CRISTINE
En aquel sitio no parecía pasar el tiempo. Todas las mañanas el mismo ritual. Era algo extraño, desde que llegó a aquel lugar todos los días la bañaban, siempre la misma mujer vestida con harapos, al amanecer entraba en la habitación con una especie de esponja y un cubo metálico con agua limpia, la frotaba a conciencia y cuando ya le había repasado cada rincón de su cuerpo, la vestía con ropa del antiguo mundo, la cual daba una sensación de desnudez que poco dejaba trabajar a la imaginación, para luego desaparecer sin decir una sola palabra. Cristine a pesar de su timidez, intentaba hablar con ella, pero sus esfuerzos eran en vano. Esta, una mujer adulta, la cual las adversidades de la región parecían haberle pasado factura a su marchita piel, muestra de ello eran las múltiples heridas en su pálido rostro o que decir de las enormes cicatrices en los brazos, miraba hacia otro lado en cuanto Cristine abría la boca. Y por lo visto aquella mañana no iba a ser diferente.-¿Por qué haces esto?-preguntó Cristine, pero como de costumbre no obtuvo respuesta-¡Te prometo que no diré nada a nadie!-nada, la misma respuesta, como si le hubieran cortado la lengua a la pobre mujer. Era el único contacto humano que tenía al día, después del baño matutino pasaba las horas muertas en la habitación sin hacer nada más que lamentarse. El cuarto estaba decorado con cortinas de colores colgadas de la pared. La luz natural, brillaba por su ausencia, la poca luz de aquella sala procedía de una bombilla que apenas alumbraba las moscas de su alrededor. Cuando entraba en la habitación la mujer no solía cerrar completamente la puerta y los rayos del sol se colaban tímidamente a través de las grietas de esta. En ocasiones encendía un pequeño fuego, en un recipiente de cerámica con los bordes bastante rotos que había situado en el centro de la habitación. Este más que alumbrar daba calor, y junto con el bochorno que entraba del exterior hacia que sudara como un mutajabalí. Quizás esa fuera la razón por la que la limpiaban tan a fondo, porque seguramente apestaría a sudor rancio aunque ella no se lo notara.La mujer acabó su tarea y como de costumbre salió de la sala tal y como había entrado, con la boca cerrada. Esa mañana Cristine se había levantado con el cuerpo revuelto, tenia nauseas y cada vez que pensaba en comer las arcadas hacían acto de presencia. Seguramente la basura que la mano enguantada le servía por la trampilla que había situada debajo de la puerta para comer, le había sentado mal. Jamás había probado una comida tan asquerosa y eso que en el Notocar había comido toda clase de porquerías. <<¡Dios lo que daría por un buen trozo de hombrepez!-pensó>>, y el vómito no se hizo esperar. No fue nada, solo un poco de moco blanco, aun no había comido nada desde que despertó, pero tampoco tenía apetito.-¿La putilla del rey esta lista?-escuchó en el exterior, una voz masculina bastante grave que al parecer, se refería a ella.-¡No es una puta!-rechistó una voz femenina, esta sonaba como la de una mujer adulta y cansada, ¿Seria la voz de su limpiadora? -Tiene sentimientos como todas nosotras, no es ningún pedazo de carne.-Seguro que si...-vaciló el hombre-Ninguna de vosotras ha sido capaz de darle al rey lo que el rey necesita, si yo fuera él-sonaron unas fuertes risotadas-hacía un buen guiso con vosotras mientras aun os quedara carne en brazos y piernas. No tiene sentido malgastar recursos en algo tan inútil.-¡Algún día te tragaras tus palabras maldito cretino machista!-¿Y quién se encargara de eso?¿Tu?-por un momento hubo silencio-¡Aparta zorra! ¡Déjame que la vea!-el hombre abrió ligeramente la puerta y asomó la cabeza por la apertura. Un rostro bastante desfigurado, de piel morena y sucia a más no poder, con una sonrisa desdentada que desprendía un hedor tan fuerte, que a punto estuvo hacer vomitar de nuevo a Cristine-¡Menudo pastelito va a comerse el rey!-dijo nada más verla, ella se asustó y se refugió en la esquina de la habitación mas apartada de la puerta-No hace falta que te escondas bonita, de aquí no vas a salir. El te encontrará de todos modos, más vale que te portes bien si no quieres acabar como las demás.Aquel desgraciado cerró la puerta dejándola sola de nuevo. ¿A que se referiría con lo del pastelito del rey? ¿Quién coño era el rey?-¿Lo has hecho como te ordené?- escuchó a las afueras al poco de marcharse el energúmeno desdentado, esta vez debía ser un robot por como sonaba la voz.-¡Limpia cada mañana como ordenaste!-respondió la misma voz femenina que momentos antes había plantado cara al energúmeno, sin duda se trataba de la mujer que la limpiaba y vestía día sí y día también.-¡Así me gusta! ¡Limpitas y que huelan bien!-parecía como si el robot se ahogara al articular cada palabra-¡Al anochecer límpiala de nuevo!-cogió aire con tanta ansia que Cristine lo escuchó como si estuviera allí dentro con ella-¡Hoy es el día!No entendía nada de lo que estaban tramando delante de la puerta, pero no le gustaba nada lo que había oído. Algo iba a pasar con ella al anochecer, y lo único que podía hacer era esperar allí sola, sin armas, indefensa. <<¡Si Jacq estuviera vivo seguro que ya habría venido en mi busca!-pensó-¡Pero ese mal nacido de Mosarreta lo mató!>>. Habían pasado como siete días desde que aquel desgraciado incidente tuvo lugar en la casucha de Pervert, aunque no estaba segura del todo, pero el recuerdo del puño de Mosarreta explotando en el torso de Jacq, lo tenía grabado a fuego en su cabeza y cuando intentaba dormir, aquella pesadilla la atormentaba noche tras noche. Cristine aun agachada en aquella esquina, rompió a llorar como un bebé.El día pasó rápido, la mujer que la limpiaba entró de nuevo tal y como le había ordenado el robot. Tenía cara de asustada, reflejo de que quizás sentía el miedo que ella debiera tener, pero a Cristine ya nada le importaba. Fuera lo que fuera lo que iba a tener lugar con ella de protagonista, mejor que pasara cuanto antes. Si su vida aquella noche encontraba el final de su camino aun mejor, ya no había nadie con vida que la quisiera en aquel condenado mundo, no tenía sentido alargar más la agonía.-¡Rápido!-dijo la mujer en voz bajita, mostrándole un cuchillo de dimensiones considerables que llevaba escondido entre los trapos de limpiar-¡Guárdalo entre las sabanas!-¿Y esto?-preguntó Cristine extrañada-¿Primero no me hablas y ahora me das un arma?-Todas hemos pasado por esto y no es plato de buen gusto-comentó la mujer-solo me conoces a mí, pero somos muchas a las que el rey ha intentado dejar en cinta, pero no quiere darse cuenta de que él es estéril debido a sus dolencias-suspiró-Y como para variar contigo tampoco lo conseguirá, solo dios sabe que será capaz de hacer esa bestia en cuanto vea que eres su enésimo fracaso.-¿Y que se supone que tengo que hacer con esto?-preguntó Cristine mirando el gran cuchillo.-¿Acaso ya olvidaste como usar esto?-vaciló la mujer-Según uno de los esclavos que te vio al entrar en la base, tu eres la famosa Cristine de Notocar, la que degolló a su jefe cuando este intentó violarla... ¿A caso me equivoco?Un intenso escalofrío recorrió de arriba a abajo su cuerpo. ¿Cómo coño sabían quien era ella? No sabía dónde estaba, pero incluso en aquel recóndito lugar, sabían lo que había hecho con Arnazi.-Entiendo...-Cristine se encogió de hombros- ¿Y que gano yo con esto?-No será fácil, de hecho otras más fuertes que tú lo han intentado sin éxito. Es más, quizás sospeche algo y venga preparado, pero si consigues dar muerte a ese desgraciado, harás un bien para toda la humanidad. Nosotras te ayudaremos a escapar, serás libre como lo eras antes de llegar aquí. Ahora déjame que te limpie, no querrás que el rey te vea sucia y sospeche.En cuanto la mujer cogió como de costumbre la esponja para lavarla, sintió como si nada hubiera pasado, como si fuera una de tantas mañanas, otra vez el ritual de siempre.Al acabar, la mujer la vistió con un camisón de color blanco bastante fino y le echó por encima un líquido que hacía que toda ella oliera bien. <<¡Ojalá Jacq estuviera aquí!-pensó al notar la fragancia subiendo por su nariz-Debe ser mágico amar a alguien oliendo tan bien>> Imaginaba que las flores olerían así, pero eso era algo que ella nunca había podido comprobar de primera persona. Para variar, su limpiadora salió sin mediar palabra de la habitación, aunque esta vez le lanzo una mirada de complicidad antes de salir. Sola, asustada, sabedora del peligro que aquello entrañaba. No sabía si hacerle caso a la mujer o por el contrario dejarse llevar y pensar en cosas bonitas para así, sufrir lo menos posible. Por momentos sentía que ya nada valía la pena, las fuerzas por luchar y seguir adelante la abandonaban.El famoso rey, hizo su aparición por la puerta. Era mucho