Revista Literatura

Capítulo 5 (2ª parte)

Publicado el 17 abril 2011 por Persephone
Anastasios no necesitaba más invitación que aquellas palabras. Atrajo a Kostas hacia su musculoso pecho y lo besó. No con el ímpetu con el que se habían besado antes, sino que se tomó su tiempo saboreando y explorado la boca del otro hombre, tal y como le había enseñado a Colin años atrás. Kostas gimió en su boca y se relajó en su abrazo. Con gran fuerza de voluntad, lo apartó de sí y lo miró con los ojos casi dorados a causa del deseo. Kostas lo miró sorprendido.-   ¡Joder! – Exclamó.-   Tienes que hacer algo con ese vocabulario. – Bromeó Sakis con una sonrisa. Sabía perfectamente cómo se sentía su amigo: totalmente devastado, igual que él.  Le palmeó el trasero y le señaló la puerta.-   Márchate antes de que te arroje sobre la cama y comience a comportarme como un cavernícola.La sonrisa maliciosa de Kostas le arrancó un gemido.-   Te tomo la palabra. – Se puso en puntillas y depositó un suave beso en los labios  antes de salir precipitadamente de la habitación.Sakis se apoyó en la pared, esperando que su corazón dejase de latir a la velocidad de la luz. Le había costado mucho dejar marchar a Kostas, pero agradecía que se hubiese marchado. Necesitaba pensar. Sí, lo habría hecho igualmente al llegar a Atenas, pero para entonces sería demasiado tarde… si es que no era tarde ya.Suspiró y se pasó una mano por el cabello húmedo. Miró la cama de Alex y pensó en ir a buscarlo, pero ya era tarde y no quería despertarlo. Su hijo disfrutaba de la compañía de Sara y pensaba aprovecharse de aquella circunstancia todo lo posible. Se apartó de la pared y fue hasta la cama. Apartó la colcha, que contenía los restos de su segundo orgasmo, se quitó los pantalones y se deslizó entre las sábanas. ¿Cuánto tiempo hacía que no dormía bien? Ya no lo recordaba. Las noches en casa cuando Helena vivía eran una tortura. Para guardar las formas ante la familia, dormían en cuartos contiguos. Y, a pesar del innumerable número de veces que la había rechazado, ella seguía acudiendo a su cama, intentando seducirlo. En una ocasión había cerrado con llave y ella se había cortado las venas. No habían sido más que cortes superficiales, pero fueron lo suficientemente persuasivos como para que dejase la puerta abierta. Temía que la siguiente  vez su intento pasase de ser un juego a algo real. Tardaba en dormirse, esperando que ella durmiese primero, pero cuando se descuidaba y se entregaba a los brazos de Morfeo, ella hacía su habitación. Lo había intentado todo, desde desnudarse para él, hasta despertarlo con sexo oral. Se había excitado muchas veces, pero nunca había querido acostarse con ella. Las mujeres no le gustaban. La desnudez de Helena lo dejaba indiferente y solo cuando lo había despertado con una felación, había conseguido algo de él.  Siempre la había detenido, porque consentir que continuase habría implicado darle lo que ella deseaba y no quería hacerlo. ¿Para qué darle falsas esperanzas?No, no podía recordar cuándo había dormido bien por última vez, pero sabía que lo haría en el futuro, cuando Kostas estuviese a su lado. Y aquello lo aterraba, porque sabía perfectamente que se cansaría de la situación y lo dejaría.  Si no fuese por Alex, no tendría problema alguno en proclamar su homosexualidad. No después del infierno que había vivido con Helena. Pero tenía al niño y no quería dejarlo en manos de sus suegros. No quería que lo educasen un par de homófobos. Varias veces se había preguntado si el niño estaría mejor con sus abuelos, ya que siempre estaba triste y había dejado de hablar, pero la respuesta siempre era la misma: no. Si lo dejaba en manos de sus abuelos, algún día se sentiría abandonado por un padre gay y lo odiaría el resto de su vida. Era egoísta al pensar así, pero quería ser él quien educase a su hijo, quien le enseñase que la gente no se mide por las personas con que se acueste, sino por las cosas buenas que puede hacer en el mundo. Quería explicarle lo sucedido con su madre él mismo. Bajo ningún concepto consentiría que otros lo hiciesen por él porque, ¿qué sabían ellos?Y Kostas… se había resistido a él dos largos años.  Se había automutilado emocionalmente para  evitar vivir un momento como aquel. No se arrepentía, pero tenía miedo. Le asustaba profundamente el vivir algo similar a lo que había vivido con Colin.  Verse abandonado no era agradable. Y mucho menos cuando había entregado tanto y había recibido tan poco a cambio. No sabía qué locura se había apoderado de él en la isla, pero todas aquellas barreras habían caído y había quedado solamente el hombre inseguro y temeroso que era. ¡Cómo desearía que las cosas fuesen diferentes! No podía evitar preguntarse cuánto tardaría Kostas en cansarse de la situación. ¿Un mes? ¿Dos? ¿Seis? Si aguantaba seis meses a su lado, le construiría un pedestal. Sabía perfectamente que no sería fácil y que pedirle a alguien que soportase la presión que suponía mantener una relación con él, era una crueldad. No podía hacerlo.  En aquel momento le habría gustado no ser hijo de su padre. Ser un Chrysomallis traía consigo una fortuna inmensa, pero unas responsabilidades que él no deseaba en absoluto. No, lo que él quería era ser otra persona para poder darle a Kostas todo lo que realmente se merecía y que no podía darle siendo quién era. Anastasios Chrysomallis era una maldición y acababa de maldecir al hombre más dulce del mundo.

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