Es increíble como en este lugar son capaces de hacerte emprender un viaje a lo más hondo de tu alma y también hacerte mirar cara a cara tanta colección de amargos recuerdos.
Eso sí, de uno en uno, porque ese encuentro provoca igualmente sus consabidos desencuentros y mi mente aún carece de las fuerzas necesarias para absorberlos con el peligro de desprendimientos del ánimo mucho más intensos de los que ya vivo.
“… Hace mucho tiempo comprobé como alguien, por encima de todo, fue capaz de jugar la mejor baza que puede emplearse contra otro ser humano: la debilidad. Estar en el momento y lugar adecuados le sirvió a alguien para aprovecharse de mi debilidad humana y llegar a destruirme totalmente como persona…
… Reconozco el valor que las promesas tienen para mí, ya que implican un compromiso que transmite seguridad y confianza en la otra persona, pero además reconozco la intrínseca relación entre hechos y promesas: Las palabras se las lleva el viento, pero los hechos quedan reflejados en acciones. Más de una vez he escuchado algo que viene a decir que si quieres conocer a alguien, debes fijarte en cómo se comporta con los demás, no en lo que les dice…
… Una promesa incumplida me produce una gran frustración, inseguridad y la sensación de sentirme un cero a la izquierda, siempre que exista una justificación lógica a ese incumplimiento…
… La cuestión es descubrir que no hay defensa posible ante un comportamiento así, descubrir que la única razón que hallas es su sentimiento de inferioridad hacia mi persona y, por tanto, un ansia tremendo por humillarme del modo más ruin que puede llevar a cabo el ser humano...
… Construir un castillo de mentiras suele tener como resultado que una simple ráfaga de aire lo derriba y, en ese momento, la verdad sale a flote, pero, para entonces, mi persona estaba ya muy devaluada…
… Traté de mitigar el dolor de sentirme como una mierda focalizando el mismo en el trabajo y, como consecuencia de ello, de no molestar a nadie, me tragué todo aquel sufrimiento y me encerré aún más en mí...
… Me transformé en una persona irritable de nuevo por una amargura interna que pagaba con los más cercanos mediante desplantes, malas caras; una amargura interna que no supe canalizar pidiendo ayuda porque no tenía la confianza suficiente de que hacerlo no significase un juicio, en vez de una ayuda...
… Es demasiado frustrante que el recuerdo final de aquello por lo que tanto había luchado en mi futuro profesional sea un calvario, ni siquiera evoco imagen alguna…
… Tan fuerte era el sufrimiento que el que debía ser uno de los días más felices es un día completamente negro en mi memoria y no sólo eso, la idea de renuncia planeó muchas veces por mi cabeza…
… ¡¡¡Qué jodido es llegar, pero qué jodido es no poder saborear la meta alcanzada!!!...
… A pesar de ese sabor agridulce, continué adelante y volví a centrarme en mi trabajo con la mayor disponibilidad posible. No quería caer en desidia, pasotismo, etc. Los demás no merecían pagar una mala realización de mi tarea por circunstancias ajenas a ellos, por lo que logré hallar cierta satisfacción en mis quehaceres diarios que servían de revulsivo a los momentos de dolor…
… Aprendí las reglas del famoso juego de mentes y aprendí también que todo aquello destruyó la persona que era hasta entonces. Quien fui se esfumó sin posibilidad de retorno…"
… “Esta noche, no tengo de ganas de callar… Esta noche, yo me quiero romper la voz… No creo ya lo que hay pintado en la pared… no creo ya el mismo rollo otra vez… No estoy para sonrisas de salón… Déjame gritar mi rabia… Los amigos se van… los otros… Me dejaron juzgar por los comemierdas… Bufones que imponen el color del amor… Vagar por la ciudad sin sentirse mejor… y ese miedo sin fin… y ese puto dolor…” (“Romper la voz” de Patrick Bruel)