, afirmaría que las tenidas de esa orden heterodoxa, constituirían una fantasmagoría repugnante y fetichista. La misma, según el autor, habría influenciado a Steiner en su libro sobre el ladrón más famoso de Europa. En el capítulo XVI de la biografía, titulado La Reina de la Noche, se citaban los testimonios de ciento veinte sobrevivientes de la batalla. Todos afirmaban que en medio de la lucha, apareció una mujer descalza, cuyos pies brillaban iluminando el lugar como si fuera de día. Al intentar tocarla, las manos de los hombres pasaban a través de su cuerpo; los pies de la dama colgaban en el aire, a la altura de las cabezas de heridos y moribundos, que sin excepción, sintieron el irresistible deseo de besarlos. “Ella fue la madre, la novia, la hermana de todos nosotros, solos y sufriendo en la mitad de la noche. Ella nos brindó consuelo…” sería el comentario de muchos soldados.

Luego de la batalla, cuando el campo donde estuviera el refugio de Erick el Rojo se utilizó para labranza, el pueblo exigió la construcción de una iglesia dedicada a Nuestra Señora de las Divinas Plantas y en el lugar donde se había producido la aparición, un famoso escultor, construyó por orden de la Iglesia, un gigantesco pie femenino en madera.

En la Gran Logia de los Pies Brillantes, la Venerable Maestra Benita Garmendia, intentó recuperar las antiguas funciones de intriga e influencia políticas propias de la Masonería Tradicional, que la convirtieran en protagonista de levantamientos y revoluciones en occidente. El objetivo era lograr en los principales países de Europa, un gobierno matriarcal, donde las mujeres ejercieran el poder durante mil años. Los hombres, reducidos a la esclavitud, deberían adorar los pies femeninos en señal de sumisión. Para lograr este objetivo, las mujeres de la Gran Logia planificaron atentados contra instituciones del gobierno, iglesias y lugares representativos del poder masculino, que debían ser ejecutados por los hombres de la Organización Iniciática.

Steiner, uno de los defensores más acérrimos de la Venerable Maestra, sumó a la pérdida de prestigio por el rechazo académico a su obra, varios procesos por presunta participación en ataques con bombas a dos iglesias y una embajada. Fue llevado a juicio, pero lo liberaron por falta de pruebas.

A partir de entonces, se retiró de los lugares conocidos y sobre su destino sólo circularon rumores. Algunos aseguraban que había logrado plasmar en sí mismo el Secreto Masónico, desapareciendo del mundo sin dejar rastro; otros contaban que lo habían detenido en la región de Bohemia por mostrarse desnudo en la calle, siguiendo las órdenes de la Reina Diosa (así llamaba a Benita Garmendia); sus enemigos afirmaron que, abrumado por las deudas y el fracaso, se arrojó de las primeras estribaciones del monte Everest, donde había acudido a un monasterio budista a pedir consuelo. En cambio, ya en los primeros años del siglo XX, algunos de sus amigos aseguraron haberlo visto en una isla cercana al polo, donde Benita y quienes la seguían, formaran una comunidad dirigida por mujeres.

.

Max Rudolf, el otro biógrafo de Erick el Rojo, fue un serio catedrático que vivió hasta su vejez en un pequeño pueblo de Baviera, del cual sólo salía para dirigirse a la ciudad de Gotinga a fin de dar clases y recoger en la nutrida biblioteca el material que luego volcaría en sus trabajos. Masón de logias regulares, practicó siempre la religión luterana y hasta la vejez vivió junto a su esposa. Antes de publicar la biografía del más famoso ladrón de Europa, vieron la luz otros libros suyos; La trascendencia de la voz etrusca en la oratoria griega y La Influencia de los semitonos en los discursos de Orestes antes de matar a Agamenón. Estos dos títulos fueron considerados por colegas del catedrático, originales y ajustados a cánones científicos. Sin embargo, en la biografía de Erick el Rojo, Rudolf termina admitiendo los hechos fantásticos testificados por quienes participaron aquella extensa noche de la batalla.

Al llegar a los últimos capítulos de la obra, confiesa que, guiado por unos campesinos se presentó en el terreno donde se librara la batalla y él mismo vio a la dama vestida de blanco y descalza planear sobre su cabeza. El serio investigador, en el afán por mantener la honestidad, asegura que los pies de la mujer brillaron con una intensidad inigualable; que se sintió impelido a arrodillarse y besar las aladas plantas. Esta afirmación romperá el clima frío de la obra, que hasta el momento era un simple catálogo de hechos, y mostrará el lado humano del autor. Esta sería la razón por la cual esta biografía tuvo más éxito entre el público que la de Steiner.

Siempre de acuerdo a las manifestaciones de testigos, Rudolf establece que aquel día el amanecer se aplazó y no llegó hasta avanzada la tarde. Esta afirmación, ofendería más que ninguna otra la inteligencia de los científicos de la época. La principal objeción sería que el aplazamiento del sol no podía limitarse tan sólo al predio que ocupaba el refugio de los bandoleros, ya que en el resto del país y del mundo, nadie había registrado una demora en el surgimiento del astro. Desde Galileo, los descubrimientos astronómicos no podían avalar la hipótesis de un ciclo solar acotado a una zona aislada.

Previendo esta objeción, Rudolf volcaría en la propia obra una hipótesis que superaría su competencia de historiador; el lugar que ocupara Erick el Rojo y sus hombres, formaría un enorme centro magnético que, de acuerdo a las leyes de Mesmer, podría alterar la sucesión de luz y de sombra sólo en aquel lugar.

A fin de demostrarlo, el escritor logró que la Universidad de Gotinga contratara a un importante grupo de investigadores, quienes recorrieron el terreno con varas de rabdomancia en busca de magnetismo. Descubrieron una actividad muy intensa, lo que pareció confirmar la hipótesis del autor, pero un conjunto de prestigiosos geólogos y astrónomos, negaron firmemente que aquello tuviera que ver con el atraso en la salida del sol.

Ante la publicación de la biografía y a pesar del éxito entre el público secular, el mundo científico, embistió contra él. Cuando las editoriales serias y sus colegas lo dejaron de lado, empresas comerciales pagaron al autor una buena cantidad por las sucesivas ediciones de la obra.

Los años de la vejez de Rudolf, también son objeto de rumores casi fantásticos. Hay quienes dicen que dejó a su familia y viajó a Sudamérica, siguiendo a una actriz mucho más joven que él; en una de sus cartas habría confesado que lo habían seducido los hermosos pies de la muchacha. Otros afirman que se retiró de la vida pública y luego de convertirse al Catolicismo, se ordenó como monje devoto de Nuestra Señora de las Plantas Brillantes, cuya iglesia se encontraba en el terreno donde se librara la famosa batalla.

Las vidas de ambos autores, configuraron así una leyenda comparable a la de Erick el Rojo. Hubo quien afirmara que los pies de las mujeres habían unido a los tres: el ladrón, permitiendo en su reino la Cofradía de las Mujeres Descalzas y los biógrafos, que perdieron el prestigio, el trabajo y quizá sus familias, deslumbrados por bellos pares de pies femeninos.

4

Capítulo 12 El Mundo Intermedio


A Brenda le costó despertar. El sueño se había prolongado, y cuando abrió los ojos, comprobó que aún era de noche. Una extraña fosforescencia llegaba de la tierra y atravesaba la grama, las rocas y los troncos. A lo lejos, seguía escuchando los disparos de metralla, las explosiones y los gritos de los soldados

Brenda ¡Brenda…!

En sueños había escuchado esa voz y ahora vio entre los árboles lo que en un principio pareció una figura con dos cabezas. Asustada, se incorporó y en ese momento la luna surgió entre las nubes, mostrando un hombre con una enorme joroba.

Soy Eufrasio…

Era la giba quien hablaba. El hombre que la portaba, supuestamente Cristino, el viejo cochero, vestía una cogulla con el pecho abierto, pero la capucha cubría la cabeza y el rostro. Los hombros eran simétricos, de modo que la joroba emergía entre ellos como si alguien la hubiera clavado allí.

Eufrasio, ¿dónde estamos?

En el otro mundo, Brenda. Al llegar aquí, debo volver a manifestarme en una espalda..

La joroba se volvió a la lejanía, donde se escuchaban el rumor de la lucha.

Éste es el lugar donde nos envías cuando aproximas tus pies. Aquí también hay muerte y destrucción, pero no sabemos quiénes son los que luchan ni por qué. Podrían ser los soldados que vinieron a destruir el refugio, tropas civiles intentando derrocar a un rey y establecer una república, o ejércitos realistas en contra del pueblo… de todos modos no es eso lo que importan.

¿Quiere decir que en este lugar no existe Erick el Rojo?

Eufrasio se detuvo y miró a Brenda como si le costara contestar; su aspecto había cambiado: era un apéndice gris pálido con forma de tubo; en lo que sería la cabeza, lucía una tonsura; los brazos eran pequeños y las manos surgían de ellos como un par de aletas. A lo largo del cuerpo, mostraba islas de vello largo y fino; los ojos eran líneas entrecerradas, sin expresión y en la boca brillaban un par de labios demasiado gruesos.

Sé que mataste a Erick el Rojo — La joroba se limitó a mencionarlo sin emoción, como si no le importara.

Una vez lo resucité y puedo volver a hacerlo — repuso Brenda desafiante.

Tengo mis dudas que en este lugar puedas ejercer tu capacidad de resucitar…

Se interrumpió al escuchar ruidos entre la fronda. Brenda se incorporó alarmada, pero con un gesto, Eufrasio le indicó que siguiera inmóvil. La luna iluminó las figuras de tres soldados vestidos con uniformes rojos. Uno de ellos mostraba una herida sangrante en la cabeza; el otro tenía una flecha clavada en el pecho y el tercero, con la cabeza vendada, avanzaba apoyado en una sola pierna y sostenido por su compañero. Los tres miraban hacia adelante, con los ojos abiertos, alucinados. No repararon en Eufrasio y Brenda y siguieron marchando hacia donde sonaba la metralla.

Acaban de morir y buscan sus caminos. Esta noche llegarán muchos como ellos. No hacen otra cosa que cumplir la ley. — dijo Eufrasio

¿Qué ley?

Quien nace debe morir y quien muere debe nacer.

La brisa trajo olor ácido, como a sangre coagulada. La luna cambió su forma y se transformó en una esfera perfecta; su color pasó de un plateado casi blanco a un amarillo suave.

— Estaba con Magdalena, Eufrasio, pero algo ocurrió…Nos secuestraron y nos encerraron en una prisión debajo de la tierra. Intenté enviarla aquí, pero al acercar mis pies, los de ella crecieron, tragaron su cuerpo y me empujaron contra el muro de la celda. Las piedras se ablandaron, las pude atravesar y llegué aquí…

Eufrasio bajó la cabeza.

No te engañaré, Brenda. Las secuestraron los druidas. y en cuanto a Magdalena, es posible que haya muerto. El universo cambia alrededor de nosotros; como si las causas y los efectos ya no se cumplieran,

Brenda estuvo a punto de preguntarle por qué las habían secuestrado los druidas, pero la intrigaba el cuerpo que sostenía a Eufrasio. La luz ocre de la luna hacía refulgir hilos casi invisibles que unían las extremidades, el cuerpo y el rostro del hombre con Eufrasio; a la joroba le bastaba un leve movimiento para dirigir los gestos de quien lo portaba.

— ¿Este hombre es Cristino? — La giba siguió hablando sin responder a la pregunta.

He visto el carruaje que nos trajo hace un año, cuando viajabas a ver a tu novio. ¿Recuerdas? Lo descubrí en un establo al otro lado del campo de batalla, cuando me acababas de enviar a este mundo para salvarme de la requisa del ejército. Alguien alimentó a los caballos y están frescos, con toda la fuerza. Ahora podemos seguir el viaje, volver a ese punto, como si lo demás no hubiera existido…

Cuando eso ocurrió yo no era virgen de los pies ni del himen; ahora soy una mujer diferente y no sé si quiero seguir viajando.

La presencia del carruaje en aquel lugar sólo puede significar que debemos continuar el viaje. No hay otra explicación. El peligro está en atravesar el campo de batalla y en que podemos encontrarnos con estos seres a los que llaman druidas; ellos te buscan para juzgarte por la muerte de Erick. Es por eso que te secuestraron y no les importa quehayas huido; saben que aquí te será difícil escapar.

Hacia el fondo del claro, desde un sendero entre los árboles, surgieron más figuras borrosas: soldados recién muertos, perdidos en aquel mundo. Como los demás, ellos también siguieron hacia el este. Eufrasio se inclinó hacia la joven.

No me creerás, Brenda, pero cuando mataste a Erick pude ver lo que pasaba y sentir aquí todas tus emociones — señaló un punto en su cuerpo que podía corresponder al pecho — Supe de tu júbilo y tu alarma al clavar el estilete en el pecho . No había regreso de la muerte, y pensarlo revolvía tu sangre. Sentí la fuerza que te dio el asesinato, como si hubieras invocado a todos los espíritus de la naturaleza

Sabías que maté a Erick y no me dijiste nada…

…me basta cerrar los ojos para mirar por los tuyos. Pude ver lo que ocurrió con Magdalena y el crecimiento de sus pies. Todo este tiempo te cuidé sin que lo advirtieras; muchas veces evité que te lastimaran. La traición de Hortensia iba dirigida a ti. Esa muchacha te odia por una razón oscura. Tu ser está unido al mío, Brenda y eso me convierte en tu cómplice. Los druidas lo saben y por eso también me buscan para juzgarme por la muerte de Erick.

Puedo ofrecer a los druidas resucitar a Erick si con eso evito la pena… — insistió Brenda

La joroba negó con la cabeza

Nunca te preguntaste qué ocurriría si Erick no quisiera ser resucitado.

¿Qué quieres decir?

El hombre que sostenía a Eufrasio intentó moverse, pero la giba se agitó levemente, los hilos se tensaron y la cabeza cayó hacia abajo en lo que pareció una señal de asentimiento.

¿Por qué evitas que camine? — Preguntó Brenda — ¿por qué lo diriges como si fuera una marioneta?... vuelvo a preguntarte ¿Es Cristino este hombre?

Puedes comprobar su identidad

Ante un movimiento de la joroba, los hilos se movieron tensándose y aflojándose; respondiendo a los movimientos, la figura se arrodilló junto a la muchacha, bajando la cabeza y ofreciendo la capucha de la cogulla

Con manos temblorosas, la joven la descubrió y la luna iluminó un rostro tumefacto, de ojos opacos; una barba con claros sin vello, donde la débil piel mostraba debajo de la superficie puntos brillantes agitándose, estallando y despidiendo un humor hediondo que se mezclaba al aroma dulce y persistente del aliento.

El cadáver de Erick el Rojo sonreía bajo la luz de la luna.

Registro Derechos de Autor - Colombia 2011 - 1-2011-5780


Volver a la Portada de Logo Paperblog
Por  Carlos Flores Guillén
publicado el 26 septiembre a las 08:27

Interesante... interesante... espero les guste, sobre todo sería bueno que le echaran un ojito a tan fantasiosa historia mis queridos hermanos Sergio Eduardo Carrasco Salazar y Pablo Garcia Kiesslich...

Revistas