La cena transcurrió tal y como Sakis había esperado: Misha no desaprovechó ninguna oportunidad para molestarlo. Kostas, que no entendía el doble significado de los comentarios, pensaba que estaba flirteando con Sakis con el beneplácito de su marido. En más de una ocasión estuvo tentado de levantarse de la mesa y marcharse. Pero, ¿qué excusa poner? Quedaría como un completo imbécil si decía cómo se sentía porque, aparte de miradas cargadas de deseo, Sakis no le había hecho ninguna promesa. Se había mantenido alejado de Sakis todo el día con la excusa de visitar a unos viejos amigos, pero la verdad era que se había pasado el día caminando solo y siendo interceptado por parejas gay que le pedían autógrafos. Alguno incluso le había hecho proposiciones. Había buscado en los hoteles alguna habitación, cualquiera, con tal de poder alejarse de Sakis. Pero el gesto lo había hecho sentir miserable. Él sabía perfectamente cuál era la situación de Sakis y, a pesar de eso, lo quería a su lado. ¿Cómo iba a dejarlo solo por reencontrarse con un viejo amor? No le había preguntado por su relación con él porque tenía miedo de la respuesta, pero se moría por saber. O al menos así había sido hasta aquel momento. Ahora tenía las cosas dolorosamente claras.Los niños comenzaron a llorar al mismo tiempo. Sakis y Cristian los cogieron en brazos, alejándose lo suficiente como para conceder cierta privacidad a los otros dos hombres. Kostas, incómodo, no levantó la mirada del plato, pero Misha no parecía dispuesto a permitirle rumiar sus miserias en silencio.- ¿Hace mucho que os conocéis?- Dos años. – Contestó levantando la mirada del plato sin poder ocultar su malestar.- ¿Algún trabajo?- Un reportaje.¿Por qué lo estaba interrogando? No quería ser descortés para no ofender a Sakis, pero tampoco deseaba contestar a preguntas. Se sintió desolado cuando ambos hombres se levantaron y se llevaron a los niños. Al parecer habían decidido manchar los pañales al mismo tiempo.- ¿Qué le pasó a la madre del niño?La pregunta directa y preocupada pilló desprevenido a Kostas, que tardó unos segundos en contestar a causa del impacto.- Murió.No pensaba decir nada más. No traicionaría a Sakis. Cierto que era una historia de dominio público pero le correspondía a Sakis contarla, no a él. Misha le sonrió, comprensivo.- Entiendo. – Suspiró y se reclinó en la silla – Nunca me lo imaginé como padre.- Es un buen padre. – Dijo Kostas con actitud protectora.Misha lo miró sorprendido y luego una sonrisa divertida iluminó su rostro. Era condenadamente sexy cuando sonreía. De hecho, era sexy incluso cuando no lo hacía. El modelo era él, pero parecía que Misha acababa de salir de la portada de una revista.- Lo sé. – dijo Misha – Sólo me sorprende. Tanto como mi propia paternidad.- ¿Cómo os conocisteis? La pregunta había salido de golpe, no había tenido tiempo de pensar en si debía hacerla o no. A Misha no pareció molestarle, ya que se encogió de hombros perezosamente sin perder la sonrisa.- Fue en un club gay, en París. Intenté ligar con él, pero se me resistió. Me cabreó bastante, la verdad.- Así que fuisteis… - No podía terminar la frase. Era demasiado doloroso.- Compañeros de piso, nada más. – Le guiñó un ojo – Era desquiciante vivir con él, con esa obsesión con el orden.Kostas sonrió. El alivio recorría cada poro de su piel. Si no habían sido amantes, entonces sólo eran viejos amigos que se encontraban después de mucho tiempo. - Ya no es así. – Dijo con una sonrisa.- ¿Ya no es un obseso del control? – Kostas negó con la cabeza – Es un alivio saberlo.En ese momento llegaron Cristian y Sakis cargando a los niños y sonriendo de oreja a oreja, sin duda compartiendo anécdotas sobre sus hijos. Cuando Sakis se sentó, Alex se abalanzó sobre Kostas con las manos extendidas para enredar las manitas en sus rizos. La mirada de deseo que Sakis le lanzó, hizo que su corazón se acelerase y sintió cómo se sonrojaba.- Cris se ha ofrecido a quedarse con Alex esta noche para que podamos salir por ahí. – Le dijo con voz ronca - ¿Te apetece?Kostas asintió. Tenía la garganta seca. El deseo de Sakis llegaba a él en ardientes oleadas que convertían su sangre en lava ardiendo. - Si estás seguro… - Murmuró.- Mañana nos quedaremos nosotros con Sara. – Se volvió y sonrió a los otros hombres – Os aseguro que Alex duerme toda la noche de un tirón.- Igual que Sara. – Dijo Misha acariciando la cabeza de la niña – Decidido entonces. Id y disfrutad de la noche.Tendió los brazos y tomó a Alex del regazo de Kostas y la bolsa con los pañales del hombro de Sakis. Los observaron alejarse y Kostas se volvió hacia Sakis.- ¿Estás seguro?- Estará bien.No era la respuesta que esperaba, pero entendía la preocupación de su amigo. Aquel niño era su vida y le dolía separarse de él, aunque fuese por unas horas.Salieron del hotel en silencio. Sakis no estaba seguro de haber tomado la decisión correcta. No le gustaba separarse de su hijo. Sabía que estaría bien con Misha y con Cris, pero no podía evitar preocuparse. Se sentía culpable por dejarlo con desconocidos, pero le debía aquello a Kostas. Y sí, era egoísta, pero también se lo debía a sí mismo. Lo necesitaba.Caminaron hasta un club, pero cuando estaban a punto de entrar, Kostas tiró de él negando con la cabeza.- Vayamos a un lugar tranquilo.