Revista Literatura

Capítulo 3

Publicado el 11 abril 2011 por Persephone
Un olor nauseabundo inundó las fosas nasales de Kostas, haciendo que abriese los ojos de golpe. Le costó enfocar la mirada y recordar dónde estaba. Cuando lo hizo, vio al pequeño Alex observándolo mientras chupaba el pulgar de la mano derecha. Estiró un brazo y le revolvió el cabello, lo que provocó que el niño se acercase más a la cama. Las fosas nasales de Kostas se inundaron con el olor repugnante que manaba del niño. Buscó a Sakis con la mano, pero no lo encontró. Sobresaltado, se volvió para corroborar la ausencia y maldijo entre dientes al ver que no estaba. Lo llamó a gritos, pero fue en vano. Sakis no aparecía por ningún lado y el niño, imperturbable, seguía cada uno de sus movimientos con sus enormes ojos grises con motas doradas, chupando el dedo que no había sacado de su boca. El hecho de que hubiese heredado el sorprendente color de ojos de su padre lo impresionó y lo habría valorado en su justa medida de no haberse encontrado solo con un bebé que apestaba.-   ¿Qué pasa, bonito? – Preguntó retrocediendo en la cama, tratando de alejarse del olor.-   Caca. – Dijo el niño con toda la naturalidad del mundo.La mente de Kostas captó dos cosas: la primera, que estaba solo con un niño maloliente y, la segunda, que el niño había hablado por primera vez  desde que había salido del hospital. Se habría alegrado por esto si no estuviese solo en la habitación con un bebé que necesitaba un cambio de pañales. Se levantó, cogió al niño por las axilas manteniéndolo apartado de sí y lo llevó a la terraza, esperando, tal vez, mantenerlo aireado hasta que llegase su padre. Corrió de un lado a otro gritando “¡Oh, Dios!” y “Joder” mientras el niño se reía a carcajadas. Pero él no le veía la gracia al asunto. Cuando Sakis abrió la puerta cargado de pañales y otras cosas para el pequeño y vio a Kostas en la terraza, cargando al niño como si fuese una bestia que tuviese que mantener a distancia, corriendo de un lado a otro en calzoncillos, no pudo evitar reír. Se hacía una idea de lo que sucedía y le pareció muy graciosa la escena. Pero lo realmente maravilloso de aquello era que su hijo al fin reía. Incluso lloraba a causa de la risa, igual que antes.  Así que se quedó un rato observándolo, sintiendo cómo su corazón se llenaba de calidez y adorando a Kostas por haber conseguido aquello. Le costó avanzar y estropear aquel momento, pero notaba que su amigo comenzaba a ponerse azul, así que se acercó a ellos y, antes de que el alivio se mostrase en el rostro de Kostas, este le tendió al niño con brusquedad, manteniéndolo alejado de él.-   Toma, es tuyo.El gruñido del modelo hizo que Sakis se echase a reír.-   Ya sé que es mío.Recibió una mirada fulminante que hizo que estallase en carcajadas mientras cogía al niño y lo llevaba al baño para lavarlo. -   No es gracioso. – Gruñó de nuevo Kostas.Sakis se volvió para decirle que sí lo era, pero al verlo apoyado en la barandilla, con el sol bañando su cuerpo y una pose sensual, a pesar de que estaba tomando aire, hizo que desviase la mirada azorado. No podía desearlo. Sencillamente no podía.Entró en el baño maldiciendo su debilidad. Había dormido mal y se había despertado de un modo que, en otras circunstancias habría sido de lo más agradable,  pero que en la situación actual era una tortura.  Habría disfrutado mucho del roce casual del muslo de Kostas sobre su erección matutina si su hijo no estuviese durmiendo a una corta distancia de ellos. De hecho, su cerebro había dejado de procesar cualquier cosa que no fuese su dolorosa erección y el deseo que sentía por el durmiente. Pero un gorjeo de Alex lo había devuelto a la realidad y se había alejado lo máximo posible. Sabía que el niño dormía profundamente y que había que despertarlo para darle el desayuno, así que dejó bien cerradas las puertas, se aseguró de que no hubiese nada que representase un peligro para él si se despertaba y dejó a su alcance sus juguetes preferidos. Necesitaba salir o acabaría haciendo lo que no debía frente a su hijo. Hacía años que no se excitaba de aquel modo y su cerebro parecía negarse a funcionar en presencia de aquel hombre.  No había estado mucho tiempo fuera porque le preocupaba Alex y había comprado pañales, toallitas y un par de juguetes para él como excusa por su ausencia. No había esperado encontrarse a Kostas en una situación tan ridícula. Ni siquiera él, que nunca había tenido contacto con un niño antes de ser padre, se había comportado de aquel modo. Rió divertido y  lavó minuciosamente al pequeño antes de ponerle un pañal limpio. Cuando salió del baño, Kostas estaba sentado en la cama, completamente vestido. Sakis dejó a Alex en el suelo y este corrió hacia Kostas, que le sonrió y le revolvió el cabello.-   Ya hueles como una persona. – Alzó la mirada hacia Sakis - ¿Bajamos a desayunar? Asintió. Era mejor estar rodeados de gente, porque no estaba seguro de conseguir mantener las manos lejos de él. No entendía por qué se sentía tan vulnerable en su presencia cuando nunca le había sucedido. Tal vez los dos años de abstinencia, consolándose sólo con su mano, o el hecho de sentirse libre por fin… no lo sabía, pero lo cierto era que se sentía como una bestia, controlado por sus impulsos.  No sabía si era una suerte o una maldición el tener a Alejandro allí, porque sabía con certeza que no habría dejado salir de la cama a Kostas. Y no tenía ninguna duda de que éste lo habría recibido con los brazos abiertos.  De hecho, ahora mismo lo estaba mirando del mismo modo en que lo había hecho en algunas ocasiones: con el deseo brillando en sus ojos. Y seguramente él mismo lo miraba del mismo modo. De hecho, a Kostas le bastaría bajar la mirada y se encontraría con el delator bulto de su entrepierna. Y en aquel momento ni siquiera el tener a su hijo en brazos calmaba su ardor. Así que se dio la vuelta y se alejó de él.Después de desayunar, decidieron ir a la playa. Sakis sabía cuánto disfrutaba Alex de ella y verlo allí, jugando con la arena o persiguiendo a Kostas por la orilla lo hacía feliz. Por algún motivo conseguía que el niño estallase en carcajadas por cualquier cosa. Algunas personas se volvían a mirarlo y sonreían. Era la viva imagen de un niño feliz. Viéndolo así, nadie podría imaginar que había estado a punto de morir a manos de quien debería haberlo protegido y amado. No pudo evitar preguntarse por qué sólo se comportaba de aquel modo con Kostas, aunque en realidad poco importaban los motivos. Su hijo reía y parecía feliz, lo demás era irrelevante.Una niña de la edad aproximada de Alex se detuvo frente a él. Llevaba el cabello castaño recogido en dos coletas y un bañador de Hello Kitty rosa y blanco. Dos hombres caminaban detrás de ella, pero no alzó la mirada para verlos, estaba mirando a la preciosa niña. Uno de ellos rió al ver que Alex se detuvo también para mirarla con curiosidad.-   Amor a primera vista. – Dijo el que había reído.La voz del hombre le trajo recuerdos que llenaron su corazón de una calidez que hacía tiempo que no sentía. Alzó la mirada y se encontró con unos ojos verdes que no había esperado ver más. El propietario de esos ojos también se mostró  sorprendido, pero enseguida le sonrió.-   ¡Sakis! – Exclamó avanzando hacia él con los brazos abiertos.Sakis se fundió en un intenso abrazo con el hombre, feliz por el encuentro.-   Misha… ha pasado mucho tiempo.-   Demasiado. – El hombre lo miró de hito en hito apreciativamente, lo que molestó a Kostas  y a su acompañante – Estás estupendo, como siempre.-   Y tú estás increíble. – Señaló a la niña - ¿Es tu hija?-   Nuestra. – Sonrió al otro hombre -  Él es mi marido. Cris, este es Sakis, un antiguo amigo. Nos conocimos en París hace un siglo. Y ella es Sara.Ambos hombres intercambiaron las cortesías correspondientes, aunque Anastasios pudo sentir la tensión de  Cris. Los niños continuaban mirándose con curiosidad.-   ¿Es tu hijo? – Preguntó Misha – Porque me parece curioso que mi hija se haya enamorado de él con solo verlo.Le guiñó un ojo, recordando su pasado juntos y Sakis rió.-   Sí. Es Alejandro. Y él es Kostas…-   Kostas Zisis. – Dijo Misha con una sonrisa aún más amplia – Conozco tu trabajo. Es un placer.Kostas sonrió un poco tenso. Aquel hombre de facciones perfectas, cuerpo de adonis y ojos de un color verde intenso era el mismo que había visto en recepción la noche anterior. Era imposible olvidar su belleza. Pero el que conociese a Sakis y que este se hubiese mostrado tan efusivo lo hacía sentirse realmente enfermo. Y, aunque su amigo estaba encantado con el encuentro, él no lo estaba tanto. Había esperado disfrutar de la compañía de Sakis en exclusiva como no había podido hacerlo aquellos dos años y aquel encuentro amenazaba con desbaratar todos sus planes. Además, la idea de que aquel hombre pudiese ser aquel con el que había compartido su vida hacía que el monstruo de ojos verdes lo estuviese devorando por dentro. Aquella mañana había visto el deseo de Sakis y llevaba dos largos años esperando el momento en el que Anastasios lo viese como un hombre, no como un amigo y lo que menos necesitaba era a un antiguo amante alrededor del escurridizo hombre que lo había llevado al celibato. Cuando había visto el hambre en su mirada y el bulto en sus pantalones, lo único que le había impedido abalanzarse sobre él  había sido el niño. No había nada como un bebé para mantener la libido bajo control. Nunca tendría una oportunidad como aquella y lo sabía. Cuando regresasen a Atenas, Sakis volvería a ocultar sus emociones como había hecho hasta aquella mañana.Miró al otro hombre, que parecía tan descontento como él. La intimidad entre Sakis y Misha era evidente. Tal vez llevasen mucho tiempo sin verse, pero era obvio que habían tenido una relación muy íntima. ¡Maldita niña! Si no se hubiese parado ellos dos no se habrían visto y ahora no estarían enfrascados en una conversación en español de la que se le escapaban la mitad de las palabras. Seguramente hablaban ese idioma en consideración al marido de Misha. Se estaban poniendo al día de algunas cosas, aunque Sakis mantenía su habitual reserva sobre su vida. El fotógrafo lo incluía en la conversación traduciéndole las frases que creía que no entendía. Y, sin saber cómo, él y Cristian acabaron jugando con los niños a una considerable distancia de ellos, que conversaban animadamente. Aunque poco había que hacer con los críos, porque estaban tan embobados el uno con el otro que no permitían que los adultos metiesen mano en sus juegos. El otro hombre no era demasiado hablador y, al igual que él, miraba de reojo a los otros dos hombres, temiendo que se desvaneciesen juntos. Ambos compartían las mismas inseguridades. Eso confortó a Kostas. Sakis, por su parte, estaba feliz de haber encontrado a Misha. Habían sido buenos amigos cuando vivían en París. Misha era el primer bailarín de una compañía de ballet francesa y él estaba estudiando fotografía. Habría podido hacerlo en Grecia, pero la prensa no lo dejaba vivir. Se habían conocido en un club gay. Misha había conseguido romper más corazones de los que jamás podría imaginarse a causa de su belleza. Lo había intentado con él, pero Sakis no era tan fácil como otros. La belleza no lo impresionaba tanto. Habían follado un par de veces y acabaron compartiendo piso para ahorrar dinero. Su hermana Olya también vivía con ellos. De esa convivencia había nacido una gran amistad. Misha no había tardado mucho en enamorarse de un tipo que a la menor señal de dificultad, había salido corriendo como un cobarde y Sakis había estado allí para apoyarlo y ayudarlo a superar el terrible momento que estaba viviendo. Pero, a causa de la enfermedad de Misha y el ataque al corazón de su madre que lo había obligado a volver a Grecia, se habían separado y habían perdido todo contacto. Y ahora Misha le decía que era feliz con Cristian y Sara y no podía evitar sentir cierta envidia.-   ¿Sólo sois amigos?La pregunta, hecha de forma repentina, sorprendió a Sakis.-   Sí.-   Una pena. – Misha suspiró teatralmente – Cris y yo empezamos así y…-   No has cambiado. – Bufó Sakis.Misha rió.-   No.  Me gusta ver felices a los que me rodean.-   Nosotros no tenemos ese tipo de relación.Se guardó bien de decir que desde la noche pasada deseaba exactamente ese tipo de relación con Kostas.-   Pero es obvio que está loco por ti.-   ¿Cómo está Olya?La brusquedad de Sakis al cambiar de tema no perturbó a Misha.-   Casada y embarazada. ¡Es Kostas Zisis! La de veces que me he pajeado con sus fotos en ropa interior. Mmmm…Aquel comentario molestó a Sakis a pesar de que sabía con certeza que había sido hecho precisamente para eso. Pero el pensar que alguien pudiese desearlo lo hacía sentir unos celos aterradores. Agradeció que Kostas y Cristian hubiesen elegido precisamente aquel momento para acercarse a ellos. Había olvidado que los comentarios de Misha solían revolverle las entrañas por lo certeros que eran en sus intenciones. No le gustó la mirada apreciativa que Kostas le dirigió a Misha. En aquel momento habría cogido al niño y se habría marchado sin mirar atrás si éste no estuviese tan absorto con la pequeña Sara.-   Parece que ha sido un flechazo. – Dijo Misha riendo – Claro que tu hijo es una monada con esos espesos rizos rubios. – Le revolvió el cabello al pequeño, que lo miró molesto – Nosotros tenemos que ir a hacer unas compras, pero nos gustaría que cenaseis con nosotros.-   El niño… - Protestó Sakis. Era una excusa débil y lo sabía.-   ¡El niño viene con vosotros! – Exclamó Cris – Él y Sara se lo pasarán bien.Sakis sonrió al hombre. Era obvio que haría lo que fuese por su hija, aunque eso significase tolerar su presencia. No se le habían escapado las miradas recelosas que le había dirigido mientras charlaba con Misha. Miró a Kostas buscando su opinión y éste se encogió de hombros, incómodo. Sakis sabía por qué.-   Está bien. – Dijo al fin.-   En el restaurante, a las ocho.Sakis asintió. Le alegraba mucho haber encontrado a Misha después de tantos años, pero sabía que se pasaría la noche molestándolo. No le cabía duda de que había visto el modo en que miraba a Kostas y haría todo lo posible para hacerle ver lo tonto que era al mantener las distancias. No necesitaba que nadie se lo dijese porque ya lo sabía. Y, de no haber estado en una situación tan precaria habría tomado lo que se le ofrecía, pero  sus suegros estaban esperando un paso en falso por su parte para tener la excusa perfecta para quitarle a Alex. Podría mantener una relación clandestina con Kostas, pero no podía hacerle eso. No quería hacerle promesas que no podría cumplir. Nunca había tenido la necesidad de plantearse algo sí con él porque las barreras que tan hábilmente había creado lo habían protegido de eso. Pero, ¿a quién quería engañar? Necesitaba sentirse amado, quería sentirse vivo otra vez. Llevaba mucho tiempo negándose a sí mismo las necesidades más básicas. La noche pasada le había demostrado cuán vulnerable era ante la dulzura de Kostas. La pequeña familia de Misha le había dejado una fuerte sensación de desasosiego y deseaba tener una familia así con Kostas, pero nunca podría tenerla. No mientras sus suegros estuviesen empeñados en quitarle a su hijo.

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